Hola, soy Skipper | Cuento Parte II
Un día, durante la tarde, Skipper estaba en su rutinario lamido de patas, esperando que quien pasara cerca lo viera y decidiera regalarle los restos de su comida. De pronto se acercó un joven humano, no con mucha confianza y dubitativo al principio. A Skipper le extrañó esto, pues los humanos siempre se le acercaban sin tenerle miedo ni nada parecido. Sin embargo, Skip respondió y se le acercó, también con cautela y curiosidad. El olor del humano le pareció conocido; sin duda lo habría visto antes por la ciudad.
El humano llevaba consigo una pequeña bolsa de galletas de las que había estado comiendo. Le ofreció a Skip un par y tras olfatearlas, las comió. El humano entendió que el perrito había confiado en él y se sentó cerca, y comenzó, de forma espontánea, a acariciar el lomo del perro.
Skipper se deleitó mientras era consentido por el humano, tratando de aprovechar cada segundo, pues sabía que en cualquier momento el joven se iría y ya todo habría acabado.
Pero algo diferente sucedió ésta vez. El humano se incorporó y cuando comenzó a caminar, comenzó a llamarlo para que lo siguiera. Aunque esto le sorprendió mucho a Skip, de alguna forma extraña, se estableció una confianza entre el humano y el perro. Así que éste último accedió muy fácilmente a satisfacer su curiosidad y seguir al humano hasta donde fuese.
Llegaron a una casa y entraron. El humano dejó a Skip en el patio y al cabo de unos minutos regresó con una taza llena de comida y otra con agua e invitó al perro a arcarse y comer. El humano acarició a Skipper mientras éste comía, que a pesar de lo mucho que esto molesta a los canes, Skipper no tuvo problema con que el humano continuara acariciándolo; de verdad se sentía bien todo aquello. Había anochecido ya y el muchacho volvió a entrar a la casa.
Skipper, como buen perro, se sentó junto a su plato de comida ya vacío tras hacer un breve reconocimiento de todo el patio. Y allí quedó, esperando que en cualquier momento el humano saliera y tomara a Skipper para sacarlo afuera y haber cumplido con su buen gesto de alimentar a un perro callejero. Eventualmente se quedó dormido.
A la mañana siguiente despertó, nuevamente extrañado de seguir en aquel patio.
"Seguro olvidó que estaba aquí", pensó.
Skip quería salir lo antes posible para no perder tanto tiempo de trabajo en el restaurante, pues podría perderse muchas oportunidades de que le dieran comida. Así que ladró un poco, pensando que esto le recordaría al joven humano que no se deshizo del perro después de alimentarlo. Al cabo de un rato, éste salió por fin y lo más extraño sucedió.
Llevaba consigo más comida, que a continuación dejó en el plato en el que había comido Skip la noche anterior. ¡Y no terminó allí! El humano esperó mientras Skip comía y al terminar lo llamó y comenzó a darle cariño y a rascarle tan satisfactoriamente en la pancita.
De pronto apareció algo con forma redonda que el humano lanzó y le pidió a Skip que buscara. Aquél artefacto rebotaba una y otra vez, y rodaba y rodaba sin parar...
Skipper nunca antes había visto una pelota. "¡Que criatura más interesante y maravillosa!" pensó.
Y pasó un buen rato de la mañana buscando la pelota al lugar al que el humano la tirase. Eventualmente ambos se cansaron un poco y el joven regresó adentro y Skipper se echó al lado de la taza con agua a beber y jadear. Todo esto era muy nuevo para Skipper. ¿Por qué el humano querría tenerlo en su casa, darle comida más de una vez y, por si fuera poco, consentirlo y jugar con él? ¿Por qué se interesaría tanto en él?
Todo esto era muy confuso para Skip.
Pero, sin duda, le gustaba.
Skipper quiso portarse mejor que lo usual y quiso mantenerse limpio y tranquilo, en agradecimiento al joven por su atención. No quería molestarlo.
Y así estuvo, esperando que el humano ya decidiera sacarlo de la casa para seguir con su vida. Esto entristecía a Skip, pues de verdad le había gustado el tiempo que pasaba con el joven. Pero sabía que así eran las cosas y no había nada que pudiese hacer más que guardar aquello en su memoria. Unas horas después el muchacho volvió a salir por fin, ésta vez con llaves en mano.
