Fábula del Perezoso Mandón.
Saludos. Haciendo un paréntesis en mis comentarios sobre literatura post-colonial, quisiera dirigir su atención a otra área de mi interés: la literatura infantil, y les ofrezco para su consideracion esta fábula, inspirada en eventos recientes en mi querida Venezuela, y en particular (de manera más dramática) en mi agonizante Universidad de Oriente (UDO).
Escribirla fue una experiencia aleccionadora (aunque tristemente reafirmadora). Me inspiré en algunos textos del Dr Seuss. en la versión en inglés pude lograr algunas rimas, aunque no puedo decir que le hago honor a tan venerado autor. No me considero un escritor en el sentido creativo de la palabra (así que les debo la rima). He trabajado textos como El Lorax en algunos de mis cursos de Literatura Infantil, tomé algo de su aún vigente premisa. También encontré inspiración en la reveladora alegoría de Eve Bunting's, Terrible Things. Espero la disfruten.
A mi esposa, Manuela, quien me sugirió "la idea y el título" :).
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Había una vez, en la profundidad de un bosque venezolano, una gran familia de animales (o al menos así se consideraban). Había una gran variedad de ellos y, aunque decían tratarse como iguales, sus diferencias aparecían con más frecuencia de la que querían aceptar.
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Había animales pequeños, como los lagartos y escarabajos; grandes, como los manatís y los tigres; hermosos, como los zorros y guacamayas; y algunos no tan bonitos, como los jabalíes y sapos. Algunos animales, como la liebre, eran rápidos; otros, como el oso perezoso, eran muy lentos; algunos eran inteligentes; otros no tanto. Algunos, como el arrendajo, tenían lindas casas colgando de la copa de los árboles, de modo que cualquier otra casa estaba por debajo de la suya; mientras que abajo en el lodo, en agujeros profundos y oscuros, el cangrejo azul cantaba tan alto como una guacharaca. A fin de cuentas, todos la pasaban bien, dándole a su mundo su toque personal. Dos veces al año, alrededor de un claro en el bosque, los animales se reunían a comer y beber hasta saciarse, celebrando las risas del sol o las lágrimas de las nubes.
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Eran felices, pero no lo sabían; aunque sus rostros lo dejaban ver. Siempre esperando mejores cosas por venir, pero sin saber exactamente que querían, no pudieron controlar sus deseos. Rogaron tanto por cosas mejores por venir que un día una Cosa se materializó en el medio del bosque.
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“Luce mejor que cualquier cosa que jamás haya visto”, dijo Topo. “Suena mejor que cualquier cosa que jamás haya oído,” dijo Gata Blanca. No sabían lo que era, pero de seguro tenía que ser algo bueno. Al tigre le pareció algo rugidosa, la culebra la encontró un tanto culebrosa, el Puerco espín la sintió algo espinosa, mientras que la guabina la sintió bastante guabinosa. Algunas hormigas y búhos estaban preocupados y les parecía peligrosa. Los animales le preguntaron a Perezoso, quien era equilibrado y circunspecto, que debían hacer con este invitado tan inesperado. Peresoso se tomó su tiempo, como toda pereza, y finalmente declaró que había que darle la bienvenida.
Y así, la Cosa comenzó a vivir entre ellos, mostrando su verdadero rostro, y poco a poco, como el flautista, los fue encantando y cambiando sin que se percataran. Les cambió la apariencia, les cambió la comida, les cambió el caminar y hasta el hablar. Cambió tanto sus hábitos que, después de un tiempo, los animales del bosque no se reconocían entre sí. Cambió sus caminos y sus alrededores bajo la promesa de mejores rumbos. Pero, alertó Guacharaca (creyendo estar teniendo un déja vú), “este es el problema con las cosas nuevas, que en realidad son viejas, cuando se adoptan sin recordar la experiencia ajena: cuando veas las plumas de tu vecino arder, pon las tuyas en remojo.”
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Guacharaca trató de reunir otra voces para detener la Cosa, pero muchos animales, especialmente Perezoso, Tortuga y Sapo se tomaron su tiempo para decidir si se sumaban o no. Mientras esperaban por la ayuda que nunca llegó, vieron el bosque decaer y desvanecerse.
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Primero le tocó a las plantas. La Cosa convenció a los animales de que ellos podían vivir sin árboles. Era un bajo precio que pagar por la suprema felicidad. Uno a uno, la Cosa derribó los árboles y, después de un tiempo, las iguanas, los monos y las aves tuvieron que buscar otros bosques donde seguir viviendo. Topo dijo que no veía el problema. A Gata Blanca esto no le hacía ruido y Perezoso pidió paciencia: “Vivan y dejen vivir sin tanta alharaca”. Algunos animales se marcharon, incapaces de soportar un bosque sin árboles. Otros se quedaron porque creyeron en las buenas intenciones de la Cosa. Y así la vida continuó en un bosque sin verdor.
