Saltar al agua ~ Relato o Sueño vespertino, como quiera.

El frenesí infundado por ese rostros reflejado en el agua y esa voz que acariciaba sus sentidos, fue mas fuerte que los intentos de retención de la tripulación, se zafo de manos y ataduras para sumergirse a su encuentro. Cuando la ultima onda en el agua, huella del acto suicida cometido por aquel hombre desapareció, el bravío cielo en tempestad fue despejado, el mar que amenazaba con expulsar el navío de sus aposentos como una espora, se torno un templo de serenidad. Aquella criatura había cumplido sus designios al arrebatar a un hombre de la tripulación. La embarcación zarpo y cada marinero volvió a su faena, tan solo bajo el sonido de las olas, la brisa y el rumor de sus tristes memorias.

En la inmensidad del océano, destinados a no ser, se encontraron. Una joven sirena condenada bajo el estigma de la depredación, y este mundano hombre de ojos verdes. Ante la alucinante escena, hasta la ley natural de la condiciones aptas para la supervivencia humana bajo la cabeza, sin advertirlo siquiera, ambos emprendieron un viaje de exploración al otro. Embargados por la fascinación, el deseo y la temeridad a lo diferente. Él, hipnotizado por el movimiento ondulante de su vientre bajando por sus caderas y ella cautivada por la oscilación de sus miembros inferiores.

Ambos se adentraron en las profundidades de lo desconocido. Retándolo todo. Se zambulleron en su proeza y estuvieron juntos bajo la complicidad de esas infinitas aguas.

Durante horas, segundos, minutos, ¿A quien le importa?

Admirando como pocos sus mutuas diferencias. Envuelta entre sus piernas y brazos, ella conocía nuevos mundos, donde estructuras rozaban la inmensidad del cielo, multitud de personas corrían presurosas de un lado a otro, y otros tanto grupos pequeños convivían juntos bajo un extraño afecto.

Anhelaba ferozmente estar por siempre adherida a su pecho palpitante.

En medio de su letargo. Él la contemplaba, las hebras de su largo cabello a las cuales perdía el rastro en el agua, su expresión inmaculada y serena. Tan frágil. Tan libre. No podía corresponderla. Lo atormentaba la certeza, su universo estaba emancipado de las responsabilidades que un hombre debía asumir en el mundo real. Su familia.

Intento explicárselo, pero en su desasosiego asumirlo seria condenar todo lo que el había erigido en ella al olvido, tornarlo todo del color de una simple quimera. Perderse.

El mar se tiño de sangre y el fue arrojado al punto en el que la tierra se humedece. Sus piernas no volverían a rodear a nadie mas.

De vuelta al mundo real, habían pasado mil años desde el día en que en su paroxismo se había sumergido en el idilio, mil años...

Su condena seria no tenerla.

Ella lloro y lloro la perdida, a su tercer día murió deshidratada, como una flor marchita. Sus dulces lagrimas serian mas tarde el alma del iceberg que colisionaría con el transatlántico británico, el RMS Titanic, dejando 1501 cuerpos sin vida de aquella bípeda especie, el 14 de abril de 1912.

Este fue un sueño que tuve hoy, luego de quedarme dormida mientras sostenía una ilustrativa conversación.

Dedicado a quien lo inspiro.

BB