Crónica sucia de Caracas

Leo mucho pero aún así soy incapaz de citar correctamente un título y tengo una tendencia antiperiodística de intercambiar nombres o recordar solo el segundo.

Comenzando a escribir esta nota me vino a la mente Crónica sucia de La Habana de Juan Pedro Gutiérrez, cuando es Trilogía sucia de La Habana de Pedro Juan Gutiérrez.

En su momento me encantó, apreciaba -con una mirada esnob, como de citadinos que pagan por un tour a una zona marginal- aquella narración donde se mezcla la suciedad, la pobreza, la delincuencia, la santería y el sexo, filtrada con una postura existencial de quien ve la vida pasar sentada en el portal de una casa derruida.

Hace pocos días alguien comentaba cómo estaba afrontando dos meses sin agua en un apartamento de una zona residencial caraqueña, y recordé una escena de esa Trilogía que tenía que ver con lanzar las heces desde una azotea -al edificio no le funcionaban los drenajes o algo así- les dije que leo y leo, y solo tengo ideas nebulosas, quizás hasta me la inventé.

De ahí vino el título “Crónica sucia de Caracas” donde hay suciedad, pobreza, delincuencia, brujería y el sexo en alguna parte.

Aquí va cómo escribiría esa escena:

Comentó el régimen marcial que había impuesto a su familia. Me pareció un asco pero debo admitir que su sistema funcionaba -si no para la sanidad del edificio y circunvecinos, sí para su propia tranquilidad-, y me limité a oírla como hipnotizada.

Su imagen de estricta ama de casa no correspondía con la que se iba formando en mi cabeza.

-Cada uno tiene un envase de plástico, con su nombre. Julio le inventó un asa con un alambre a la tapa del desagüe del baño.

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Las instrucciones fueron dadas, cada quien, hijo, hija, hija y esposo, debían hacer pipí -número uno- en esos envases y vaciarlos en el centro piso.

El número dos-pupú- se hace sobre papel y luego se deshecha en bolsa plástica desde el bajante de la basura del apartamento.

Concluyó con un lamento, un inconveniente: La más pequeña de la casa se rebelaba contra el papel y la bolsa. Y con ella se hizo una excepción.

Fotos: Silvio Loreto