La fractura del signficante: crisis semiótica o patología psíquica

in #spanish8 years ago

 Superb Illustrations by Marco D’Alfonso.



Aquello que significamos, debemos fracturarlo, romperlo de manera no consciente, justamente para connotarlo y darle un sentido primordial en la cadena de significantes. Es decir, de todo aquello que acumulamos a través de lo que precede y procede, en algún momento de la construcción de sintagmas debe ser roto en algo sin que el sujeto sea capaz de reconocerlo. Y en lo que a mi respecta, existe una duda clara si se trata de un error semiótico o de una patología psíquica. Porque después de esta fractura, la cadena de significantes carece de sentido en relación a sus sintagmas, pero aún funciona en relación a las connotaciones de los significantes. Y aún ese fracaso semiótico lo es sólo si percibimos a la elaboración de signos como una operación causal y no como algo que se produce ajeno al propio sujeto y sus intenciones. Y el sujeto sufre. Primero sufre porque se trata de falta de momento de coherencia en su mundo significado; pero también sufre porque esa falta de coherencia temporal es en sí aquello que el sujeto ha decidido connotar. ¿Qué pasa cuando, como dice Lacan, el significante remite a una diversidad de significados? Y más aun, ¿qué pasa cuando ese significante ha sido roto? Una pequeña fisura, tan diminuta que resulta imposible, a simple vista, verla. Se trata de un diamante cuyo defecto es imperceptible pero ahí esta, y el reflejo de la luz siempre será defectuoso. Verán, cuando el significante predomina sobre el significado, no es el significado el que esta corrupto sino el significante. Cualquier intento, digamos por ejemplo, la psicología cognitiva conductual, por redefinir el significado carece de valor dado que lo corrupto no es lo que significamos, sino aquello que significa a lo que significamos. Y no pienso discutir la utilidad, probada por diversos estudios, de la terapia cognitivo conductual, pero ¿qué remienda? ¿Un error semiótico o una patología psíquica? ¿O remienda uno de los múltiples reflejos de un diamante defectuoso o deshace, mágicamente, la fisura que posee el bello diamante?


Yo digo, no sólo que existe una prominencia del significante sobre el significado sino que el significado no es más que una torre de babel. Múltiples connotaciones que no llevan a ninguna parte, que no sólo carecen de coherencia sino que no son congruentes con la realidad del sujeto. Ahí nace la angustia. No importa qué significado se le de a un signo dado que el significante esta roto, el hecho es que permanecerá como un fantasma en el psique del sujeto.


El hombre no es más que lenguaje, los objetos son palabras y las palabras terminan, al final de la operación cognitiva, siendo fantasmas que sirven como defensas frente al goce del Otro. El hombre es la ilusión semiótica de las proyecciones fantasmales del goce de aquello que ha sido fracturado. ¿Por qué fracturar al significante? ¿Y qué del Otro lo hace tan espeluznante como para que el hombre renuncie a su propio lenguaje al grado de entregárselo a la satisfacción del Otro. Porque el Otro no es, como dice Freud, sólo aquello que busca satisfacer la pulsión. No. El Otro es también un ente semiótico pero que no guarda referencia y que, al contrario, anula las referencias entre el significado y el significante.


El intento del psicótico de mantener al signo forcluido de cualquier significado no funciona no porque el signo no sea capaz de forcluir sino porque el significante ya ha sido entregado al Otro antes de que siquiera el sujeto tuviera consciencia del signo. De ahí que en el psicótico se dé una escalada de referencias cada vez más profundamente subyugadas al goce del Otro. El intento del psicótico de regresar al estadio en que el signo es la figura fundamental de la estructura semiótica no deja de ser sólo un intento porque, aun la forclusión, no puede eliminar esa fractura del significante; no podría aun borrar al significante, con fractura y sin ella. El psicótico regresa a lo imaginario pero eso imaginario no es otra que cosa que lo simbólico metamorfoseado. La locura del psicótico no es tanto sus alteraciones sensoperceptuales sino su empecinamiento por borrar la cadena de significantes que se ha puesto en marcha desde el momento en que el sujeto se sometió a la voracidad del objeto. Por eso, en la parafrenia o en los trastornos delirantes, u aun en el trastorno esquizoafectivo, no son tan desenfrenado los síntomas psicóticos en general como lo son en los brotes psicóticos o la esquizofrenia. La diferencia es que el parafrénico, el delirante y el esquizoafectivo han construido una nueva cadena de significantes que sustituye el imaginario con un nuevo simbolismo donde se preserva la preminencia del significante sobre todo lo demás. El psicótico agudo, el esquizofrénico, en cambio, no aceptan que los sintagmas están más allá de ellos: esa lucha, esa pelea feroz contra el lenguaje es lo que termina por hacer que domine la incoherencia y la incongruencia y terminen sin construir un modelo simbólico que remplace el perdido. Sin embargo, el imaginario del psicótico también esta construido de lenguaje: el lenguaje del loco, del que se niega a sí mismo y su postura trágica como victima su historia.


