PASIÓN Y PLACER I. ROMANCE ENTRE DOS EXTRAÑOS (RELATO)

in #spanish6 years ago


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Prólogo

Hola, estimados lectores de la comunidad steemit, quiero invitarles a disfrutar de esta serie de relatos, la cuál he titulado "Pasión y Placer". Son relatos escritos con la intención de estimular la imaginación del lector. Una invitación a fantasear, através del erotismo, la seducción, el romance y la tentación, estableciendo un juego sensual entre la mente, las letras y el deseo que cada quien lleve en su interior, porque el sexo es inteligencia en acción.

Los textos han sido creados mezclando ficción y realidad, intentando —en la medida de lo posible, ofrecer historias de calidad que inciten la imaginación sin caer en la vulgaridad, ni en el uso del lenguaje, ni en las imágenes que acompañen las historias.

Espero de corazón que lo disfruten.


Eran las ocho menos quince. En solo unos minutos sabría si todo el esfuerzo había valido la pena. Estaba segura de que tendría sólo una oportunidad, ni más, ni menos.

Se sentía absurda, temblando por un hombre que apenas si conocía. No era adicta a tomar esa clase de riesgos, pero él había conseguido llamar su atención a tal punto, que o se arriesgaba, o estaría el resto de su vida preguntándose a que sabían aquellos labios y aquella piel.

—Era algo sexual, una pasión desenfrenada por la nueva moda de las redes sociales, donde todo el mundo se liberaba, creando una máscara que le permitía coquetear sin riesgos y sin compromisos —eso se repetía una y otra vez, mientras lo esperaba.

Las ocho menos cinco. Los nervios la atacaban. Hacía mucho no experimentaba una sensación igual. Comenzó a sentirse húmeda sin explicación aparente. Ese hombre le alteraba las sensaciones y aún no la había tocado.

El claxon la sacó de su ensimismamiento. Ahí estaba, aquel hombre que tanto deseaba. Lucía impecable y olía aún mejor.

—Lo había imaginado mucho más guapo —pensó para sí misma, mientras lo observaba con detenimiento. Era atractivo, sí; muy varonil, con la raza europea brotándole por todas partes.


Hombre atractivo


Poseía una sonrisa cautivadora, de esas que no puedes dejar de mirar porque salen del alma y no son una simple contractura facial. Tenía bonita voz, aunque lo mejor era esa cadencia al hablar. Esa que te envuelve como en un sopor profundo y embriagante. Casi no hablaron, a fin de cuentas no se habían encontrado para eso.

Durante el trayecto en el auto, ella intentaba imaginar cómo sería la noche. Una cena normal en un sitio muy discreto, luego a un hotel mucho más discreto; de esos donde los amantes se esconden para no ser encontrados.

Para no variar, él rompió una vez más sus esquemas, sus ideas y todo lo que hubiera podido imaginar. No hubo restaurante discreto, ni hotel discreto.

—¿Por qué te extrañas, si es un hombre de mundo y con suficiente dinero para darse el capricho que quiera? —pensaba mientras daba vueltas en aquella cabaña perfecta, perdida en el fin del mundo.


Cabaña en la montaña


Le invitó una copa de vino tinto.

—¡Que no se le ocurra preguntarme que clase de vino es! —pensaba, mientras sostenía la bonita copa en la mano. Ella sabía que como sommelier estaba perdida.

Imaginaba que él lo sabía porque solo la miraba pero no hizo ningún intento de preguntar nada. Solo la contemplaba detallando absolutamente todo. Por un instante la hizo sentirse desnuda.

—Ven —fue lo único que pronunció antes de que sus bocas se unieran en un beso ardiente y apasionado. Lo sintió en todo su esplendor contra sus caderas. Estaba firme, caliente y palpitante. No pudo aguantar la tentación de acariciarlo a través del pantalón. Sabía que eso aceleraría un poco las cosas. Así que comenzó a acariciarlo, apretarlo, y sin pensarlo, empujada por los jadeos y gruñidos que emitía al compás de sus caricias cada vez que lo tocaba, comenzó a zafar el botón y a bajar la cremallera de aquel pantalón.

No había exagerado cuando le dijo lo bien dotado que estaba. Sabía que a muchas mujeres les resultaba fea esa parte de la anatomía masculina, pero ella sentía un extraño placer al contemplarla. No hizo falta mucho esfuerzo para sacarlo de su envoltura. Estaba bastante firme y húmedo, más de lo que ella se había imaginado, porque siempre pensó que era ella quien en realidad estaba atraída por él.

Se inclinó y lo besó con delicadeza en la punta. Él dio un suave respingo y ella siguió en su tarea. Lo besó, mordisqueó y lamió con lentitud, tentándolo, provocándole un rato antes de introducirlo en su boca. Le gustaba hacer eso despacio. Explorar esa parte del cuerpo masculino no podía hacerse de cualquier manera. Además la de él en particular, era demasiado exquisita para no comerla poco a poco.

Como quien come un delicioso postre, ella lo devoró despacio y sin contemplaciones. Combinaba todo con sus manos, que pequeñas, se asían de aquel miembro viril, ansioso por ser aliviado de aquellas tensiones que cada vez lo hacían sentir más turgente.

—Era una delicia —pensaba mientras lo metía una y otra vez en su boca, empujando hasta sentirlo en su garganta;jugando con su lengua alrededor, mordisqueando su glande, todo el tallo hasta llegar a la base, terminando de lamer aquellas acompañantes tan suaves y provocativas.

Sus jadeos la incitaban cada vez más y más; sabía que luego de tanto no faltaba mucho para saborearle.

