El sujeto, la transubstanciación, consubstancialidad y otros fantasmas

in #spanish8 years ago

Martín Lutero. 



Ser alguien. El deber de la forma y la materia. Hilemorfismo del espíritu humano que se transubstancia en ética para devenir, ¡por consubstanciación!, en brazos y piernas de los sistemas sociales: derecho del hombre de ser alguien en su medio social. También es la dialéctica de lo universal (forma) y lo particular (materia) en el hombre que debe ser alguien. Y debe dado que ahí está, aunque no se le reconozca; no importa que Foucault diga que el sujeto es un concepto histórico y construido; ni Althusser, con su crítica al materialismo histórico del proceso sin sujeto. La ética no es sustancia, es transubstanciación. La del sujeto que se asume en cuanto a una fe de la totalidad del deber de la forma y la materia en ese alguien que se es en cuanto a sujeto de ética. 


Y ser alguien. Porque la ética del sujeto también deviene en forma y materia, en sustancia y accidente, para determinar su estado de pertenencia al Mundo, es decir, sus deberes y derechos en aquello a-que lo sujeta a una identidad. Entonces soy alguien. Asunto de fe también –la moral ante la ética–, al final resulta una comunión consubstancial entre en el soci y el sujeto: de la transubstanciación del hilemorfismo humano en ética a la consubstanciación del sujeto de ética a la sociedad, es, como aseguran Foucault, Althusser y Lacan, la construcción de lenguajes y apología de lo determinado que hay en un sujeto circunscrito por esas leyes lingüísticas y de la historia pero indeterminado, paradójicamente, por su contingente de identidad. Identidad que además es marginal –dado que se trata del muerto no muerto, consubstancial y unidad de transubstanciación–, al final todo se reduce a metáforas, metonimias y simbolismos que terminan por transformar esa identidad marginal en el hombre marginal que es el debe ser alguien que es el muerto que no está muerto que es el Otro que es lo anómico y anormal que es el objeto de deseo –en su estructura primordial– del todo totalizado gracias a una virtud promiscua y expresado como un fantasma del Yo no identificado en el Otro espectral. 


Ante la identidad marginal –que es unificadora y conciliadora– surge la alteridad como refutación a la ética del hombre muerto no muerto, del sujeto del debe ser alguien que no es –fantasma también de la disyunción del Yo y su singularidad que determina la angustia. Así se determina lo indeterminado y así lo indeterminado determina la dialéctica del sujeto a ser alguien aprehendido en el rol particular; ya no la virtud promiscua sino la virtud de la posibilidad del Otro. Ruptura con la sustancia, la alteridad retorna al ser alguien de su estado escindido a una identificación plena con la dialéctica de lo marginal que ya no es el Otro sino el Yo viviéndose en el Otro y de esta forma trascendiendo al muerto que no está muerto, al fantasma que encarna el sistema lógico que demanda a ese ser alguien


Ser alguien indeterminado por la alteridad del Otro que es el Yo diferenciado de su propio sujeto, sin ética y sin moral. ¡No hay consubstancialidad ni evento transubstancial porque no hay sustancia que determine a un sujeto! Lo que queda es el Yo simbólico en el ser alguien que es el Otro que no podemos aprehender.     

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