Su canto nos amamanta, encanta la médula de los arrozales al sable de una monición vitae, compendio de la historia a los vértices de tu árbol la visión discute; Sin su calor, incluso la dicha se va de viaje a tierras esclavas. Sabes mejor que yo como brilla el silencio, ya que todo lo grande del mundo habla contigo; Partiendo de allí me tomo un minuto para ir hasta ti. Como las olas en un estanque, así flota desde la raíz, un hilo; Por la corteza, sujeto al agua solar. Despidiendo las horas consolidadas al magnetismo de tus sienes, una sola dirección de algas y musgos resuena en la pared, al hacer eso, tu boca de aguja zurce miles de años.

De noche, tanto en acento de guitarra como en el mismo vapor que junta la canción a tu vida, amándote hasta la muerte pasaré la eternidad; Porque plantamos al término de un compás viajero, las horas que el ritmo da.