Sus gemidos llenaron aquel espacio y por fin sintió aquellas divinas contracciones que impulsaban lo que tanto estaba esperando. Disfrutó de aquella sensación, guardó en su memoria aquel sabor que, por un instante se le hizo un tanto dulce. Presa del momento, sin darse cuenta, se vio impregnada de su esencia como si fuese una impronta, una marca indeleble que llevaría por siempre en su cuerpo y su piel y aunque quisiese engañarse, también en su corazón.

Contra todo pronóstico, rompiendo de nuevo sus esquemas, él seguía firme, como si nada de aquello hubiera pasado.

Volvió a besarla y mientras tanto, con habilidad fue despojándola de toda su ropa. La contemplaba desnuda, tendida en la cama, mientras él terminaba de quitarse todo lo que pudiera estorbar. Entre tanto, ella jugaba con sus deditos imaginando que era él quien lo hacía. Estaba tan húmeda.

tan cálida era la sensación, que olvidó que él la observaba.

—Me encanta ver cómo te tocas —dijo de pié frente a la cama.

Ella siguió sin hacer mucho caso a su comentario. Él, movido por cierta lujuria, se acercó y separó sus piernas con suavidad. Comenzó a besarla con lentitud y sensualidad, desde la punta de los pies, hasta llegar a la ingle, rozando con sutileza aquellos labios que tanto anhelaba. Ella se acariciaba sin vergüenza, dejando escapar uno que otro gemido al rozar aquella zona sensible que él descubrió con rapidez.

Deseoso por complacerla, comenzó a lamerla con la punta de la lengua, jugueteando entre sus labios, succionando y mordisqueando muy suavemente, mientras bebía aquella infinita humedad que tanto lo excitaba.

Cambió de posición dejando a merced de ella toda su virilidad, firme, cálida y turgente, ansiosa de ser una vez más saciada por ella.

Aquella postura se le hacía siempre incómoda; pero era tanto el deseo y el placer que él la hacía sentir, que olvidó la incomodidad y se dejó arrastrar por completo.

Mientras él más se esforzaba, ella respondía de igual forma.

Cambiaron de posición; ahora ella sobre él tenía más control de aquella hermosa anatomía, lista para derramarse nuevamente en esa exquisita explosión.

Lo sintió contraerse; aquellos espasmos leves le hacían estremecer; lo sabía, era la señal de que estaba a punto de llegar al clímax. Intensificó los movimientos, las caricias, su lengua y sus labios atacaban sin cesar. De pronto, sin saber cómo habían vuelto a cambiar de posición. Él, entre sus piernas hacía lo propio para provocar en ella el más intenso de los orgasmos. Se dejó llevar por las sensaciones y por aquella lengua perversa que sabía cómo dibujar su anatomía.

Gimió de placer una y otra vez, mientras él la devoraba por completo, sintiendo aquel orgasmo arrollador.
La tomó por las caderas y la hizo descender a la altura de su entrepierna que, firme la esperaba para por fin apoderarse de ella.

La besó con pasión, casi con delirio.

—Quiero sentirte —dijo ella entre jadeos, presa de la excitación.

—Solo si tú te vuelves mi amazona, nena —respondió él con la voz ronca y los ojos brillantes.

En un instante, como si hubieran sido amantes de toda la vida, iniciaron aquella danza particular que solo ellos entendían.

Él, se sentía subyugado por aquella estrechez y ella, por aquella pasión abrasadora.

Mientras ella más gemía y se entregaba, él se hundía más y más profundo en su interior; mientras él más jadeaba y empujaba, ella lo cabalgaba con más intensidad.

Sus miradas se encontraron, sus almas se conectaron. Para él, ella era su amazona; para ella, él era el dueño de su cuerpo y su corazón.
No pasó mucho tiempo antes de que él la sintiera contraerse con fuerza. Con cada contracción de ella, el se dejaba arrastrar más hacia su interior. Por un instante pensó que perdería el control y que alcanzaría la cima del placer Sin poder evitarlo. Sin embargo, en un movimiento repentino, ella rompió la unión entre ambos un instante y tomó la iniciativa de ponerse a gatas sobre la cama, incitándolo a que la tomara de forma más instintiva y visceral.

Ella sabía que esa posición le encantaba y estaba dispuesta a darle todo el placer que él le pidiese, sin importar nada más.

Se adentró en ella con fuerza, tomándola de las caderas.

—Me hará explotar en poco tiempo —pensó al sentirse dentro de ella, tan cálida, tan complaciente, tan suya.

No solo lo excitaba su estrechez, esa forma de moverse y contraerse cada vez que él la penetraba. Le encantaba esa manera de gemir, tan intensa, tan sincera, cada vez que llegaba al fondo y la apretaba contra sí.

Ella se sintió subyugada por él; se dejó arrastrar una vez más, pero esta vez, no solo ella alcanzó aquel placer tan indescriptible. En apenas segundos ambos se sumergieron en un orgasmo compartido, un orgasmo sincrónico, un orgasmo perfecto; ese que solo está destinado a aquellos amantes que se entregan sin miedo ni reservas; esos que más que desearse, se aman.

Toda la noche transcurrió en descubrirse en medio de las sábanas, la alfombra, las sillas. Incluso al amanecer...


Una pareja compartiendo la cama


Eran dos cuerpos insaciables, anhelantes de sentir y experimentar todo, porque como siempre decía él:
Nunca sabremos si hay un mañana.
Fin.

¡Gracias por leer!

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¡Nos leemos la próxima!

Las imágenes utilizadas para acompañar esta historia han sido tomadas de pixabay.com


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