Después de tanto tiempo sin escribir en la web, vuelvo a tocar una computadora para compartir con esta red mi forma de ver el mundo a través de mi óptica móvil o recién adquirida cámara réflex. Hace poco (bueno, una semana en realidad) empecé un viaje por carretera de la cordillera de América del Sur (Venezuela, Colombia, Ecuador, Perú y finalmente Argentina). Fue un viaje no tanto por turismo sino por desesperación para escapar de Venezuela. Escribo estas líneas ya estando en Perú con wifi estable, un buen baño después de tantos días y la calma de una comida caliente con tiempo de sobra. Muchas de las líneas ya presentadas fueron escritas en el bus y guardadas en un borrador de google. Otras líneas las agregué hoy mismo.

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Día 1: Venezuela

Me sentía fuera de mí, el mar de sentimientos se encontraba en reposo, ya no habían altas y bajadas de ánimo, solo una neutralidad que no movía ni una ola pero a leguas de notaba su agresividad interna. Cada parada o policía acostado en la vía eran razones suficientes para despertar el yunque que pesado caía sobre mi sistema digestivo. Me preguntaba cuando esta inapetencia se iría y podría comer de nuevo normal. También me preguntaba, claro,en cada posible alcabala de la guardia nacional, dónde guardar mis dolares, el dinero que este "pueblo" lambuceo que nos "defiende" tanto quiere. La batería del celular se agota y aún quedan horas dentro de Venezuela.

Cojedes Potencia -logro leer a través de la ventana en la que la carretera se ve oscura- ese no es mi país, me quedé sin país.

No puedo dormir, cerrar los ojos por doce minutos, luego ocho, a veces dos, no es dormir. Todos me dijeron que el primer tramo, Venezuela, era el tramo venenoso, aquel en el que tu sangre tendrá más adrenalina que glóbulos rojos por al menos tres días. Veo haciendas, bastos terrenos improductivos, algunos privados después de las expropiaciones. Me siento una vaca yendo al matadero... O tan solo un humano, que nunca ha viajado y no sabe a dónde llegará.

Migratorio

Un pasado inesperado me contactó por correo, lo leí inmóvil, resople un par de veces, su voz ya no era la misma, ella ya no era nadie. El tiempo oxida, los puentes se quiebran. No borré el correo porque en estos momentos yo no soy yo, lo guardé en la etiqueta travel de google, no porque este viajando sino porque es una de las carpetas que no está a simple vista y prefería no tenerlo cerca cada vez que revisara el correo.

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Así pareció ser el tramo en Venezuela, dejar atrás un pasado, un atraso.
Hicimos solo dos paradas, fui invisible para los guardias nacionales que con "el honor" como su única divisa registraban yo robaban el dinero de al menos dos mil quinientos venezolanos que al día cruzan la frontera a pie (luego hablaré de estas estadísticas). Nadie me vio ni me registró, fui con un grupo grande que unidos permanecimos todo el viaje (también luego subiré los retratos de esta gente que hizo el viaje tan ameno).

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—FIN—

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