PASIÓN Y PLACER III. INOLVIDABLE CELEBRACIÓN (Relato)

in #spanish6 years ago

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Lo bueno de la madurez
es que vuelve más deseable e interesante a algunas mujeres.

Labios seductores que provocan


Delineando con cuidado aquella hermosa boca sensual, se preguntaba que le depararía la noche.

Alcanzar la barrera de los 40, era para algunas mujeres un trauma, pero para ella, no. Para ella solo significaba acrecentar experiencias y tornarse una mujer inolvidable.

Terminó de arreglarse el corsé, ajustar el liguero y subirse en los nuevos tacones que había adquirido para la ocasión.

Verse al espejo a último momento, verificando que no faltase nada, la llenó de satisfacción.

Su cabello rizado, caía, insinuante sobre aquellos pechos cubiertos por unas hermosas pecas que, invitaban a saborearlos sin prisa. Su boca carnosa, brillante y provocativa como una manzana recién cortada, incitaba al deseo, a la perversión.

Se mordió el labio inferior mientras pensamientos lujuriosos y perversos le invadían la mente.

—Ahora sí estás lista —se dijo a sí misma y sintió como la humedad se iba abriendo paso desde su interior.

Un mensaje en el móvil le advirtió de su llegada.

—Siempre tan puntual —susurró, dándose una última mirada en el espejo y tomando su bolso, salió cerrando la puerta tras de sí.

Estaba arrebatadora, lo sabía por la forma en que él la miraba. La llama del deseo podía verse arder en sus ojos.

—¿Lista? —preguntó con esa voz sexy que tanto la excitaba.
Asintió con un movimiento de cabeza y se dejó guiar hasta el coche.

—La caballerosidad ante todo —pensó satisfecha, cuando lo vio acercarse para abrirle la puerta del lado del copiloto.

—Un momento —dijo él acercándose para crear una atmósfera de intimidad—Hay algo que debo hacer primero —y tomándola de la barbilla con una mano, la besó de aquella forma apasionada que a ella le hacía doblar los deditos de los pies.

Fue un beso ardiente, sensual. Su lengua la invadió con habilidad, jugando entre sus labios húmedos, impacientes por ser devorados. Sus manos, a juego con sus deseos la recorrieron de arriba abajo. Pellizcó sus pezones, hurgó entre sus piernas. La apretó contra sí en un intento carnal de fundirse con ella. Tan dominante como siempre, se detuvo justo cuando comenzaba a hacerla temblar de excitación.

—Aún no, tengo algo mejor preparado para ti hoy —le dijo cerrando la puerta del coche.

Ella lo vio rodear por delante el coche y disfrutó la vista. Era tan varonil, con aquel derroche de seguridad y poder. Lo siguió con la mirada hasta que subió y cerró la puerta.

—¿A dónde vamos? —él la observó un instante y ansioso, arrancaba a toda velocidad.

—Ya lo verás —respondió con una sonrisa perversa—. Pero mientras llegamos, quiero que te toques para mí.

La petición la sorprendió y la excitó al mismo tiempo. Si él quería verla, ella lo complacería. Comenzó tocándose por encima del vestido, pero él la detuvo.

—Así no, quiero que uses esto —le dijo extendiéndole una cajita envuelta en papel de regalo.

Cuando la abrió, se sorprendió Al ver ese juguetito. La sola idea de usarlo la excitó más.

—Quiero verte usarlo para mí —le dijo mientras le acariciaba un pecho con lentitud.

El toque de aquella mano la encendió.

Sintiendo el poder de su mirada, comenzó a masturbarse. Primero probó paseando el juguete sobre la tela del vestido, luego fue subiendo la falda hasta la mitad de los muslos; le escuchó contener la respiración y cerró los ojos subiendo un poco más aquella falda, hasta dejar su hermoso pubis a la vista, cubierto por un delicado triángulo de encaje y blonda.

La humedad impregnaba su ropa interior y eso a él lo excitaba.

con delicadeza bajó los tirántes de aquella diminuta prenda y le sintió exhalar con fuerza.

—Úsalo —le ordenó, pero ella ya había hecho lo propio.

Imaginaba que era él quien la poseía y la sensación la enloquecía. Gemía, jadeaba y se estremecía cada vez que empujaba el juguete a lo más profundo de su ser, hasta que logró lo que él tanto quería: Verla disfrutar en medio de un delicioso orgasmo.

Cuando abrió los ojos, estaban en el club.

—me encanta verte disfrutar, cariño —le dijo metiendo los dedos entre sus piernas para mojarlos con sus fluidos—. Y tu sabor… —susurró introduciéndose los dedos en la boca— es el mejor que jamás he probado.

