Narciso y el flujo del deseo

Number 6, 1949. Jackson Pollock

Yo soy Narciso, la flor. Afuera de mí no hay lo material. Soy el hombre del cálculo de los retrógrados asincrónicos, de la existenciaridad voraz e hipertélica en que refluye la Nada, que desafía al mismo sentido del sinsentido. No hay dónde contemplarse: el río ahora es la Nada; la piedra donde se desgañita Eco es la Nada que no coincide con su cuerpo partido. Ya no hay oposición al Sol ni a los planetas y lo que soy, lo fui y lo seré. Yo soy narciso /LA FLOR SIN MENARCA/ el recuerdo sin ánima, el precipicio alterno a los sentidos, el que se contempla a sí mismo en un hartazgo infinito que no tiene porque cesar, cuyo movimiento simula lo intransitivo sin llegar a convertirse en lo inmanente. 

Lo mío es la historia del desbordamiento, de la posesión violenta, de los remolinos que ahogan a la madre de la asfixia momentánea de los estertores de la muerte que no muere y así queda preñada; lo mío es el coito asexuado envuelto en vapores hediondos de orden y caos, de símbolos, miedos, traiciones y emasculaciones que generan amores incestuosos; nuevamente, se trata lo mío, de los inmensos ríos que, siguiendo el ejemplo de los padres, pueblan el mundo con la voluntad y el deseo de las carnes de sus hermanos. Ahí nazco yo; de ahí que mis humores sean inmateriales y que mi cuerpo haya perdido sus órganos, que el consuelo de la soledad de mi existenciaridad sea el recuerdo de mis orígenes /EL CUERPO ESQUIZOFRÉNICO/ y el flujo lento de mi propia belleza sea para mí la esencia que me permite seguir con vida. ¡Oh esencia! –porque soy la flor, nunca la máquina–, ese es mi cuerpo sin órganos: el que ahora, inherente a su interior vacuo, puede perpetuar el frío que lo desborda, que posee violentamente a la Nada, que ahoga plácidamente los sonidos de la amante. YO SOY NARCISO: detrás-adentro-fuera-delante-de-mí NO HAY NADA. 

Entonces. ¿Qué hay que descomponer –destruktion– si no quedan fantasmas históricos sino orígenes, y ahí mismo está la Nada? ¿Qué arreglar, en dónde y cómo, lo que se muestra como evidencia ineluctable de mi impecable perfección? La hermenéutica de un cuerpo sin órganos, en donde el frío es lo único que se desborda; ese delicioso frío interior que quisiera engullir aquello que ya no existe, que quizá nunca existió, a aquello que no es y que quizá nunca fue. La hermenéutica de un tiempo incesante, voraz, hipertélico, monogramático. La hermenéutica del movimiento determinable desde siempre para siempre, harto de la Náusea de su determinabilidad diaria. ¡Ha que lo mío es también el origen –en el sentido del comienzo– de la patafísica! Soluciones imaginarias a un cuerpo, que en el contexto de su hiperfinalidad, ya lo ha dicho todo. ¡Y lo mío también es el origen de la oncometafísica existencial! Soluciones cruentas, sanguinarias, supra-marginales a lo que no es y no existe, a lo que está siendo y no debe estar siendo.   

Corolario de un punto más:   

Ella tiene derecho a perder el control. Experiencia infinitamente superior a toda la experiencia de esos parásitos doctores que la han encerrado. Cuerpo que por fin fluye en su deseo y lo que brota es todo ese material que ha permanecido atorado por años. Flujo de la menarca existencial, del devenir mujer. Su arrebato es un triunfo no un retroceso: no hay fantasmas en su acting out sino involución inmanente que por fin siente como le desborda. ¡Ha parásitos que no entienden que por fin ha tomado la determinación de construirse un devenir femenino, que por fin ha descubierto que el cuerpo existe para experimentar! Su pérdida de control por fin da sentido a su existencia; pero no el sentido maligno del sujeto-parásito-doctor que quiere ver en ella un trastorno afectivo bipolar que explica su experimentar. No, perdida de control que asume con su propio ser, es la determinación y asunción de un estar siendo. Hecho valiente. Mujer por fin, puedo asegurar que está despertando de un sueño plagado de fantasmas, es el rizoma al huevo donde todo fluye: ética deleuzeana contemporánea de su gozo y sufrimiento.