¿Qué puede hacer el discurso en el psicótico? ¿De qué forma puede el lenguaje construir nuevas salidas en un sujeto que niega el lenguaje como hecho fáctico? De ahí que el psicoanálisis diga que el psicótico es incurable. El psicótico es incapaz de elaborar un discurso que contenga la cadena de significantes pero eso no significa que el significante no este ahí, fracturado ahí, atrapado en algún lugar. Lacan se equivoca al decir que se forcluye la ley del Padre: nada se forcluye sino, como él mismo dice, adquiere otra dimensión en su propio significado. De ahí, creo yo, la crítica más agria sean la de Deleuze y Guattari quienes han percibido el verdadero sentido de esa construcción semiótica: el rizoma que va más allá de los límites del signo hasta lo aórgico y lo hipertélico: mas allá de los límites del signo. Si el mundo actual, psicótico, no pasa por tal, no es porque no lo sea a los ojos de cualquier médico capacitado sino porque ha encontrado el secreto de confundirse a si mismo en el juego de las referencias: reciprocas, indiferentes, múltiples, insignificantes en relación al significado. Sí, no hay un sentido en el mundo y eso hace que la psicosis del mundo pase desapercibida. Pero de igual manera, el mundo no puede escapar de ese significante fracturado, roto, que connota de diversas formas múltiples significados desde un partido entre Boca Juniors y el Cruz Azul, hasta la reunión en Davos o la muerte del hermanastro del dictador norcoreano.

En este sentido, nadie más ilustra de manera más clara la situación del mundo como lo hace Baudrillard en sus Estrategias Fatales. Y no es mi intención hablar de un libro que lo dice todo sin necesidad de traductor.


La pregunta al final de todo esto es por qué esa necesidad de fracturar el significante para lograr connotar aquello de lo cual huimos. Renunciamos al sentido para darle un lugar a un signo que en principio está muerto por sus componentes, tanto significante como significado. O sólo, quizá apelando a la fórmula gestáltica de que el todo es más que la suma de sus partes, lo cual, por otro lado tiene el defecto de que el signo en sí, ha sido corrompido desde el momento en que se construyó. Al final deja la misma duda: ¿Por qué esa fractura no consciente en la estructura semiótica del sujeto? ¿Qué clase de fascinación terrorífica induce el Otro, el Gran Otro o la fantasía de la realidad, del tiempo y el espacio? ¿Por qué la despiadada lucha contra la probabilística, el juego y el azar; la estadística y los números que nada entienden de algo tan fundamental como lo es el sabotaje? La realidad nos desborda con sus paradigmas, sus censuras, sus triunfos y sus promesas, pero detrás de todo ello sólo somos sujetos a merced de un objeto que todo lo domina, que nos ha hecho fracturar lo único que nos hace propios: el lenguaje. Quizá exista el día en que podamos hablarnos mediante significantes y construir signos donde los significados no nos juegen la mala pasada de la realidad. Mientras tanto escribo estas letras, desmenuzando, atrayendo hacia mí significados, aun cuando sé que están cargados de incoherencia y que sólo me acercan al nido de la locura, donde el signo es imaginario, y lo símbolos los ven aquellos que observan, enceguecidos la radicalidad del psicótico, del melancólico, de la anoréxica, del maniaco-depresivo.

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