—¿En serio? —él observó la sorpresa asomándose en sus ojos y asintió sin dejar de mirarla.

—Aquí está la prueba de lo que digo —y le llevó la mano hasta el bulto que le ceñía el pantalón de forma descarada.

Sentirlo así, duro a través de la ropa la excitó, haciendo que se mojara más. Quiso hacer de las suyas, pero él no la dejó.

—Todavía no —le dijo, mientras la acariciaba desde el rostro hasta la vagina con exasperante parsimonia, como si quisiera grabar toda su anatomía en la yema de los dedos.

La sensación la estremeció.

—Arréglate y ponte esto en los ojos , le ordenó, dándole una pañoleta.

Cuando estuvo lista, la fue guiando —pensaba ella—a la habitación. Sin embargo, llegaron a un lugar muy distinto.


Mujer sexy vestida de negro en muelle


El suelo bajo sus pies se movía con suavidad; si no hubiese estado tan atenta, tan excitada, quizá no lo habría percibido. El aroma del mar y el vaivén de las olas parecía que le hablasen en una letanía que la seducía.

De pié, sintiendo como si las olas la llevasen de la mano de un lado a otro, se entregó y se volvió su reheén.

Sus manos hábiles la desnudaron. La recorrieron y la descubrieron en zonas que ni ella sabía que fuesen así de sensitivas. En un momento extendió las manos, quería sentirlo, quería tocarlo ella también; pero él no la dejaba. De súbito en un arrebato de lujuria la hizo hincarse frente a él. Sintió en sus labios aquel miembro erecto, húmedo, palpitante. No hizo falta dar órdenes, ella sin pensarlo abrió la boca y con firmeza lo engulló. Presa de la pasión y el deseo, lamía, succionaba, devoraba cada centímetro de piel, como si en ello se le fuera la vida. Él por su parte embestía, ardiente, anhelante de aquellos labios que, apasionados, se entregaban sin reserva, transportándolo más allá del placer.

—Así, así…cómetelo, trágatelo —decía sin dejar de adelantar sus caderas con avidez, asiéndose con sus dedos enredados en aquella rizada cabellera.

Divino éxtasis sentirlo llegar con aquella intensidad, bañando su boca de aquella ambrosía tibia, exquisita, que a ella tanto le gustaba.

Con su sabor aún en el paladar, sus manos jugaban a dúo, frotando, apretando aquel miembro firme, deseoso de más caricias.

—Así, así…—murmuraba, mientras posaba su mano apretando la de ella con fuerza sobre su pene.

Un segundo estallido le hizo sentir la tibieza generosa de sus orgasmos correrle por toda la piel.

—Ven aquí —sintiendo aquellas poderosas manos levantarla con impaciencia y empujarla contra la cama, sonrió para sus adentros. Le había desestabilizado el autocontrol y eso le complacía.

La miraba con intensidad, recorriendo su cuerpo, aspirando su aroma. Imponente, separó sus piernas para dejarla a su merced.

Sentir aquella penetración imponente y majestuosa, fue un instante de total satisfacción. El dolor y el deseo mezclados en una misma sensación la iban elevando cada vez más alto.

—Así, así…te necesito, por favor…más…más —le pedía ella, delirante de deseo.

Sus pies como apoyo en aquellos hombros firmes, hechos para ser sentidos le brindaban la profundidad perfecta a sus embestidas insaciables.

—Más, más…—pedía entre gemidos y jadeos, mientras su clítoris se henchía de puro placer.

—me encanta que me pidas lo que deseas —le decía mientras la cambiaba de posición.

Ahora podía sentir el peso de aquel hombre estrecharla contra la cama. Se sentía vulnerable con la venda en los ojos, a merced de lo que él quisiera hacerle.

Sus dedos perversos la recorrieron de arriba abajo, erizando el camino de su espalda con cada toque. Sentir su miembro aún erecto, frotándose contra sus nalgas la seducía.

—Tienes un culo que me encanta —dijo sin dejar de balancearse frotándose contra su piel.

De pronto dio un respingo por instinto y se contrajo, cuando sintió sus dedos intentando entrar con delicadeza, abriéndose camino entre sus nalgas. Observando su reacción —que ya esperaba—, soltó la primera nalgada. La azotó con firmeza una y otra vez, estableciendo un ritmo casi hipnotizante. Con cada nalgada se mojaba; su cuerpo respondía y ella se sentía desconcertada.

Intentó juntar las piernas, cuando sintió que él se abría paso con la intención de penetrarla; pero no la dejó. Con su peso la aplastaba contra la cama, mientras iba entrando con lentitud, en un roce que resultaba casi insoportable de resistir. Poco a poco inició una serie de movimientos, profundos, intensos. Cada penetración la hacía gemir de placer. La sensación aumentó, cuando sintió por detrás aquellos dedos perversos hurgando en su interior; despacio, avanzando cada vez más profundo, sin prisas.

