El Caleuche

in #spanish6 years ago

El pequeño niño sentado cómodamente en una gran piedra dormitaba un tanto atrapado por la sensación de paz y tranquilidad que el paisaje trasmitía, desde su lugar dominaba todo el verde valle que finalizaba en una extensa costa de pedregullo amarillo al que las olas bañaban a un ritmo cansino pero constante, las ovejas pastaban tranquilamente mientras el crepúsculo daba paso a la inexorable noche. Mientras tanto, el abuelo cocinaba un fuerte potaje, lo necesario para reponer fuerzas y soportar el frío luego de una larga jornada.

Desde la pequeña isla Quenac se observa al oriente la cercana Caguache y más allá el continente, la Patagonia chilena; al occidente la isla Grande de Chiloé impide ver el Océano Pacífico.

La noche es clara y fría, la luna llena domina el ambiente y propaga su blanca luz dotando de un fantasmal brillo de plata las tranquilas aguas de los fiordos; de pronto una espesa niebla comienza a acercarse desde el norte y a limitar la visión del niño. A lo lejos se escucha una maravillosa música festiva y un grande y fastuoso velero surge en medio de la bruma para mostrar su avasallante iluminación y una buena cantidad de parejas vestidas de gala danzando al compás de los sones de la espléndida orquesta en la adornada cubierta principal y hasta en el castillo de popa.

El pequeño pastor mira asombrado a su abuelo en busca de respuestas a lo que acaba de ocurrir, el anciano solo atina a decir:

¡El Caleuche!, no lo mires.




Fuente

En uno de mis varios viajes de pesca por la Patagonia chilena, Aníbal, el dueño de la casa que funciona como hostería y salón comedor y donde nos alojamos cada vez que pasamos por el bucólico pueblo de La Tapera, se ofreció gentilmente para llevarnos a recorrer el río Cisnes y mostrarnos, según sus palabras, los mejores lugares de pesca de la zona.

El hecho es que cumplió sobradamente su promesa, no solamente nos mostró lugares asombrosos sino que nos invitó a almorzar en una cabaña propiedad de unos médicos franceses que vienen un par de veces al año a pescar por esos lugares. Esta gente tiene gran confianza en Aníbal quien les cuida su propiedad y pertenencias, también se encarga de limpiar, ordenar y dotar de provisiones la casa cuando los pescadores europeos le avisan que están por venir.

Luego de un frugal almuerzo nuestro anfitrión nos contó sobre la leyenda del Caleuche, un fantástico buque fantasma que aparece de repente en medio de una densa bruma creada por el mismo, donde siempre suena una maravillosa música y los tripulantes bailan y festejan. Según dicen, los tripulantes son brujos poderosos y atraen a los desprevenidos navegantes que aciertan a pasar por donde el navega para incorporarlos a su tripulación, similar tratamiento dan a los ahogados a quienes recogen del fondo del mar y les dan cabida para siempre en el barco.

Según contaba Aníbal, al barco fantasma no hay que mirarlo porque grandes calamidades le pueden ocurrir a los que osan posar su mirada en la nave, torceduras de boca, de cabeza que hasta puede ocasionar la muerte y otras dobladuras del cuerpo son el castigo más común para los curiosos.

El barco de los brujos además realiza contratos con comerciantes a quienes surte de mercaderías y si alguno de estos mercaderes se enriquece en forma rápida y ostensible, se dice que hizo pactos con el Caleuche.

Continuamos pescando hasta muy entrada la tarde y la leyenda del Caleuche seguía dando vueltas en mi cabeza, por la noche luego de un reparador baño y mientras disfrutábamos de la cena preparada por Virma, la esposa de Aníbal, volvimos a la conversación. Nuestro anfitrión mencionó que era solo una historia más de las que daban vueltas por todo el sur de Chile, una tradición basada en las charlas de marineros, hasta mencionó un gran parecido con la leyenda del Holandés Volador y el capitán maldito del famoso buque fantasma.

La velada continuó con temas variados y hasta alguna otra atrapante historia de las islas y fiordos de Chiloé, cuando estábamos por irnos a dormir le mencioné a Virma sobre las divertidas e intrigantes leyendas que conocía Anibal, su respuesta me dejó perplejo:

"Son historias que le contaba su abuelo cuando trabajaban de pastores en la pequeña isla Quenac, cerca de Caguache"



Héctor Gugliermo

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