Rutina impuesta (Crónica de un viaje + Fotografías)

in #spanish7 years ago (edited)

Preámbulo


Una estrategia muy popular entre los habitantes del páramo merideño es utilizar la ternura/inocencia de los niños para obtener beneficios de los turistas conmoviéndolos. Hijo, primo, sobrino o amigo, solo importa que sea niño, mientras más pequeño mejor. Esta práctica comercial puede ser vista bajo dos generalidades: con admiración (por entender que un niño vende más que un adulto) o con desagrado (por la explotación infantil que implica). Personalmente me apego a la segunda generalidad, pero como siempre, procuro no tener una voz absoluta sobre algo.

Rutina impuesta


No creí tener la oportunidad de ver a los mismos dos niños en periodos de tiempo distintos, y gracias al uso imprudente que le doy a la fotografía documental pude registrar la evolución –de pocos meses- de estos. Las similitudes y las diferencias en los infantes quedaron registradas, además, el medio documental permitió percibir el destino social que le espera a esta parejita.

La primera vez que los vi fue en las vacaciones de agosto-septiembre. Nos dirigíamos al Valle de Mifafi, que conecta con el Páramo de la Culata. Poco antes de llegar a la entrada del parque nos pidieron una "colaboración", les dimos un poco de efectivo; al salir del parque nos volvieron a abordar, corriendo bajo la lluvia que nos había expulsado del parque, les explicamos que ya les habíamos dado, con lo que pidieron chucherías -que no teníamos- u objetos que veían dentro del carro. En ese momento aproveché de hacerles una foto, otra barajita para mi colección. Era la asombrosa velocidad con la que escaneaban todo lo que teníamos en el carro versus la velocidad en la que yo los fotografiaba, sin dida alguna ellos ganaron.

Estas navidades volvimos a ir a Mérida, nuevamente fuimos a Mifafi. Yo ya me esperaba que hubiese niños en el camino (los que pedían aguinaldos agitando sus muñecas como maracas por las angostas carreteras habían caracterizado el viaje) pero no esperaba un déjà vu. Comenzaron a pedir dinero, chucherías u objetos -tal cual como lo hicieron en las vacaciones pasadas- sumándose que esta vez vendían picante en un frasco de mayonesa. A pesar de que sus rostros estaban mucho más delgados los reconocí al instante. Afortunadamente no había borrado la foto que les había tomado con anterioridad, busqué la foto, se las mostré, sonrieron… olvidando por qué paraban nuestro carro momentáneamente, lo sé porque reían apenados y dejaron de pedir/vender.

Decidí bajarme del carro y hablar con ellos, esta vez quería conocerlos. Sabia decisión. La niña se llama Gabriela, el niño Juan, son primos y viven en una casa que está en las cercanías. Gabriela tenía el mismo suéter rosa que le vi la primera vez (pero lleno de tierra), sus cachetes estaban rojos y rotos por el frío; Juan se encontraba en mejores condiciones, tenía otra ropa, pero sus zapatos deteriorados también daban un indicio de pobreza. Lo cierto es que los dos, como ya mencioné, habían perdido una cantidad considerable de peso. Les pregunté desde que hora trabajaban, Gabriela respondió que desde las 10am, Juan desde las 12pm…eso llamó mi atención. Les hice varios retratos, se los mostré todos, cada vez que se veían reían maravillados por sus expresiones congeladas, yo también sonreía, soy afortunado. Me despedí momentáneamente (ya que los volvería a ver al salir) y me metí al parque, ellos se quedarían ahí cumpliendo su rutina impuesta.

Nos retirábamos de Mifafi, Gabriela seguía esperando algún turista para venderle algo o pedirle dinero, Juan yacía en las piernas de lo que supongo que era su madre. Me despedí de ellos llamándolos por sus nombres, me lo correspondieron.

El curioso encuentro reveló el estilo de vida trabajador que deben cumplir los niños del páramo; cómo de manera natural se favorece al hombre sobre la mujer desde temprana edad, estas tienen una tarea más pesada sobre sus hombros desde la niñez, Gabriela comenzaba a trabajar más temprano que Juan y salía más tarde que él, con los cachetes rotos, con el suéter sucio, mientras que Juan tenía el derecho de descansar bajo las piernas de otra mujer; la pobreza inimaginable que deja marcas en la vida de estos niños. Lo expuesto aquí no debe ser un caso aislado, por el contrario, tiene pinta de ser un microcosmo ¿Qué hacer ante una situación así, normalizarla? No me parece.

Muchas gracias por acompañarme nuevamente, me encantaría conocer su opinión sobre alguno de los puntos mencionados. Un gran abrazo. Éxitos.


He estado desconectado unos cuantos días por diferentes motivos: estuve de viaje, he estado compartiendo con mi familia, mi computadora está temporalmente fuera de servicio (y con ella todas mis fotos, que espero recuperar pronto). Gracias a @Emicazal puedo escribir esto, ya que me prestó una minilaptop que me ha ayudado a resolver una variedad de asuntos virtuales.

Sort:  

Acaba de darme cuenta de algo importante, el suéter de Gabriela no es el mismo en los dos casos. Esto no le resta relevancia a la historia, pero sí significa un error narrativo.

Mis disculpas.

Resulta muy rudo ver la infancia de estos niños manipulada de cierta forma, sin importar la base de la cultura que tengan o se desarrolle en el páramo. Tuve la oportunidad de estar cuatro meses en Mucuchíes siendo odontólogo en el hospital, estando ahí pues conocí a muchas familias y pude escuchar sus cuentos como quién dice, en esa zona trabaja desde el más pequeño hasta el más viejo.

Sí, uno entra en conflicto interno ya que la opinión personal se enfrenta a tradiciones y modos de supervivencia. Me llama la atención la repartición de tareas según el sexo, resulta ser un bucle que se repetirá generación por generación.

Muchas gracias por comentar y dar tu opinión + una breve anécdota. Un abrazo.

El "menosprecio" a la mujer (como lo veo yo) viene directamente heredado y aprendido de la pequeña sociedad que vive en la zona del páramo, lo que es súper loco porque parece que estuviesen atrapados en el tiempo, ya en la ciudad es distinto.. Mucho más suave y menos "impuesta", aunque por ahí siempre conoces una que otra familia así. Mira, aquí extendiéndome un pelo.. Tuve la oportunidad de atender a una niña de cuatro años que llego a la consulta, todos sus dienticos hechos nada, lo primero que ví fue las manitos todas maltratadas, se me ocurrió preguntarle a la mamá, resulta que ambas trabajan "en la tierra", recogiendo papas y ese tipo de cosas.. Cuatro añitos.

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