Su Dedo Índice — Relato erótico

Acercó su boca a la mía, pero no tocó mis labios con los suyos. Con su mano izquierda en mi espalda, acercó el dedo índice de su mano derecha a mi barbilla y la elevó. Entonces resbaló la falange del dedo por mi cuello, acercando su respiración al recorrido. Mi piel se erizaba por donde él recorría su dedo, su mirada, su aliento. Siguió bajando, lentamente, y al tropezar con la cinta del sujetador, elevó, con su mano izquierda, mi espalda, curvándome el cuerpo. Siguió deslizando su dedo y, entre su tacto y su aliento, el roce de su pelo bajó hasta mi cintura y luego siguió por mi vientre, preñándolo de deseo, hacia mi pubis.

 
Yo, entre sus manos y en sus manos, arqueé aún más mi cuerpo, hasta que sentí la presión de su boca húmeda sobre la ropa que aún me cubría.

Elevé mi mano y tiré de un extremo de su corbata desanudada. En un impulso de su cuerpo, me senté sobre sus piernas y le fui desabrochando, uno a uno, los botones de la camisa, hasta el último, mientras le acariciaba el cuello con mi boca. Le empujé sobre el colchón y desabroché su cinturón y el botón del pantalón que, un momento después, caía al suelo sobre la ropa que le había cubierto en aquel evento tan formal.

Todo se convirtió en nada cuando nuestras miradas se atravesaron y nuestras bocas comenzaron a devorarse mientras un juego de brazos, piernas, y ondulaciones de nuestros cuerpos desmontaron el mundo para sumergirse donde el amor y la pasión se abren al abismo en el que, inevitablemente, hay que dejarse caer vencido por el placer, convertidos en un sólo ser, en un mismo cuerpo.
 

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Este pasaje surgió en una novela que comencé hace algún tiempo, se bloqueó, y ahora está cobrando vida de nuevo, aunque con algunas variaciones.

 
Gracias por leerlo, amigos. Espero que lo hayáis disfrutado.