La curiosidad de los niños

La curiosidad de los niños, ¿por qué es importante estimularla y no frenarla?

Los niños son personas jóvenes que están en los primeros años de su vida, personitas que están aprendiendo del mundo en el que viven y no dan nada por sentado. Para los niños, todo debe tener una explicación, un por qué. Son curiosos, pues ¿cómo no sentirse intrigado por todo lo que está a su alrededor?

Nadie nace aprendido, todos en algún momento pasamos por esa fase donde queremos saber por qué el entorno es como es. Al crecer, gran parte de lo que nos rodea pasa a segundo plano y dejamos de darle importancia a los pequeños detalles pero en la niñez, todo importa. Y todo lo que se ve, debería tener una explicación, una razón de ser o estar.

Un niño puede sentirse interesado por el color del cielo, por cómo se hacen los televisores, por cómo nacen los niños y un millón de cosas más.

Es probable que en algún momento un niño, ya sea un sobrino, primo, hijo o nieto se les haya acercado con una pregunta que no saben cómo responder o les parece tonta. Pero, seguramente, esa pregunta no es para nada tonta. Solo que como uno, posiblemente, conoce la respuesta y nos parece algo banal, la pregunta nos deja la misma impresión. Pero recordemos que es un niño y quiere conocer el mundo que le rodea.

Los niños aprenden por observación y por experiencias propias o vicarias. Es decir que nuestras experiencias o nuestra percepción del mundo les ayudará a entender un poco más lo que les rodea, les estaremos transmitiendo conocimiento y ayudándolos en su aprendizaje.

Pero puede ocurrir que no respondamos a las preguntas del niño, que ignoremos su afán de aprender. Y lo estaríamos perjudicando, porque no sabemos cuál puede ser su reacción ante tal hecho. Quizá pierda el interés por hacer preguntas, quizá su curiosidad disminuya porque siempre que pregunta es ignorado o quizá solo se quede con la duda y ya. No obstante, ¿en serio costaba tanto responder esa pregunta? Tan genial que es ver sus caras cuando su super pregunta es respondida, ¡se les ilumina el rostro!

En tal caso, que de una pasen a ser muchas incógnitas, pues se pueden responder todas las que se puedan y luego tranquilizar al niño o hacerlo pensar en otra cosa. "Mañana podamos continuar hablando de eso, ahora regresa a jugar".

Ahora bien, al transmitirle una información a un niño lo correcto es hacerlo según su edad y su nivel de maduración. Eso sí, sin subestimar al infante. Puede que el pequeño sea mucho más inteligente -o pilas, como decimos en Venezuela- de lo que pensamos. Si creemos que lo que pregunta es algo muy fuerte para su edad, pues toca suavizarlo un poco para que pueda digerir la información y comprenderla.

También es importante confirmar que el niño ha entendido bien lo que se le ha explicado, por lo que después de la explicación sería bueno preguntarle qué se le ha dicho. De manera que podamos entender nosotros, desde su perspectiva, lo que él nos preguntó con anterioridad. Si entendió bien, preguntarle si tiene más dudas o si eso es todo por el momento y si no entendió bien, explicarle de nuevo -de una forma más sencilla- y realizar el feedback por segunda vez.

¿Ven que no es tan difícil?

Yo les entiendo, yo era de las que pensaba que los niños preguntones eran un fastidio. ¡Pero son solo niños! Y quieren comenzar a conocer lo que les rodea, tal cual lo hicimos nosotros años atrás. Hay cosas que ellos aprenden solos pero hay cosas que aprenden gracias a nosotros, los adultos.

Por lo que es importante que pongamos un granito de arena en la formación de todos los niños. El futuro está en sus manos y en las nuestras está el educarlos bien. Es indispensable saciar su curiosidad de la forma correcta, no frenar los deseos por aprender que poseen sino alimentar ese deseo para que siempre disfruten de aprender cosas nuevas.