El arte de...

El arte de saber que hacer y ¡hacerlo!

El arte de saber cuando irte, y ¡hacerlo!

A veces la vida o el destino, como prefieras, nos pone en situaciones detestables, que no se lo desearías ni a tu peor enemigo; esas situaciones dejan un residuo que progresa a medida que las superas. Es decir, que la primera vez, a duras penas te das cuenta que es una situación horrible; la segunda y tercera vez, ya sabes como esquivarlas o hacer el “pare”; en la siguiente, te das cuenta de que simplemente puedes dar media vuelta y marcharte -¿Cómo lo sabes?, pues, te entra un instinto asesino, caracterizado por un calorcito en el pecho, y el bombeo de tu corazón acelera-, pero a todas estas decides quedarte, “porque algo mejor puede ocurrir”.

En esta última fase, es donde está el problema -que más quisiera yo, que siguiera de forma instantánea a la anterior-, y es romper esa barrera, ajustarte el pantalón o la falda, armarte de valor, e irte ¡pal’ coño!

Y es que el instinto asesino no nos deja pensar bien: creemos que es mejor quedarnos, porque supuestamente va a ocurrir algo mejor y ¡no!; no te deja ver que ganas más al irte. ¿Cómo gano más si me voy?, sencillo, si realmente algo bueno va a ocurrir, pasará, y si te vas no te vas a perder de nada, porque esa situación te hará volver, de ser necesario; pero si te vas, sin pensar dos veces, tendrás tu frente en alto, tu dignidad queda intacta, y eso, sea cual sea la circunstancia, es ganancia.

¿Por qué es un arte?, porque no cualquiera lo entiende, no cualquiera lo hace, no cualquiera desobedece al Academicismo. Y con Academicismo, me refiero a las pautas impuestas por la sociedad; que me “obligan” a quedarme, aún así yo no quiera permanecer allí, por equis motivo.

Hay una imagen -de esas súper trilladas, que aparecen en todas la redes sociales, un lunes en la mañana con un pie de foto diciendo: “Feliz lunes y que tengan una feliz semana”- que me hizo reflexionar, dice, más o menos: si no te gusta algo, cámbialo, no eres un árbol; el punto es que… si algo no me gusta, tengo la capacidad de cambiarlo, ya sea si me voy, si me expreso, o si manipulo la cuestión en sí; y lo aplico cada vez que puedo, porque no hay nada que valga más que mi bienestar y tranquilidad como para quedarme en un lugar o situación desagradable.