Pena

No sabía cuánto tiempo había pasado, una noche, varios meses, una hora; realmente no tenía idea solo estaba sentada viendo la luna. Algo dolía eso sí era seguro, no había tenido un accidente, nadie me había golpeado, no recuerdo como fue pero de un momento a otro no podía moverme y ese dolor no se iba.

Veo a una persona acercarse por la calle, yo por mi parte espero a alguien por eso es que estoy sentada aquí, no es a quien yo espero, pero esa mirada se me hace conocida, su ropa, su olor, el tono de su voz, sus ojos, todo en él es inquietante y tanquilizante a la vez.

-Tranquila - me dice mientras quita mechones de cabello de mi rostro- ya estoy aquí
-¿Quién eres?
-Eso no importa ahora, pronto me conocerás. Sígueme

Me levanto embelesada y camino calle abajo siguiendo de cerca a éste ser, no puedo llamarle hombre porque no creo que lo sea. Me toma suavemente de la mano y sonríe.

-Hemos llegado, entra, entra, la noche pronto acabará

Cruzo el portal de una pequeña casa, solo hay una silla de madera y una mesa pequeña, sobre ésta una taza con una bebida caliente y amarga que tomo por sugerencia de él, caigo en un sueño y despierto en mi cama.

-¿Madre? no llores, ¿qué sucede? no llores, aquí estoy, solo fui a pasear, ya regresé. ¡madre!

No estoy en mi cama, no puedo moverme, no puedo hablar, me desvanezco tengo frío, tengo sueño. Despierto en un lugar desconocido, es una habitación solo hay una vela en el suelo y frente a mí está nuevamente él, voy en su dirección.

-Tranquila, estas aquí

Su voz suave me tranquiliza y me inquieta, sé que hay algo raro pero creo que ya es muy tarde. Me recuesto en su pecho, la vela se extingue y desaparezco en la oscuridad.