La llegada de nuestro hijo era el inicio de una nueva vida llena de esperanza e ilusiones, aquel camino recorrido que conllevado a sufrimientos, temores y expectativas, comenzaba a tomar un nuevo rumbo, esa personita inocente pero poderosa por los sentimientos que lograba aflorar en mí, se convirtió en mi razón para vivir y volver a sonreír. Recuerdo como si fuera ayer aquel momento que fue dado de alta, por mi condición no pude ir hasta la clínica a buscarlo, de eso se encargó mi esposo y hermana, yo esperaba ansiosa en casa de mis padres no veía el momento que llegarán, como madre solo quería estar a su lado, sin embargo la espera fue un poco larga, entre papeleos y despedidas en la clínica el tiempo pasaba, ya sabía de antemano que el personal que laboraba en el retén se había encariñado con el bebe que días tras días recibía tratamiento pero que llamaba su atención por su hermosa y abundante cabellera negra adornada con un mazo de cabello blanco. Por fin llegó el gran momento cuando fue puesto en mis brazos, llena de emoción supe con total seguridad que él me pertenecía, que ni las enfermeras ni las circunstancias me apartaría de él, fue hermoso cada momento, a pesar de mis dolores por la cesaría y mis complicaciones yo disfrutaba cada instante, a veces por horas lo miraba continuamente convenciéndome de su presencia y de esa felicidad que significaba su llegada a nuestras vidas.

Los días pasaban y con ellos se sumaban cada momento a su lado, unos muy buenos y otros no tantos, las que son madres me entenderán un poco más, ya que son testigos del gran compromiso que implican sus cuidados; en mi caso me fui a casa de mis padres, porque mi casa estaba en construcción y mi esposo se quedaba para atender los compromisos con los trabajadores, me tocó asumir de alguna manera sola la responsabilidad de sus cuidados, claro tenía durante el día la ayuda de mi familia y amigos cercanos, quienes me apoyaron con lavar sus ropitas, sus teteros, bañarlo y darle de comer, pero cuando llegaba la noche como era lógico, todos se iban a dormir, y allí empezaba mi papel de madre, mi bebé solía dormir todo el día y en las noche solo quería llorar y comer , lo que me obligaba a salirme del cuarto y pasar la noche en el comedor de la casa acostada en una silla de extensión poco cómoda con él sobre mi pecho, era la única forma de que se quedara dormido, en muchas ocasiones lo acostaba en su cunita y se despertaba llorando sin parar, yo con pena de que mis padres se despertaran lo tomaba y lo colocaba en mi pecho y allí por varias noche amanecía fuera del cuarto. Esto requería de sacrificios y muchos esfuerzos a los cuales estaba dispuesta, sabía que dormiría, comería y dedicaría tiempo para mí, siempre y cuando las necesidades de mi hijo estuvieran cubiertas, pero todo esto era retribuido con la dicha de su existencia.

Ya en casa con la compañía de mi esposo, juntos empezamos a disfrutar de su crecimiento, una de las cosas que personalmente yo disfrutaba era el amamantarlo, un momento único que me permitía el forjar una relación amorosa de cálido afecto entre madre e hijo.

“Un bebé necesita que su madre lo tenga cerca, necesita sentir la textura de su piel, oír el rítmico golpeteo de su corazón y que ella le hable suavemente. ¡Qué mejor modo se ha provisto que éste, de que una madre tenga a su bebé contra su pecho y lo amamante!” - WatchTower Library

Ver sus primeras sonrisas manifestarse con la presencia de sus hoyuelos en ambas mejillas, nos atrapaba en momentos de suspiros y emociones. Mi esposo se convirtió en un padre dedicado y protector, asumió la tarea de manera voluntaria de levantarse a darle de comer cuando se necesitaba por las noche, me expresaba que era una manera de compensarme por todo lo que me había tocado vivir, me sentí muy agradecida por su apoyo incondicional; este fue permanente y como pareja le dimos muchos momentos de felicidad a nuestro pequeño hijo.

Nuevamente nos toca tomar decisiones importantes, como les mencione, ambos trabajabamos y mi reposo llegaba a su fin, me tocaba regresar a mis jornadas rutinarias antes de ser madre y esto implicaba nuevos cambios, era muy difícil tener que dejarlo a cuidado de una persona que contratamos para atenderlo en casa, era como entregarle lo más valioso que teníamos a una persona extraña que no teníamos la garantía plena de cómo serían sus cuidados, nos carcomía el miedo de que fuera maltratado o abusado como tantas veces sucede o se oye por allí, solo tenía cuatro meses y medio y se me rompía el corazón saber que tendría que separarme de él por casi diez horas, en las cuales no podía amamantar ya que mi trabajo era jornada corrida, solo teníamos una hora para comer y la distancia de la empresa a mi casa era bastante larga, fueron momentos muy duros ,llenos de incertidumbre, ansiedad y angustia, deseando que el tiempo pasara rápido para poder regresar a casa y asegurarnos de que todo estaba bien.

Nuevamente mi vida había sido maltratada por una espina de aquella rosa.

Para nuestra tranquilidad y con el correr del tiempo supimos que fuimos afortunados de poder conseguir a la persona correcta, la joven fue honesta y llego amar a mi hijo como una segunda madre, se convirtió en un miembro más de la familia, esta ganó nuestra confianza y supimos que estaba en buenas manos. Sin embargo esto también trajo a mi vida muchas lágrimas, porque mientras yo dedicaba horas y horas a mi trabajo me perdía momentos importantes de la vida de ese pequeño, quien tenía una madre sustituta a quien aferrarse, pero que poco a poco también se convirtió en una persona muy valiosa para él. Tengo muchos recuerdos triste de cuando llegaba a casa cansada después de una larga jornada de trabajo y quería hacerle cariño a mi hijo y él en ocasiones me rechazaba, sentía que era una extraña, mientras la relación de ellos dos crecía y se hacía mucho más fuerte. En ocasiones cuando a ella le tocaba pasar días con su familia, él lloraba desesperado, me toco tranquilizarlo muchas veces y en oportunidades quería irse con ella, a lo cual nosotros por complacerlo aceptamos en algunos momentos.

La reflexión para esta ocasión es especialmente para los padres, quienes a veces pensamos que con cosas materiales garantizamos el bienestar de nuestros hijos y desperdiciamos la verdadera esencia de esa relación, la cual debe ser forjada con atención, prioridad, dedicación y por supuesto mucho amor, de allí la garantía de convertirnos en verdaderos padres y amigos de nuestros hijos.

Cada una de las fotografías fue tomada por una cámara kodak, posteriormente fue revelado el rollo y escaneado a través de CamScanner