Es un placer para mí compartir con vosotros un nuevo capítulo de mi libro iniciático «Conversaciones en la Hoguera del Conocimiento».

En esta ocasión, vamos a experimentar que, efectivamente, «los ojos son la ventana del alma».

Como siempre, todo comentario es bienvenido.

—A veces, al mirar a mi pareja a los ojos siento que accedo a un mundo ulterior en el que él deja de ser persona. ¿Es esta sensación razonable?

—Mira a los ojos a la persona que tienes delante, mantén la mirada y pierde de vista su cara, olvídate de quién es. Mírale ‘por primera vez’ y tu ‘yo’ entrará en contacto con el suyo. La conocerás y, a través de ella, te conocerás tú, descubriendo cuánto te ignorabas.

—¿Con qué estoy tomando contacto cuando hago eso?

—Al hacer esto accedes al lugar donde los dos existís en vuestro estado más puro. Donde ‘sois’ de verdad, ese lugar que está detrás de las apariencias, de las características puntuales de esa persona. El lugar que trasciende lo bueno y lo malo que él es, donde no hay doblez ni artimañas. El lugar donde se ‘es’.

  »Surgirá de ti un amor que trasciende todo lo que conoces de él.

—Háblanos más de ese lugar, por favor, Xehntea.

—En ese lugar viven todas las personas que conoces, las que te gustan y las que no. Y allí, todos sois inocentes, todos sois amigos. Todos sois compatibles. Y todos esos que ‘sois’ allí, conformáis el ‘Uno’ que se disgrega en este mundo en diferentes personalidades, a través de las proyecciones materiales.

  »Habrás llegado al alma de esa persona. Y sabrás que has llegado con tu alma, así que te reconocerás tú también en tu estado puro, conocerás a tu ‘Yo Soy’. Y sabrás que eres un pedazo de Dios porque el Uno que verás que formáis todos procede de la Fuente, de Dios.