Evangelio del domingo TO20 A

in #spanish7 years ago (edited)

Evangelio según san
Mateo XV, 21-28

Domingo de la 20.ª semana del Tiempo Ordinario
En aquél tiempo,
aliendo Jesús de allí, se fue a las partes de Tiro y de Sidón. Y he aquí una mujer cananea¹, que había salido de aquellos términos, y clamaba, diciéndole: Señor, hijo de David, ten piedad de mí. Mi hija es malamente atormentada del demonio.

Y él no le respondió palabra. Y llegándose sus discípulos, le rogaban y decían: Despáchala, porque viene gritando en pos de nosotros.

Y él respondiendo dijo: No soy enviado sino a las ovejas, que perecieron², de la casa de Israel.

Mas ella vino, y le adoró, diciendo: Señor, valedme.

Él respondió, y dijo: No es bien tomar el pan de los hijos³, y echarlo a los perros.

Y ella dijo: Así es, Señor⁴; mas los perrillos comen de las migajas, que caen de la mesa de sus señores.

Entonces respondió Jesús, y le dijo: Oh mujer, grande es tu fé; hágase contigo como quieres.

Y desde aquella hora fue sana su hija.
Biblia de Scio
Sort:  

¹ San Marcos la llama griega sirofenicia, porque esta provincia que estaba entre la Palestina y la Siria, era en aquel tiempo poblada del resto de los antiguos cananeos, que usaban la lengua y ritos de los griegos, introducidos por los reyes de Siria, sucesores de Alejandro.

² Esto es, para reducir y convertir a los judíos cumpliendo las promesas hechas por Dios a Abraham y a David. Esto lo decía para probar su fe, y en el mismo sentido habló después a la cananea (v. 26).

³ Así eran mirados los judíos por el particular cuidado con que Dios los gobernaba como Padre; y los gentiles, al contrario, eran reputados como perros por la impureza de sus costumbres, y por su idolatría.

⁴ Así es, Señor, como lo decís; pero después que los hijos se han saciado del pan que les es debido, los perrillos que andan alrededor de la mesa recogen aquellas migajas que se caen o que sobran a los hijos; como si dijera: Yo, Señor, conozco que los judíos son los hijos y los señores; y yo siendo gentil, solamente me considero como una vil perrilla. Por tanto no pido la plenitud de gracias, que es debida a los hijos, sino un desperdicio solamente de vuestra mesa, algunas reliquias o sobras de los milagros que podéis obrar en favor de los judíos. Estas palabras llenas de humildad, de modestia, de fe y de prudencia, movieron al Señor a que alabase su fe, y le concediese lo que pedía.
Biblia de Scio

Catena Aurea:

  • San Juan Crisóstomo. El evangelista la llama cananea, a fin de hacer ver la influencia que en ella ejercía la presencia de Cristo. Los cananeos que habían sido expulsados para que no pervirtieran a los judíos, se mostraron en esta ocasión más sabios que los judíos, saliendo fuera de sus fronteras y acercándose a Cristo. Mas esta mujer, luego que se hubo acercado a Cristo, no le pidió más que misericordia. Por eso sigue: "Y clamaba diciéndole: Señor, hijo de David, ten piedad de mí".
  • Glosa. Gran fe se nota en estas palabras de la cananea: cree en la divinidad de Cristo cuando lo llama Señor y en su humanidad cuando le dice hijo de David. No pide ella nada en nombre de sus méritos, invoca sólo la misericordia de Dios, diciendo: "Ten piedad". Y no dice ten piedad de mi hija, sino de mí, porque el dolor de la hija es el dolor de la madre y a fin de moverlo a compasión, le cuenta todo su dolor. Por eso sigue: "Mi hija es malamente atormentada por el demonio". En estas palabras descubre ella sus heridas al médico y la magnitud y características de su enfermedad. La magnitud, cuando dice: "Es atormentada malamente" y las características por las palabras: "por el demonio".
  • San Agustín. Parece haber una especie de contradicción entre lo dicho anteriormente y la narración de San Marcos que dice que cuando vino la mujer a suplicar por su hija, se encontraba el Señor en una casa. Puede desde luego creerse que San Mateo no habló de la casa y sin embargo, contó el mismo hecho. Pero como él refiere que los discípulos dijeron al Señor: "Despáchala, porque viene gritando en pos de nosotros", parece indicar que la mujer dirigió sus súplicas al Señor cuando éste iba andando. Debe, pues, entenderse este pasaje en este sentido: La mujer entró en la casa donde estaba el Señor, puesto que San Marcos dice que el Señor estaba en una casa; pero después de las palabras que refiere San Mateo: "Y no la respondió". Durante este tiempo de silencio (puesto que ningún evangelista dice si continuó el Señor en la casa) es de creer que el Señor salió de aquella casa. Así se enlaza todo perfectamente y desaparece toda diferencia entre ambos evangelistas.
  • San Jerónimo. Son ensalzadas la fe, la humildad y la paciencia admirables de esta mujer. La fe, porque creía que el Señor podía curar a su hija. La paciencia, porque cuantas veces era despreciada, otras tantas persevera en sus súplicas. La humildad, porque no se compara ella sólo a los perros, sino a los cachorrillos. Sé -dice- que no me merezco el pan de los hijos, ni puedo tomar sus alimentos enteros, ni sentarme a la mesa con el Padre; pero me contento con lo que da a los cachorrillos, a fin de llegar, mediante mi humildad, hasta la mesa donde se sirve el pan entero.
  • Remigio. Estas palabras nos ofrecen un ejemplo de la necesidad que hay de catequizar y bautizar a los niños. Porque no dice la mujer: salva a mi hija, o ayúdala, sino ten compasión de mí y ayúdame. De aquí viene la costumbre en la Iglesia de prometer los fieles la fe a Dios en lugar de sus hijos pequeños, por no tener éstos la razón y la edad suficientes para hacer a Dios esa promesa y así como por la fe de esa mujer fue sanada su hija, así también por la fe de los fieles se perdonan los pecados a los niños.
  • San Jerónimo. ¡Admirable transformación de las cosas! En otro tiempo estaban en Israel los hijos de Dios y nosotros éramos los perros. La diversidad de la fe cambia algún tanto este orden. Después (en el tiempo en que se cumpla el misterio de la pasión) se dirá a los judíos: Muchos perros me han rodeado (Sal 21,13) y nosotros oiremos con la mujer cananea estas palabras: "Tu fe te ha salvado".
  • San Agustín. El no venir el Señor a las casas del hijo del centurión y de la mujer cananea, significa que las naciones a donde El no fuere, alcanzarán la salvación por medio de su palabra. La curación del hijo del centurión y de la hija de la mujer cananea mediante las súplicas de sus padres, es figura de la Iglesia, que es madre de todos los miembros, que son sus hijos. Porque se la llama madre de todos los hombres que la componen y éstos llevan, por lo mismo, el nombre de hijos

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