Poema: La Factura Por Mi Amor (prosa)

Hoy, mientras se conjugan las agujas en el absoluto y preciso norte del reloj, he concluido que me siento realmente ofendido por tus actitudes. No soy capaz de concebir que a pesar de todo lo que te he dicho, dejando mi alma en la más perfecta desnudez, tú no comprendas la asombrosa cifra que me debes por mi amor.

Debo entonces calcular tal monto en base a los hechos. Para resumir, destaco que durante todo este tiempo me he desarmado en apologías hacia ti, he cometido notables actos de locura solo para verte, he escrito en tu nombre más versos y cadenciosas notaciones de las que podría recordar, y he decidido afrontar una ardua odisea con el complicado objetivo de llegar de vuelta a ti, y para siempre.

Mientras asumo tan extenuante tarea tú osas desaparecer frecuentemente desvaneciendo la certeza de tu bienestar, y cuando vuelves al terreno de lo perceptible te das a la tarea que narrar banalidades con simplismo. Realmente es un gran descaro, pues sabes que son ampliamente escasas las oportunidades que el caprichoso andar de nuestras desordenadas vidas nos deja tomar para sumergirnos en alguna plática.

Y es horroroso, agobiante, deprimente y destructivo, el no contar con el dulce resonar de tu vivida voz cada día para así permitirme comprobar que aun existes; que no eres un hermoso regalo de un pérfido e ilusorio sueño que desaparecerá tras el brillo del alba, dejándome así en la agobiante pena de perderte.

Reconozco amargamente que mi sentir, por poco o mucho, excede el tuyo; pero confieso que realmente no te culpo a ti por ello. Culpo a la vida y la naturaleza por haberte diseñado tan excelsa y gloriosamente bella. Culpo a tu pasado por construir tus fortalezas y debilidades, tus pensamientos, tus ideas, tu forma de querer… ¡Tu forma de existir!

Culpo por este flagelo a la ineludible realidad de que seas tan inmensamente fácil de amar.

Ilusamente caí en la trampa de tus besos… ¡Oh! Tus apasionados y deleitantes besos que martillan mi libido dejándome indefenso ante tu agresivamente seductiva anatomía. Caí en la trampa de tu mirada hipnótica y sedante que desarmó mis débiles defensas cuando mi cabeza era asediada por las más impías vicisitudes. Sin dejar de mencionar la carnada del resplandor de tu sonrisa que envolvió de luz mi corazón abrumado por las tinieblas de terribles sensaciones.

Por todas esas razones, y otras más que serían de infinito recontar, acabé cediendo ante la pretenciosa manía de amarte. Pero fui yo quien lo decidió así. De hecho lo siento como un privilegio, casi podría decirse que virtud, mi capacidad de ceder y dejarme caer en este profundo enamoramiento de un ser tan pleno de incontables y maravillosas bondades.

Al fin, tras este repaso por tajantes verdades, he llegado la determinante conclusión de que el valor que me debes por mis esfuerzos, mis interminables intentos por enamorarte y mi valiente desafío a la vida misma para estar contigo, es realmente igual a un total y absoluto cero. No puedo cobrarte por algo que yo he decidido sin pedirte autorización alguna, ni puedo atañerte responsabilidad por mi atrevido invento de quererte.

Por ello solo te pido racionalmente, y sin ánimos de imponerte una norma, que disfrutes tu pasaje por la vida de la forma que tus deseos reclamen. Pero si en ese largo camino encuentras un atisbo, un nimio pensamiento, un insignificante deseo, que invoque en ti un leve, sincero y puro amor por mí; déjamelo saber entonces aunque sea con una simple y solitaria palabra.