"Y eso fue todo, ahora si me devolverá a la calle", pensó Skip.
El muchacho abrió la reja y salió con Skipper afuera. Éste lo olfateó y lamió su mano un poco, como agradecimiento. Y luego Skipper comenzó a trotar lejos de la casa, cuando oyó un fuerte silbido.
Se paró en seco y volteó para buscar la procedencia del silbido y volvió a ver al humano, haciendo ademanes para que lo siguiera. El joven comenzó a caminar por la calle mientras seguía llamando a Skip. "¿De verdad me está llamando de nuevo?" se preguntó, extrañado. Así que siguió al humano y se mantuvo junto a él mientras caminaba.
Caminaron y caminaron. Al humano parecía agradarle que Skipper caminara junto a él. Incluso de un momento a otro comenzó a trotar y luego a correr y le llamaba con más ímpetu para que lo persiguiera.
¡El humano quería que lo persiguiera! ¡Qué locura! Eso iba en contra de todos los códigos de conducta para agradarles a los humanos, y sin embargo allí estaba, persiguiendo al humano, que no dejaba de reír mientras corría.
Incluso cambiaba la dinámica y comenzaba a perseguir a Skip, pero allí si jamás podría ganarle, Skip era un nato corredor. Y como si no hubiese sido ya suficiente diversión, ¡el humano hizo aparecer de nuevo el objeto redondo! Y lo lanzaba lejos, muy lejos, y Skipper corría tan rápido como podía para alcanzar la pelota y traerla de vuelta para que el joven la tirara de nuevo.
Así pasaron una sencilla pero significativa tarde de paseo y juegos, que Skipper nunca olvidaría.
Al regresar a la casa, el humano dejó que Skip entrara de nuevo y volvió a alimentarlo. ¡Qué humano más bueno! Luego de comer, se quedó otro rato más con el perro, sentado y descansando. Entre las caricias del humano y el estómago recién lleno, Skipper no podía sentirse más feliz.
Anocheció y, contra todo pronostico, Skip volvió a pasar la noche en la casa. No podía entender qué estaba pasando, solo estaba feliz. Hasta que comenzó a considerar que de todas maneras, de un momento a otro, ya tendría que irse y todo terminaría.
Pues así era con los humanos, se emocionaban y te daban algo de afecto y luego se iban.
O quizás, pensó, por alguna extraña razón el joven no lo dejaría y todo cambiaría, sería siempre como ese día! Skipper se llenó de esperanzas y quiso creer que de verdad podrían darse las cosas de esa manera. Y sería el mejor perro de toda la ciudad, amigo del mejor humano de la ciudad. ¡Qué perfecta sería la vida así!
Pasó la noche y amaneció. El humano salió más temprano de lo normal y le dejó comida de nuevo a Skipper. Éste se emocionó muchísimo, pues pensó "¡Esta vez tendremos más tiempo de hacer todo lo que hicimos ayer!". A los minutos, el muchacho se había cambiado de ropa y llevaba un bolso consigo. "Parece que hoy habrán aún más sorpresas en el paseo", pensó Skip, emocionado.
La reja fue abierta, pero ésta vez no sucedió lo mismo del día anterior...
Incomprensión. Ésto fue lo que invadió a Skip de pronto.
Continuará
¡Hey! Bueno, acá está la segunda parte de un cuento que nació de una madrugada reflexiva. La historia tiene dos propósitos principales. Uno de ellos es dar un poco de insight a lo que sienten nuestros pequeños amigos caninos, basándome en lo que he podido observar y leer :) El segundo propósito... ¡Se los revelo al final de la historia!
Seguramente han notado que no todos los perritos de las imágenes son iguales. Sin embargo, no me importó para utilizarlos. ¡Pues son muchísimos los perros que viven a sus propias expensas en la calle! Así que, Skip puede ser cualquiera de ellos.
Acá las fuentes:
Segunda imagen
Tercera imagen
Cuarta imagen
Quinta imagen
Sexta imagen
Séptima imagen
Espero la tercera parte pronto. Saludos
Muy linda historia, que lindo skipper.
Espero Skip tenga su final feliz :( jajaja saluditos Herold<3
Meow! Puedo entenderlo son sentimientos muy confusos