Con anterioridad les comenté que estoy realizando un taller llamado Filosofía de la Fotografía, guiado por Erik Del Búfalo. En las últimas dos semanas abordamos el texto La cámara lúcida de Roland Barthes, obra que sin duda alguna ha reestructurado mi visión sobre la fotografía. A raíz de ese libro se nos mandó a hacer dos ejercicios más o menos concretos: realizar un autorretrato y buscar la foto de un ser querido; señalar -en un texto- el punctum que localicemos en cada una de las fotografías.

A continuación compartiré un texto incompleto que escribí para el taller junto a un breve relato de la satisfactoria experiencia de hacer una introspección a través del autorretrato.

Studium: Todo lo que conforma una fotografía: iluminación, puesta en escena, valor de plano, nitidez, colores y otros aspectos sujetos a la construcción de la imagen.

Punctum: Elemento que punza directamente al espectador, como una flecha, turbándolo. Este puede ser parte de la fotografía o, al contrario, estar fuera de la misma. No se relaciona con el agrado o desagrado que pueda generar la foto a nivel estético, sino a algo que trasciende la lectura técnica de la fotografía.

No es la primera sesión de autorretratos que hago, es más, ya les he mostrado algunos, por lo tanto, trabajar dentro de mi casa -que no es grande- no fue tan difícil. Sin embargo, me sentí limitado por la premisa de buscar un espacio con una iluminación decente, el espacio de la casa que escogí sería el mismo desde la primera foto hasta la última.

Ya seleccionado el encuadre, ubicado el rebotador en la posición que consideraba más idónea y con la cámara sobre el trípode -con su respectiva configuración- comencé a hacer contorsiones con todo mi cuerpo. Tal estiramiento extraño recuerda al calentamiento físico que se hace cuando se está por exigirle al cuerpo resistencia para alguna actividad física, con la diferencia de que yo no preparaba el cuerpo, sino la mente.

El criterio para estar sin franela fue la búsqueda de la menor cantidad de elementos posibles. Mi cuerpo, un fondo neutro y un accesorio, eran suficientes para la ejecución -placentera- de este ritual progresivo.

Hasta este punto creo estar refiriéndome exclusivamente al studium (definido en el preámbulo), trataré de enfocarme en el punctum en lo que resta de texto.

Una vez que mi mente se había calentado, recordé el autorretrato con larga exposición que me hice en Mérida, acto seguido lo imprimí y lo sujeté frente a mi rostro, buscando un punto de unión que diera pie al contraste ¿Por qué? en el momento ya estaba trabajando con la idea del paso del tiempo concientemente, esto me permitió notar que hace unos meses no me veía tan cansado como ahora. La ojera era el indicio de la fatiga acumulada.

Había localizado un punctum, la ojera me incitaba a reflexionar no solo en mi cambio físico, sino en la experiencia acumulada en los últimos meses. Un elemento presente en la fotografía me hizo pensar en algo que no es parte de la misma: mi vida ya no es la misma, y no solo la mía, la vida de todos ha cambiado.

Finalmente decidí hacer una larga exposición -ya se trata de uno de los estudios más desarrollados que he hecho- de mi cuerpo más un elemento que tuviese la suficiente masa como para dejar una marca notable en el registro de información de la cámara. No sabía que punctum iba a generarse, ya que, lo que se planifica es la intención; no puede planificarse el elemento que punza.

Tres segundos fueron suficientes, la magia estaba hecha. Me encerré en un espacio gris que desfigura mi rostro con otro rostro mío, cada uno perteneciente a tiempos distintos.

Identifico el punctum en las manos que están en los laterales del cuadrado negro, estas se encuentran suspendidas en el aire, desligadas de todo cuerpo. A su vez, las manos que tapan el rostro del retrato del pasado tampoco tienen algún punto de contacto. Los únicos brazos que podrían sostener los dos pares de manos se encuentran relajadas, apuntando hacia el suelo y saliendo del cuadrado negro y del encuadre.

Dos pares de mis manos que pertenecen a tiempos distintos comparten un espacio con otras dos manos que no se dejan ver. La fotografía, según Barthes -no tengo la intención de contradecirlo-, es el testimonio de que esto ha sido. Aquí hay una desfiguración temporal porque el esto ha sido se aplica en distintos niveles: primero, en la fotografía impresa sobre la superficie negra; segundo, en las manos flotantes que sostienen el cuadrado; tercero, en mi cuerpo aparentemente inmóvil; cuarto, en la totalidad de la fotografía propiamente dicha.

El tiempo es inexorable, la fotografía busca ser el testigo -nuestro testigo- de esa realidad. Fui tres veces en una misma foto, este hasta ahora ha sido uno de mis mayores logros en el campo de las largas exposiciones y en la conceptualización -espero que sólida- de un autorretrato.

Espero que hayan disfrutado de esta divagación. Comparto el link de mi última publicación de evolución sensorial. Gracias por leer.