Hasta que los algoritmos nos separen (Parte 1/3)
Pasaban de las dos cuando había tomado mi tercer espín junto a mi segunda copa. Las siguientes bebidas de la noche, vendrían acompañadas de aperitivos comestibles, tal como lo imponía la nueva regulación de drogas blandas. Mis ansias, por acudir a la pista de baile, aumentaban por instantes. La creciente aglomeración de pisadas sobre la tarima, ya era suficiente para permitir una multitud de efectos multimedia tridimensionales, diseñados por el pincha-escenarios favorito del momento, debido a la transformación piezoeléctrica de la energía utilizada en cada paso de baile.
Aquel era el lugar preferido para chatear para, aproximadamente, el setenta y nueve coma setenta y un por ciento de los usuarios, según una encuesta en la que acababa de participar, aportando mi uno coma ochenta y un periódico mixto por ciento a favor de la mayoría. No obstante, mi atención visual, había sido sucumbida por la hermosa tez morena de la sesera de una joven, que portaba un largo y voluminoso cabello teñido de transparencia y que pertenecía al veinte coma veintinueve por ciento complementario.
Su mirada, estaba oculta por una pantalla de microled, incluida en la versión más pijotera de gafas de realidad aumentada jamás inventada, la llamada “ojos de moda”. En su lugar, unos ojos de tigresa domada, que confundían al software de reconocimiento facial instalado en mis lentillas y configurado para buscar coincidencias en imágenes subidas a la red, fluctuaban en direcciones aleatorias, con una velocidad proporcional al movimiento de su cuerpo.
Sus labios, teñidos de un pintalabios compuesto de nanorobots, reflejaban longitudes de onda del espectro electromagnético, que oscilaban entre los seiscientos y seiscientos cuarenta nanómetros; magnitud cromática que evaluaba la frecuencia de los latidos de su corazón.
Su vestimenta no pasaba desapercibida ni para el más impasible de los observadores. Dos pantallas textiles, enlazadas con una cinta anudada en forma de lazo, cubrían la parte delantera y trasera de su tronco. Proyectaban colores fluorescentes y eran recorridas por la silueta de un pez con el color de sus carnes. Esto se conseguía mediante multitud de diminutas cámaras giratorias, incorporadas tras la pantalla, que captaban la imagen de su epidermis, para mostrarla sobre la figura. Cuando el pez surcaba sus senos, observando la silueta, se podía ver a través de su cuerpo, ya que las cámaras de la espalda retransmitían, debidamente, la imagen que captaban al otro lado del local.
Parecía divertirle bailar bruscamente, ocasionando que su minúscula falda, se levantase por completo. Cuando esto ocurría, una sensual pintura de Dalí, proyectada holográficamente, en el momento preciso, desde su cintura hasta el suelo y admirable desde cualquier ángulo, escondía sus más ocultos secretos.
Pero sin lugar a dudas, uno de los motivos por los que me sentí especialmente atraído por ella, se correspondía con la media de resultados, de todos los test de afinidad, que se desarrollaron, automáticamente, en el momento en el que mis ojos, embriagados de curiosidad, se sumergían entre la telaraña de directorios, que estructuraban la organización de los archivos, que caracterizaban su identidad. Compartíamos un patrón de incompatibilidad tan elevado, que ningún proceso de socialización se habría atrevido a sugerirnos dialogar el uno con el otro.
De pronto, mis lentillas, provocaron la ilusión de una proyección de la imagen virtual de un directorio grisáceo, a escasos centímetros de mi frente. Sus archivos secretos, se encontraban, a tan solo, dos guiños de distancia. Quizá el espín y el alcohol, quizá un sigiloso instinto interior, me animó a pedir acceso a tan valiosa información personal perteneciente a alguien que desconozco.
En una esquina de sus gafas tendría algún tipo de alarma informándole de mi osadía. La observé, había parado de bailar y se mantenía quieta girando muy lentamente sobre el eje de su cuerpo, observando minuciosamente toda la sala. Hasta que se quedó mirándome con fijación. Desvíe la mirada disimuladamente, hacia otros puntos de mi alrededor, y cuando la volví a observar se encontraba frente a mí, a algo más de diez metros de distancia, detrás de dos personas que justo se cruzaban entre sí.
Entonces, su blusa, era de un color muy oscuro, su falda parecía más larga, y los ojos salvajes que sus gafas retransmitían, estaban bloqueados de modo que simulaban observarme directamente. Comenzó a avanzar hacia mí a un ritmo acelerado. De pronto, no podía escuchar la música, ni siquiera mis pensamientos, solo mi sangre impactando enérgicamente contra las paredes que la aislaban de mis tímpanos. Cuando estaba lo suficientemente próxima para hablarme yo me acerqué un poco más, no podía dejar que mi timidez liderase aquella situación:
-Hola.- Dijo de pronto.
