La educación esta más relacionada al intelecto que a la inteligencia, no se nos educa para reconocernos desde las emociones y gestionarlas adecuadamente dentro de nosotros. Desde niño hemos estado en contacto con diferentes sentimientos que en ocasiones ya de adultos no logramos canalizar y nos cuesta diferenciar el origen y nos vemos enfrentados internamente. ¿Qué tanto pensamos y cuanto nos permitimos sentir?

En el andar de la vida atravesamos muchos pasillos donde solo vemos grandes dilemas abrigándonos en los brazos de la inseguridad, batallando entre la razón y el sentir. Existe una imposición que viene de las entrañas mientras escuchamos la mente y el corazón, y es difícil de equilibrar por qué en muchas ocasiones nos cuesta identificar quien es quien según la complejidad del momento.

Buscar tener paz y hacer lo posible por sentirnos bien y felices, nos mantiene firme por el solo hecho de desear ser libres. Pero nos cuesta dejarnos llevar por lo que la vida nos proporciona, el dilema nos hace ciego de lo que necesitamos realmente. Dudamos constantemente, tenemos miedo de entrar en las embarcaciones del sufrimiento por seguir las instrucciones tanto del corazón o la mente y nos cuestionamos por quizás sobrepensar las cosas. Simplemente le tenemos miedo a la equivocación, a la sociedad, a lo externo, olvidándonos de nuestro propio yo.

El empeño de separar todo es lo que causa el gran conflicto dentro de nosotros, en algunos casos lo llevamos tan lejos que termina afectándonos fisicamente. Nos olvidamos de vivir, de abrazar la incertidumbre, de que el error también trae riquezas, sin embargo, carecemos de Fé. Pero, ¿Cómo llegamos al equilibrio sano sumergidos entre la lógica y el sentir? No es un secreto que la mente nos lleva por el camino de la razón y nos hace olvidar de lo que realmente sentimos, pero sentir sin medida puede llevarnos al fracaso constante.

Por otro lado, tenemos necesidades, muchas dentro del orden social, mientras que otras dentro del tabú y el escándalo. Vivimos reprimidos porque se nos dice como vivir y como debemos actuar. Quiero ser lo que mi pasión me dicta, pero mis padres son arquitectos, por ejemplo, y desean que sea el mejor arquitecto de la faz de la tierra, pero como no nos enseñan a identificar y desarrollar nuestras pasiones pensamos que todo lo que se nos aconseja es lo mas beneficioso para nosotros.

Lo cierto es que la razón y el sentir viene de nosotros adentros, ambos son parte de un todo y lo sensato es vivir el dilema hasta que llegue el momento de decidir y atrevernos a ir por lo que más necesitamos para crecer y evolucionar. Cada quien velará por lo que será de mayor prioridad para vivir, si hacer el camino a través de los sentimientos o construir desde lo que escoge la mente. Esto si es una realidad, que debemos educarnos a reconocer que somos los únicos responsables de todos nuestros movimientos.

El ser humano es complejo en si mismo, y cada situación a la que nos enfrentamos nos lleva a irnos entendiendo poco a poco, y moriremos y quedaran cosas por reconocer dentro de nosotros. Las circunstancias nos obligará que debemos hacer caso a la mente, sin embargo, soslayar el latido de nuestro órgano vital no nos revela los síntomas de entendimiento sobre el rumbo que llevamos de nuestra vida.