Sobre los Objetos Perdidos
Antes de hablar de los Objetos Perdidos es necesario y puntual agregar que no es lo mismo hablar de Objetos Perdidos que de un objeto perdido. Digamos que más que “agregar” se trata de una aclaración. Ahora, sí, comencemos.
Los Objetos Perdidos son lo más parecido a lo que falta en la caja de la mudanza, a lo que flota en el naufragio literal y metafórico, los Objetos Perdidos necesariamente no están perdidos, puede que estén allí, solo que no los vemos.
Es imperativo tener presente: mientras más buscas los Objetos Perdidos, menos los encuentras. Mientras menos los buscas más te los tropiezas.
Los Objetos Perdidos, nos dicen o nos aclaran que perdidos son porque ellos nos miran a nosotros, no es al contrario. Esa es la venganza de los objetos: cuando los sujetos creen haberlos cosificado y convertido, en el proceso de escisión, en cosas para azuzar o manipular con un palito, así, como un tercero, es el objeto mismo el que ha subordinado al sujeto a observar los Objetos.
De modo que la pérdida de los objetos no se debe a los objetos mismos, sino a quiénes son portadores de dichos objetos y en tanto portadores, dependientes.
¿Qué es la mujer, el hombre que temprano buscan las llaves, el libro, la dirección anotada en un papel que creímos haber dejado encima del escritorio?, sujetos perdidos por los objetos que creen perdidos.
El tiempo nos/los rebasa, puede que el estrés ocasionado por no encontrarlos arruine por completo la condición con que abordan el nuevo día.
Y sucede en todos los espacios y jerarquías, cuando el jefe más jefe no encuentra los Objetos Perdidos que el jefe más jefe que el jefe ha solicitado y termina por convertir al otro en un Objeto Abandonado, pero eso es objeto (¿u objetos?) de otro costal.
Lo cierto es que están en rebelión los objetos.
Y parece que están condenados al silencio, sin embargo, los colores, las formas, todas las características que les fueron dadas en el proceso de fetichización, el secreto (Marx), la parte maldita (Bataille) que llevan implícitas y desconocidas generalmente por nosotros, nos sigue seduciendo y perdiendo en la dimensión de la posibilidad de poseerlos, claro, porque esa es otra cosa.
El o los Objetos Perdidos también son aquellos a los que no tenemos la posibilidad de alcanzar o acceder.
Allí están y nos observan. Lo peor es que no se burlan porque no tienen por qué ni cómo, solo puede suceder algo parecido con quiénes los portan, que son poseídos o subjetivados por los objetos que portan, se trata de una especie de posesión, y no es de parte de quién porta, sino de quien es portado, ¿por qué?, porque es más lo que le aporta performativamente el objeto al sujeto que lo contrario.
La Gran Verdad es que los Objetos Perdidos son hipnóticos porque son más viejos que cualquiera de nosotros así estén recién salidos al mercado, ¿por qué?, porque están cargados de atavismos; un tiempo creímos que se trataba de estereotipos y que por tanto no eran o no tenían la “bendición”, la venia humana de ser modelos, arquetipos, pues nos equivocamos: ellos soportan cientos de vidas que los han hecho tal cual como son.
Es decir, la atracción, la seducción tiene su precio y es la muerte de quienes los han hecho y a su vez a toda la genealogía que los comporta.
Los Objetos Perdidos son producto de genocidios silenciosos.
Cuando vino a mi mente el asunto de los Objetos Perdidos estuve a punto de decir: los Objetos Perdidos son el antónimo del objeto encontrado, porque recordé que este último está ahí porque ya no vale nada, es decir, es todo lo contrario, pues ha perdido su capacidad de seducción, sin embargo, algo me dice que decir que es el contrario es al mismo tiempo aplicar la ley del otro, como una especie de alteridad objetual y no es así, puesto que decirlo de dicha manera es aceptar que los Objetos Perdidos constituyen a los objetos encontrados y más bien estoy tratando es de negarlo, de alejar, desplazar dicho asunto, puesto que cuando hablo de los Objetos Perdidos, me refiero a aquellos que más nos acercan a la muerte.
El acto de renovar la vida o desentendernos de lo que conocemos por “vida” o “sociedad”, pasa por entender que debemos desatendernos de lo que concebimos por “vida” e incluso “sociedad”, es decir, estar dispuestos a renunciar a la vida tal cual la conocemos y a la sociedad tal cual la entendemos, la vivimos, encarnamos y nombramos.
De modo que todavía estamos muy lejos de entenderlo, puesto que seguimos anclados, hasta al más mínimo de los Objetos Perdidos.
Entender que hasta el objeto más insignificante tiene inscrita una teleología de muerte es pasar al otro plano, no al más allá de lo que conocemos, sino al más que esto que conocemos.
Nos leemos mañana.
Conclusión, uno nunca sabe lo que tiene, hasta que lo pierde....jejeje
Hoy aprendi algunas palabras de ti....
Jajaja, ¡cuéntame qué palabras!
cosificado es una de ella..
Qué bueno... es una categoría de las ciencias sociales, muy interesante para entender cómo nos convertimos en mercancía. Saludos.
El que madruga dios lo AYUDA...