-Hola Delia.- Contesté yo.
Nos quedamos el uno frente al otro, en silencio, durante breves instantes que debió dedicar a analizar mi perfil, mientras, yo seguía maravillado admirando nuevos detalles de su interfaz física.
-Ahí tienes la llave que querías.- Dijo de pronto, justo antes de que una llave dorada cruzase por delante del directorio secreto, modificando bajo mi perspectiva, su color original y permisos de acceso. Tras listar su contenido, pude contemplar desconcertado, montones de folletos de mercadotecnia. Un total de ciento cuarenta páginas web repletas de información sobre productos farmacológicos, drogas, de todo tipo. Aquella mujer era camello. Nunca me gustaron las drogas, me parecía imprescindible evitarlas en la búsqueda del auto conocimiento que para mí representa la vida, sólo tomaba unos espín mezclados con alcohol de vez en cuando.
-¿Qué quieres tomar? - Preguntó impaciente.
No tenía nada que decirle y no le dije nada, en cierto modo me había defraudado. Fueron mis ojos los principales candidatos para comunicarle una respuesta, pero no a través de ningún lenguaje de programación ni mediante ninguna interfaz que la informática hubiera puesto a nuestro alcance, sino por medio del lenguaje natural de los ojos, un medio de expresión que el alma conoce desde el principio de los tiempos, desde mucho antes de que apareciesen las primeras palabras naturales, pero estos no tenían modo de completar la comunicación con los suyos mientras el complemento de sus gafas estuviese activo, aunque tampoco era necesario, ya que sus labios actuaban de intérpretes respecto de las reflexiones de su corazón.
De pronto, mis dedos, se encontraban deslizándose por su pelo invisible, mientras mis ojos, hipnotizados por esa mirada de gata, actuaban emancipados del resto de mi cuerpo. Me mostraron la imagen de sus labios amarillos anaranjados que me decían muchas cosas sin moverse, salvo por un leve temblor nervioso. Me decían que me acercase más y así hice como poseído por una fuerza superior, como cuando un electrón penetra en un campo eléctrico provocado por una carga opuesta, me acerqué sin poder remediarlo ni tratar de hacerlo.
Acaricié la piel de su cuello y ella me acarició con su respiración, sus labios, entonces, eran de un naranja tan intenso que parecía rojo. No, eran rojos, un rojo vivo, como la lava de un volcán embravecido que bordea a dos corazones bailando apasionadamente sin atreverse a dañarlos. Pero fue después cuando llegaron a la cumbre de la hermosura, cuando emanaban un color que mis ojos no podían llegar a interpretar y éstos me engañaban mostrándome un rosa carnoso irresistible que terminó disolviéndose por mi boca y por mi cuello.
-¿Te gustaría ver de llover? A las tres y media se riega el parque de Gauss. - Exclamé con voz temblorosa cuando volvió a haber suficiente aire entre los dos como para poder hacerlo vibrar con mis cuerdas vocales.
-Sí, me encantaría si es contigo. - Contestó Delia mientras desempaquetaba una dosis de pasión.
-¿Quieres una? - Me insinuó.
-No, no quiero, y me ofende que tú la necesites.
-No la necesito, es increíble lo que siento estando tan cerquita de ti, con tus brazos rodeando mi cintura, es como volar entre las nubes mientras el sol baña mi cuerpo, envolviéndome con su luz incandescente. Por eso la tomo ahora, para elevar esta experiencia al máximo y me gustaría que tú me acompañases en ella.
-Lo siento no lo haré, para mí este momento es especial y hermoso tal y como es, y no quiero sentir nada distinto de lo que estoy viviendo.
-¿Sabes?- Dijo algo molesta. - No te vendría mal tomar algo para la memoria de vez en cuando, tienes demasiadas notas recordatorias apiladas sobre tu escritorio.
-¿Cómo? ¿Has hackeado mi escritorio? ¡Eres una caja de sorpresas!
Acto seguido cogí su mano y nos dispusimos a salir del local al tiempo que ella colocaba bajo su lengua aquella gominola.
Fuente imagen: http://es.hardrockhotelpuntacana.com/discoteca-oro.htm
Parte 2: https://steemit.com/spanish/@eusebio/hasta-que-los-algoritmos-nos-separen-parte-2-3
esto esta buenisimo..! buen post followed and upvoted :D
Me alegro de que te guste, para mí la mejor la 2ª parte.
ya me preparo para las other parts!! :)