El genio maligno de la Masa y los planos de Consistencia

in #spanish8 years ago

Rodhesian Bush War: 64'-79'




Ante la diversificación, paradójicamente, creamos un plano de consistencia, una unidad cartográfica de inmanencia. Evidentemente son líneas, longitudes y latitudes, en un mapa molar de agenciamientos que no son íntimos, subjetivos, sino que están vinculados a esa multiplicidad a la que responden los agentes colectivos a los cuales nos enunciamos. A saber que el sujeto no produce enunciados sino es a través de agentes que sincronizan las multiplicidades que le atraviesan y, por lo tanto, los agenciamientos no tienen un significado subjetivo o de necesidad sino un plan relacionado con el placer –es decir, una ausencia de trascendencia. El sujeto no puede enunciarse por simple unidad epistemológica, a saber que el sujeto se es ajeno a sí mismo. El ejemplo es la enunciación del alcohólico, del esquizofrénico, del drogadicto, del anoréxico cuyo devenir es el deseo consecuente de su propia alteridad biopsicológica pero que ya ha sido territorializado por un agenciamiento maquínico, no social no corporativo, sino colectivo. Es decir, que el alcohólico, el esquizofrénico, el yonki, el anoréxico ha sido enunciado, y aunque él mismo comparte esa enunciación –se sabe la máquina yonki– no es del todo del el sino de los agentes que le otorgan la forma y fondo del alcohólico, del esquizo, del yonki, del anoréxico; y no sólo eso: la enunciación no puede darse en el ámbito de la masa sino de la manada, donde justamente la alteridad da esa percepción de diversificación particular.  

Hay una diferencia fundamental en esto, una distinción vital entre lo social-corporativo y lo colectivo, a saber que aquí no hablamos tanto de masas sino de manadas. La masa molar es también un plano de composición que busca desterritorializarse a sí mismo, a su voluntad masiva (lo social-corporativo) y crear ese mapa molar (colectivo y relacionado a los enunciados o a la enunciación de la manada). Se trata, a final de cuentas, de un proceso cognitivo inmanente; de ahí que sean composiciones, consistencias frente a las multiplicidades y a la diversificación que dan la sensación de trascendencia. El sentido de la inmanencia también esta relacionado con el mapa molar del sujeto que es incapaz de enunciarse a sí mismo y es adoptado por estos agentes maquínicos que le dan voz a las líneas que se sitúan en el mapa. Así, todo agenciamiento que sobreviene a un plano de consistencia es, ante todo, un enunciado de manada y una caracterización del placer como fuerza de determinación y no la necesidad molecular de crear vínculos organizacionales o trascendentales. En este sentido, el placer es más una cuestión de intensidades que de estratos y no se trata tanto de una calca masiva como de un mapa particular determinado por esas longitudes y latitudes de intensidad. El placer, así, escapa de la unidad-manada. Y habría que preguntarse si es en la manada o en la masa donde se manejan intensidades o viceversa, la manada o la masa estratificada. Una masa estratificada y porosa por donde fluye la inmanencia, también escapa de la manada pero no del deseo. La manada es incapaz de enunciar a la masa. No hay, tampoco, agentes de enunciación, capaces de abarcar a la masa, de determinar su situación inmanente o trascendental. En este sentido Baudrillard es brillante al hacer una semblanza del genio maligno de la masa y reconocer que, como tal, esta fuera del alcance del conocimiento; más aún, figura su propio conocimiento, subjetivo, como si la masa pudiese operar como manada y como agente que se enuncia a sí misma a sabiendas de que no está diciendo toda la verdad.

Ante la diversificación creamos el mapa cartográfico que identifica las unidades que componen el cuerpo inmanente y aun así también hacemos líneas de fuga para explicar lo que escapa de ese plano de consistencia. Aun el Cuerpo sin Órganos que construye el esquizofrénico traza ciertas líneas que van más allá del ¡propio cuerpo! Claro que el cuerpo es un mapa de inmanencia. Las líneas de fuga son constructos de los agentes de enunciación para darle el espacio físico a los mapas a los cuales recurrimos ante la necesidad de escapar de la diversificación. Esto porque las líneas de fuga, a pesar de su tendencia escapar, tienen un comportamiento homogéneo, inmanente; no escapan a ninguna lado que no sea, en última instancia, el deseo. Lo que Deleuze y Guattari llaman Cuerpo sin Órganos no es más que deseo; y, efectivamente, el deseo es inmanencia o un Cuerpo sin Órganos con su arquitectura y plástica propia, con sus leyes de enunciación aun cuando escapen a la lógica de la física psicoanalítica o de la física cartesiana; a saber que toda máquina tiene un plano que explica la forma en que se activa o se inactiva, produce o no.  

Vamos que no estamos diciendo nada del otro mundo: se construyen los Cuerpos sin Órganos. Todos los días, millones de individuos, elaboran un mapa de consistencia: el depresivo, el obrero, el empresario, el político, el esquizofrénico, el estudiante. Ante esto los agentes colectivos son representantes de manada y agencian los Cuerpo sin Órganos ante una urgente necesidad de escapar de la Masa. Lo único que no es sujeto de deseo es la masa, y es a la Masa lo que la física llamaría un agujero negro. Pero aquí hay que decir que se trata de una doble pinza porque aún en la masa el enunciado persiste en lo colectivo. Así se constituye en máquina de deseo. A saber que cualquier sujeto, incapaz de enunciarse, es una máquina de deseo que se somete a la manada, y funciona como tal, se dispersa de tal forma en su plano inmanente: las líneas de fuga son desterritorializaciones de ese mapa cartográfico determinado por latitudes y longitudes. El comportamiento en la manada, del sujeto, ha sido enunciado y pertenece a ese plan de consistencia que se requiere para escapar de la masa que mata al sujeto. Ante esa percepción de muerte es que el sujeto construye su Cuerpo sin Órganos, donde el flujo se da en todas direcciones posibles, en donde esa doble pinza externa pueda conciliarse internamente. Por eso, y sólo por esos, se construyen los Cuerpos sin Órganos, para darle al deseo un plano de consistencia. Ante la sensación de trascendencia, que ofrece la diversificación del deseo, se construye el plan de consistencia. Pero sólo es apariencia: el deseo no diversifica, no se vuelve segmentario, no estratifica; pero también, a diferencia de la masa, no se ocupa de sí mismo ni se objetiva. El deseo solo son intensidades en un plano de consistencia propio del deseo. La masa, al contrario, no reconoce planos, no reconoce inmanencia; su comportamiento es hipertélico, oncogénico. El genio maligno de la masa es justamente esa sensación de diversificación, pero es una doble pinza. Todo sujeto, incapaz de enunciarse, lo sabe y constituye un mapa de consistencia: el oficinista, el taxista, el lechero.

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