La Mancha

in #spanish6 years ago (edited)


Inés tenía tan solo 5 años. Extrañaba a su abuela, siempre le hacía preguntas, porque la abuela se las ingeniaba para darle respuestas. Una noche su abuela se acostó a dormir y no despertó más. Ahora se sentía sola y soltaba su imaginación cada vez que fijaba uno de sus ojos por la ranura de la puerta de aquel cuarto. Inés tenía prohibido entrar en el último cuarto, siempre permanecía cerrado, le decían que podía haber alguna alimaña. Pero ese cuarto atraía a Inés, y como no podía entrar, se conformaba con observar por la ranura de la llave, lograba ver un camastro viejo, algunas cajas y cestos montados unos sobre otros, cuando entraba un rayo de luz al atardecer se entretenía viendo la cantidad de telaraña. Estaba allí viendo por la ranura, recordando cuando un día le había preguntado a su abuela porque ella tenía esa extraña mancha marrón en su abdomen, que si su madre también la tenía, a lo cual su abuela contesto que eso le salía a los niños cuando la mujer estando embarazada se quedaba viendo la luna llena y no, su madre no la tenía. La abuela siempre le contaba historias divertidas que partían de la forma que encontrara en aquella extraña mancha marrón. Algunas veces le decía que parecía un genio saliendo de una lámpara y otras que era una señora que tenía puesto un sombrero y estaba tomando te. Mientras observaba y recordaba, acariciaba las canicas que tenía en un bolsillo, se las había regalado el Padre Clarens un domingo después de misa.

El cuarto era el último de una hilera de habitaciones que habían acondicionado. Un día Inés fue a mirar por su ranura y prestó mucha atención, porque le pareció oír voces. Al mirar constato un tanto desconcertada, que las voces eran de su madre y el padre Clarens, recordó que su abuela le contesto a una de sus preguntas durante una misa, que las personas mayores se encierran para hablar con el padre porque estaban tristes. Pero en aquella oportunidad su madre y él sacerdote no solo hablaban en voz muy baja, sino que se tocaban el rostro. Luego pensó cual sería la razón de la tristeza de su madre, a lo mejor también le hacía falta la abuela, y mientras cavilaba se quedó viendo por aquel orificio. De pronto los observados se fundieron en una gran abrazo y un beso, lo que hizo que la pequeña se sobresaltara, comenzaron a desnudarse con tal rapidez que le causo gracia como el cura se desprendió de su vestido. Era un atardecer y repentinamente entró el rayo de luz e iluminó el abdomen del Padre Clarens y se sorprendió muchísimo al ver que tenía una mancha igual a la que ella tenía. Todo se volvió demasiado confuso para ella, no lograba dilucidar el tamaño y el porqué de la tristeza de su madre, para que estuviese de esa manera en los brazos del cura y tampoco entendía como su mamá y la madre del Padre Clarens vieron la luna durante sus embarazos y por eso tenían una mancha igual en el abdomen. Se dejó caer lentamente apoyada de la puerta por la que había estado observando. Con mucha tristeza se dijo a si misma ¡que falta me haces abuela, no entiendo nada!.

Mirla J. Márquez G.

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Simplemente hermoso, en verdad me conmovió y tu manera de tocar el tema de la inocencia infantil me pareció genial... gracias por compartir la historia

@apatrinchera muchas gracias a ti por tu comentario, me motiva mucho saber que te ha gustado y te ha transmitido algo agradable, esa es la idea. Un saludo con cariño

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