NADIE SABE DE LA GOTERA - Reflexión

Hace apenas un par de semanas se casó una vieja amiga, le escribí para felicitarla y desearle éxitos en esta nueva etapa de su vida, ella respondió muy cariñosamente el saludo, y me dice: "en estos días paso por tu casa para que me des unos consejos".

El único consejo que se me ocurre, es que no le escuche consejos a nadie. Sí, así, sin consejos, sin nadie opinando. Yo llevo 14 años de matrimonio, 8 años previos de noviazgo, y la clave ha sido mantener a todo el mundo a raya, nadie opina, nadie se mete, si alguien insiste en opinar lo oigo, pero no llego a escucharle, aunque lo observo, observo su vida, sus éxitos o fracasos, sus realidades.

¿Por qué? Porque si te detienes a evaluar a las personas que te dan un consejo de pareja, son divorciadas o solteras; las que te lo dan de economía, están quebradas; las que te hablan de autoestima y felicidad, generalmente lloran solas comiendo helados frente al televisor, aunque su Instagram diga lo contrario, las que te quieren decir cómo educar a tus hijos, o no los tienen o se le escaparon de las manos hace rato. Mientras más alguien te quiere convencer de que alcanzó el Nirvana, es cuando más lejos está de él y más perturbada está.

Nuestras acciones son las que terminan siendo modeladoras de la conducta de quien nos sigue, enseñamos con el ejemplo, más que con las palabras. Opinar deliberadamente de la vida de los demás desde afuera, es una posición muy cómoda, pero poco objetiva, bien reza el refrán nadie sabe de la gotera sino quien está dentro de la casa.

Generalmente las personas se sienten con el derecho a juzgarte, de decirte cómo actuar ante determinada situación, incluso hay personas que llegan a ver en ti la falla o defecto que no logran identificar en su vida personal, pero que insisten en corregir en la tuya, porque se sienten moralmente habilitados para ello.

A estas alturas sería ideal plantarnos frente al espejo y ensayar la idea, tendríamos las 2 perspectivas, quien aconseja y quien es aconsejado. Capaz y se pierde así esa desaforada mala costumbre de meter la nariz donde no se debe.

Bien dicen que más ayuda quien no estorba. ¿Usted quiere ser feliz? ¡Viva su vida y vívala a plenitud!, y a otro si quiere que la sufra por usted.

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