Relatos de diario — Acompañamiento: en amor y soledad

Llevo mucho tiempo sin escribir relatos de diario, seguramente a este texto le hará falta mucha edición y quizás no transmito bien los diálogos, la estructura de la historia, las descripciones del lugar, la escena y la construcción del personaje pero sentí que debía volver a escribir un relato de diario después de tanto tiempo y más con esto que me pasó. Este relato lo compartiré con múltiples fotos en blanco y negro de arquitecturas y escenas urbanas muy contrastadas que nada tienen que ver con el relato.

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La tarde moría lentamente. Los quehaceres del bar ya los hice y ningún cliente entraba. Recorría pasillos y el teléfono buscando qué hacer y nada encontraba. Hasta que entró Pablo, cuyo apellido no recuerdo. Un hombre con la clásica calva de cincuenta, camisa manga corta en un verano acalorado y un bloc de notas. Pidió un café. A los pocos segundos pidió si podíamos encender el aire acondicionado. Así hicimos. Se quedó más de una hora en una mesa de cuatro siendo el solo. Par de veces nos comentó que antes este bar solía estar lleno. Mi compañero y yo respondimos ambas veces que se debe a la temporada que a esta hora este tan vacío, el calor de enero en el sur hace que nadie quiera salir de sus casas.

Cuando se acercó a pagar su cuenta, empieza a sacarme conversación y muy sutilmente empieza a venderme una idea de negocio que tiene. Habla de la soledad. Me pregunta que si mucha gente suele venir sola al bar. A lo que respondo que sí. Ya para estas alturas, mi compañero se sumergió en su celular sin prestar atención a las preguntas y respuestas de este curioso señor.

El señor hablaba con mucha pasión acerca de la felicidad y del amor, como de esos que hablan y venden lo que no tienen, pero sentí algo genuino de su parte. En su mirada sentía que me conocía o que me hablaba directamente a mí, de algo que él conocía de mí y yo no sabía que él sabía. Su idea de negocio consistía en un servicio de acompañamiento para aquellas personas que toman un café a solas y tienen ganas de hablar. En ese momento debí dejar de preguntarle o darle ideas pero no pude, sentí que si trataba de ignorarlo me reiría de sus ideas así que le seguí la conversación y pregunté si lo pensaba como una aplicación de encuentros. Se quedó mudo por unos segundos y su expresión dudosa reinó en la conversación hasta que dijo que no lo había pensado como una aplicación sino más bien como unos vídeos.

En ese momento olvidó su idea de negocio y me empezó a preguntar por aplicaciones. Hablé de tinder y aplicaciones del estilo citas por cómo se podía asociar a su idea de gente sola, tratando de no estar sola, o sentirse sola. Le comenté que podía pensar su idea de ese estilo pero enfocado a los encuentros no amorosos o sexuales sino para charlar de algunos temas. Por dentro me reía de la sugerencia. No creo en el proyecto, pero seguí hablando y escuchando.

...Y como si lo hubiesen abducido y puesto otra mente en ese cuerpo, empezó a hablarme de lo que el humano sigue y sigue buscando. De cómo el amor es inherente a nuestra naturaleza y es lo que seguimos buscando, imaginado, queriendo, pensando...

Tuvo un monólogo mientras mi cara oscilaba entre afirmación y neutralidad reflexiva que iba más o menos así: "... Porque no importa que laburo tengas, quizás no eres feliz pero no lo dejas porque lo necesitas, porque si lo dejas no consigues otro. Puedes tener a tu familia pero decidiste irte, ya no vives con ellos, están pero no están, están pero ya no es lo mismo. Amigos van y vienen, los ves, te alejas, los ves y así —hizo gesto de una función sinusoidal—... Pero el amor. ¡Ah! Esa es otra historia. Siempre lo buscas no? Lo sufres? Hasta cuándo vas a seguir sufriendo? Será que no has resuelto problemas del pasado, de esos que se atornillan en tu mente cuando aparecen sin ser llamados? Siempre vas a recordar que te dejaron? Al final la gente se cansa de buscar." Todas preguntas retóricas que hacía hacia el aire, hacia el vacío del techo que nos cubría pero al mismo su mirada se quedaba quieta en la mía. Mientras recitaba este curioso y muy personal monólogo me fijé en su mano izquierda y tenía un anillo en su dedo anular. Me dio la impresión de esos señores viudos que conservan sus votos o divorciado pero aún enamorado. Sentí que su monólogo era para él, su propia vida, su pasado proyectándolo en mi mirada ahogada en penas. Y fue así, como también lo sentí para mí.

"Esas ganas de encontrar el amor de tu vida, eso es lo que nos mueve, pero sufrimos, pensamos: ¿qué si ya lo encontré y lo dejé ir? O peor, ¿qué si ya deje de buscar?"

...Terminamos hablando de podcast por el posible parecido a la idea que él tenía de acompañar a gente solitaria. No recuerdo exactamente los diálogos o línea de ideas de cómo llegamos pero sin duda la soledad le seguía apasionando. Hablamos de cómo matamos el tiempo escuchando ideas ajenas y otras opiniones cuando nos cansamos de la música, de ver una pantalla, de sentir el vacío del zapping de otras aplicaciones o de la vida misma que nos aleja de pensar. Para él, un podcast es la excusa perfecta que nos recuerda cuánto buscamos y amamos pensar, a pesar de que día a día lo dejamos de hacer. Se quedó pensativo un tiempo y olvidó —de nuevo— su idea de vídeos con tono de autoayuda para los que necesitan acompañamiento en un café. Pensó en el audio, me dijo que quería decirle a la gente:

"Piensa en ti, piensa en qué te hace feliz ¡piensa para ti! ¿en qué quieres pensar? ¿qué buscas pensar? ¿en qué quieres pensar? ¿en qué quieres pensar? ¡en qué quieres pensar!"

Su mirada se iluminó y le pregunté que si por ahí iría el título del podcast. Dijo que sí, pensativo pero con cara de "comprendido" por primera vez en mucho tiempo. Se abre la puerta y entran unos clientes. Me dice que vaya a atender, se presentó con su nombre y apellido, solo recuerdo "Pablo". Me dio las gracias por las ideas, por mi tiempo y mis palabras. Pagó, sin dejar propina. Se marcho.

Escribo esto sin saber cómo sentirme. Algo identificado, confundido, pero identificado. En mi mente retumban varias frases de él y entre ellas las que tienen dualidad: "¿¡Hasta cuándo nos quedamos enganchados en un amor del pasado!?" Casi salta la barra y me agarra del cuello diciendo: "¡reacciona!" Pero luego hablaba de que el amor de nuestra vida solemos dejarlo ir, perderlo, por nunca luchar lo suficiente.

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—FIN—

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Hecho por @erkj03

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