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Luego le tocó a los ríos y lagos. La Cosa convenció a los animales que el progreso mismo estaba en juego. Bien valdría la pena a cambio de la suprema felicidad. Chupó toda el agua dulce, con todo lo que habitaba en ella. “No hay problema”, dijo el sapo; él podía caminar. Guacharaca pidió ayuda con más fervor. Advirtió a los animales: “Sin agua se nos acaba el tiempo”. Y así, muchos animales trataron de combatir a la Cosa, pero incluso algunas criaturas del agua aún querían esperar a ver los cambios prometidos.
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Topo dijo que él no veía ningún movimiento raro; Gata Blanca no escuchaba ningún gorgoreo; y Perezoso dijo, “sigamos adelante, sin tanto murmullo”. Algunos animales se marcharon, incapaces de contemplar un bosque tan seco. Otros pensaron: “si tan solo pudiéramos volar”. Y la vida siguió en un bosque ahora sin árboles ni ríos.
Y finalmente le tocó al aire. Con los árboles del bosque y el agua de los ríos y lagos, la Cosa construyó fábricas de suprema felicidad que prometían millones de cosas mejores para todos los animales. La contaminación del aire era un riesgo que valía la pena correr. Y sucedió que Perezoso, quien se las había arreglado para vivir sin árboles y sin agua, empezó a pasarla mal sin aire.
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En su desesperación, Perezoso empezó a moverse más rápido que la liebre y a chillar más que Guacharaca. Finalmente entendió que la Cosa había ido demasiado lejos. Había que rescatar el bosque. Se volvió loco; empezó a disparar órdenes que rebotaban en las desoladas montañas. Dijo que tenía un plan, y necesitaba el apoyo de todos los animales. Contratacarían desde aire, agua y tierra. Las aves usarían su avelidad, los peces su aguajería y los terrestres infundirían terrón (sin aire las palabras empezaban a faltar) y en un esfuerzo sin precedentes recuperarían el bosque, expulsando la Cosa y su suprema infelicidad.
Pero, lentos como son los perezosos, a este le tomó su tiempo darse cuenta que era un poco tarde. Como Topo antes que él, no veía el nuevo problema; como Gata Blanca, no oía ninguna objeción a su plan, pues toda su familia de animales se había marchado, buscando algún bosque que la Cosa aún no hubiera tocado.
Algunos dicen que si escuchan con atención, pueden oír el espíritu de Perezoso jadear, dando órdenes a diestra y siniestra a sus compañeros intangibles, peleando su guerra imaginaria, en su bosque ahora inexistente.
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Excelente fábula, @hlezama. Ojalá ese bosque vuelva a existir y pueda renacer con la belleza de las primeras imágenes. Es la esperanza de todos. ;)
Gracias, @aurodivys. Yo también lo espero. Hay experiencias históricas que dicen que es posible. Por ahora, sin embargo, todo indica que aun arde el bosque... Habrá que esperar.
Realmente maravillosa esta fábula . Te felicito.
Gracias por el comentario.
Excelente Fábula, el mensaje maravilloso. Mis más sinceras felicitaciones.
Saludos!
Muy agradecido por la visita y el comentario. Nos seguimos leyendo
Felicitaciones!! el texto maravilloso y la correspondencia de las imagenes genial!! excelente!!
Que gusto verte por aca. Gracias por la visita y el apoyo. Nos estamos leyendo. Un abrazo
Me gustó tu fábula más similar a nuestra realidad, ceguera y sordera no se puede lograr tienes mi voto. Y te sigo.
Gracias. Nos seguimos
Este cuento está muy raro
pero igual yo me lo gozo
porque soy un perezoso
que nació en Yaguaraparo
Bajo la sombra de un caro
Está llorando un cangrejo
recostado de un conejo
Por un plátano maduro,
Que le dejó un rey zamuro
como si fuera un pellejo
:) Buenísimo. ¿Hasta paisano me resultaste?
Gracias, @acostacazorla.
Me encantó tu narración. Reflexiva, profunda y vivida por todos los que moramos en esta tierra condenada a sufrir ante tanta riqueza.
Gracias, @solperez. Cada vez que contemplo el inmenso mar que adorna nuestra puerta norte me hago la pregunta: ¿Como pudimos haber hecho tan poquito, con tanto...? Potencial natural y humano desperdiciado y quienes nos "guian" más ciegos y sordos no pueden ser.
Devolviendo la visita :) que fábula tan simpática. @hlezama nos seguiremos leyendo por aquí.
Gracias!
Muy buena tu fábula, @hlezama. Cubre las expectativas que crea toda fábula, y esta en particular cumple un mayor efecto por contar una historia con implicaciones que son "mera coincidencia" con Venezuela. Saludos.
Gracias, @josemalavem. Siempre bienvenidos tus comentarios y apoyo. Nos seguimos leyendo.
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