La Tienda Cap.1 (El amigo fiel 1ª parte)-Texto original

in #spanish7 years ago (edited)

CAPITULO 1

El AMIGO FIEL

Lunes 12 de enero de 1948. Desde la ventana de la habitación del pequeño Tom se puede sentir el frío y la lluvia azotando el nuevo día en Londres, mientras la ciudad se intenta recuperar de los destrozos de la guerra y las familias tratan de olvidar el pasado mirando al futuro con optimismo y esperanza.
-Tom, Tom! levanta perezoso,-se le oye decir a Elisabeth sentada en la cama de este, mientras le acaricia el pelo y con voz dulce- que vas a llegar tarde a la escuela otra vez y sabes que a la señora Kohl no le hace ninguna gracia que llegues tarde. La última vez que fui a la escuela, me dijo que tenía que ser un poco más dura contigo y sabes que no me gusta nada...
La señora Kohl era la tutora de Tom desde que empezó en la escuela, de aspecto duro pero de gran corazón, aunque le tenía mucho aprecio al joven muchacho, no le gustó que éste no hace muchos días le gastara una broma un tanto pesada a uno de sus compañeros y llegara un par de días tarde a clase.
-Si Mamá, mmmm… -desperezándose- que rápido se hace de día, ufffff… es que anoche tenía muchos deberes y me acosté un poco tarde -mintió, bueno, una mentirijilla sin importancia. Lo que había pasado es que se había quedado hasta tarde leyendo un libro que le entusiasmaba de un tal J.M.Barrie llamado “Peter Pan “- pero si mamá, ya me levanto, lo siento.
Acto seguido, Elisabeth, se dispuso a salir de la habitación, no sin antes decirle lanzándole una mirada cariñosa.
-No tardes… -y bajó a la cocina a preparar el desayuno-
Lo que si no se atrevió a contarle a su madre de ninguna de las maneras, mas que nada, por lo avergonzado que estaba y sabiendo que ya se enteraría tarde o temprano, es que días atrás, encontró de camino a la escuela una pequeña rana en medio de la calle, que seguramente se habría escapado del estanque de la casa de los Brady, unos adinerados de la zona –esta fue la broma que no le gustó a la señora Kohl-. No le costó mucho recogerla del suelo y la guardó en el bolsillo de su chaqueta. Al llegar a clase la guardó en el cajón del pupitre de su compañero Jimmy Collins, con el que competía por la atención de la señorita Ivonne, la chica más guapa de la clase, teniendo tan mala suerte que ese día Jimmy no asistió porque estaba enfermo. Las clases fueron pasando y Tom se olvidó de su pequeña amiga. Al día siguiente Jimmy si que acudió a la escuela y al abrir el cajón de su pupitre, ya os podéis imaginar como estaba la pequeña rana, el grito que éste pegó y la cara de asombró de la señora Kohl al comprobar tan peculiar panorama no dejaba lugar a dudas, Branquias, como había sido bautizada, pasó a mejor vida. Tom se puso rojo como un tomate y el pobre muy apenado tuvo que reconocer su culpa.