Se sorprendió así misma, deseando aquellos dedos una vez más dentro de sí, cuando él los retiró. Los quería, los deseaba.

Sin saber cómo, una llama se había encendido en su vientre, anhelante y por qué no admitirlo, perversa. Él lo sabía, solo había estado preparándola para lo que vendría.

Sin dejar de moverse en su interior, poco a poco inició la doble penetración.
Cada movimiento era una dulce tortura. No sentía dolor, solo la inesperada ansiedad de quererlo más y más dentro de sí. Ella confiaba en él, sabía que no la lastimaría, solo quería llevarla más allá del placer.

Su mirada se paseaba inquieta, experimentando cada una de sus reacciones y lo supo: estaba perdido por ella. Por su parte, ella dentro de sí sentía aquel orgasmo avanzar, creciendo de forma vertiginosa, haciéndose dueño de todo: su cuerpo, su mente y su corazón.

De pronto, ya no fue capaz de pensar. Una oleada ardiente le nubló el pensamiento. Sus gemidos se perdían en medio del rumor del mar y finalmente se dejó arrastrar al interior del volcán de sensaciones que apenas comenzaban.

En ese instante solo sentía, no pensaba.

Cuando comenzaba a recobrar el sentido, una lengua perversa le nubló nuevamente el pensamiento. Coordinada a la perfección con aquellas contracciones que aún abrazaban el dildo en su interior, aquella lengua la exploraba, la definía en toda su anatomía más íntima, como si la conociera de toda la vida.

No ppodía hablar, lo único que podía hacer era gemir.

—Así, Así, déjame beber de ti… —le decía él, usando aquel juguete para penetrarla profundo, mientras pulsaba en el sitio preciso. En un instante ya no escuchaba nada. Solo sentía aquella lengua lamiendo su clítoris, aquellos labios succionando con avidez, aquella presión interna que le aceleraba el deseo y entonces estalló. Estalló por fin en un orgasmo glorioso. Sintió brotar de su interior un mar de lujuria, mientras él bebía y saboreaba su triunfo.

—Eres mía, mi mujer perfecta —le decía mientras le acariciaba los pechos, jugando con sus pezones entre el índice y el pulgar.

Ella, incapaz de hablar, temblaba con cada roce, con cada beso.

Él, la besaba hurgando en su boca, mordisqueando sus labios, jugando con su lengua en una batalla que no estaba dispuesto a perder. Tan despacio como su deseo le permitía, fue besándo el borde de su mandíbula, descendiendo por aquella tersa piel de ese cuello esbelto, mientras seguía pellizcando sus pezones. La recorrió entera, haciéndola temblar cada vez más.

Retiró el dildo con sutileza y la volvió a besar. La sensación de su lengua y sus labios entre sus nalgas elevó nuevamente su excitación. La besó y la saboreó, como si apenas estuvieran comenzando.

Una vez más, ella se sintió arder de deseo.

—Tómame —le dijo poniéndose a gatas, ofreciéndose a él.

—Mía… siempre serás mmía…—susurró mientras sujetándola de las caderas, la atraía hacia sí para hundirse en ella con fuerza.

Presos del deseo, la pasión y la lujuria, se poseyeron mutuamente, hasta que quedaron vencidos por el agotamiento.


El sol que se colaba por la ventana del camarote la despertó. Por un instante se preguntó si todo había sido un sueño, pero no. Su cuerpo deliciosamente dolorido y él a su lado eran la prueba del magnífico cumpleaños que había tenido.

—¿lista para seguir celebrando, amor? —le preguntó él, mientras la abrazaba desde atrás y acariciaba sus muslos, ascendiendo con lentitud hasta donde él sabía la elevaría en un clímax que la dejaría algo más que satisfecha.

—Siempre lista, mi capitán —respondió separando un poco las piernas.

—Traviesa…

—Tal como te gusta —murmuró ella, girando el rostro para besarle y perderse en aquellos ojos verdes, profundos e incitantes.

—Entonces, prepárate a navegar — susurró, mordisqueándole la nuca.

—contigo hasta el fin del mundo, amor —dijo, y comenzaron un nuevo viaje a través de sus sentidos.


Pareja desnuda haciendo el amor


Fin.

¡Gracias por visitar mi blog!

Espero que hayas disfrutado esta nueva entrega y que vuelvas pronto.

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¡Hasta la próxima!

Las imágenes que acompañan este texto han sido tomadas de PIXABAY.COM

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