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-¡Venga dormilón!-Se le oye decir a Elisabeth desde el pie de la escalera-. ¿No te habrás vuelto a dormir? Levanta ya o se lo tendré que decir a tu padre.
Tom, hijo único que a pesar de los duros tiempos que había pasado conservaba la inocencia y la alegría de un niño de 12 años. El pequeño Tom, con esa sonrisa burlona heredada de su madre, nariz respingona, ojos color avellana y pelo castaño, era un niño muy listo y un dormilón empedernido que odiaba madrugar. Tenía una pequeña cicatriz en la parte izquierda de la frente, un mal salto dado en la cama... cicatriz en la frente. Siempre se ha dicho que la curiosidad mató al gato, y Tom era muy curioso, por lo demás era delgado pero fuerte y eso si, valiente como su padre.
-¡Madre mía me he vuelto a dormir! –pensó-
-¡Si mamá ya casi estoy! ya bajo...-tratando de ganar algo de tiempo-
-No puede ser, maldito libro me tiene enganchado, esta noche no leeré hasta tan tarde...-volvió a pensar-
-¿dónde estarán mis pantalones...?
-Venga Tom que se te enfría el desayuno, y tienes que pasear a Lola...- volvió a insistir Elisabeth-.
Ella, era la madre y esposa que todo hombre querría tener. A sus 35 años y después de tanta miseria, parecía que por ella no pasaran los años. Su larga melena castaña, piel blanca, ojos ligeramente achinados de mirada inocente y unos labios gruesos, hacían de ella una mujer irresistible. Su bella sonrisa cautivó a un joven Robert varios años atrás y él siempre le decía que cuando la vio sonreír por primera vez, pensó que llenaba de luz la oscuridad del mundo y que tenia que ser suya costase lo que costase, ante lo que ella, siempre que le escuchaba decir eso, recordaba aquel momento y reía más y más…
Era profesora de música en un colegio, amaba el arte, y cuando podía, acudía al centro de voluntarios para ofrecer su ayuda a gente sin recursos.
Años atrás en su adolescencia sufrió un accidente que le impidió seguir en la escuela de danza, de no ser por eso podría haber llegado a ser una grandísima bailarina, pero al ver truncado su gran sueño se refugió en la música y siguió adelante, consiguiendo con el paso de los años graduarse y ser una buena maestra, muy a pesar de la opinión de sus progenitores, bueno, mas bien, de la opinión de su padre, que esperaba que siguiese sus pasos en la escuela de medicina. El era un afamado médico inglés y no veía con buenos ojos las alocadas ideas de su hija mayor, pensando –antes del accidente- en viajes con la compañía de baile, en obras de auditorios de medio mundo y -después de él- con sus sueños de ser una gran intérprete y poder enseñar al mundo algún día lo que para ella era lo más importante. En definitiva, eran ideas totalmente opuestas, pero como siempre, cuando algo se le mete en la cabeza a una mujer se sale con la suya, en esta ocasión, no sería diferente. Lo único que si logro cambiar sus sueños de viajes y demás, fue enamorarse locamente de Robert y posteriormente el nacimiento de su hijo. En definitiva, el amor.
Tom salió disparado de la habitación, bajo a la cocina y le dio un beso a Elisabeth.
-Perdona mamá –y cambiando de tema, para escabullir el bulto, añadió- menudo día hace hoy, dan ganas de no hacer nada, quedarse en casa y taparse con una manta en el sillón, ¿eh?…
Elisabeth lo miro pensando…
-Igualito que Robert, - y le dijo- anda vete a pasear a Lola que la pobre tendrá ganas de salir un poco.
A lo que este respondió…
-Dame va,-sonriendo- que anda que si hablara Lola o estuviera papá, te dirían lo mismo que yo. -Elisabeth se rio y Tom saco a la pequeña a pasear-.
Robert era un hombre tranquilo, valiente, fuerte y bien parecido, de cabello oscuro casi negro, ojos verdes y mirada penetrante. Era el segundo de cuatro hermanos y la vida lo había hecho un tipo duro. De familia humilde, había tenido una infancia difícil. Ya con 38 años a sus espaldas, vivió el horror de la guerra y combatió defendiendo a su país durante los años más duros como aviador de la RAF Inglesa y licenciándose del ejército con honores, ya que se enfrentó y derribó el solo un escuadrón Alemán cuando habían abatido a sus compañeros. En su juventud no fue buen estudiante y le hubiera gustado ser mecánico de coches, pero las necesidades económicas de su familia se lo impidieron y tuvo que trabajar junto a su padre en unos astilleros junto al Támesis, para conseguir unas pocas libras y sacar a los suyos adelante. Lo que él no sabía, que un día yendo a su lugar de trabajo conocería a la que sería su esposa unos años después, pero esa, era otra historia.

Imagen Pixabay

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Super super interesante!!!! me encanta

Muchas gracias @suorbe ;):) me alegra que te guste
saludos

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