Variaciones en el tiempo (I)

in #spanish7 years ago

Este último tiempo a tu lado, pesa lo mismo que el pasar inexorable del tiempo; colmado de alegrías y tristezas, de sueños y despertares, de tristezas y esperanzas, decepciones y aprendizajes. Y hoy, irremediablemente hoy, me encuentro ante la sutil idea de que parte de mí eres y yo parte de ti soy, amor. No hace falta, en absoluto, escudriñar en mi basta memoria para encontrar un rescoldo de ti. Siempre que así lo desee puedo encontrarte (o vale mejor decir: me encuentras) en las calles que se bifurcan (como diría Borges) de este inmenso laberinto de ciudad, en los vegetales que niego a comer porque para mí son amargos, en los rayos solares que caen a raudales sobre las cosas, en los amaneceres violetas, en la negativa, en la afirmación, en la incertidumbre, en la abstracción, en una hamburguesa o en un gatito rayado: en el pensamiento puro y simple. Te escucho hablar, con tus ojos fijos en los míos. Rodeados de miles de ojos fisgones, voyeurs, infinidades de voces, zapatos, abrigos, niños, relojes, corazones: el mundo furioso girando sobre y alrededor de ambos, a la espera del paso que evitamos. Te escucho hablar, entonces, pero no enteramente. Porque en el fondo no te escucho. O no todo el tiempo. Solo mido las variaciones de tu voz, el ritmo... ¡Diablos! ese ritmo que se va metiendo violentamente en mis venas hasta que logra alcanzar mis órganos, envenenarme, y solo por eso sé que estoy bien, que estamos bien al fin de cuentas...

 

Las nubes grises se difuminan a través del fantasmagórico cielo. El bus no ha pasado en buen rato. Así que, antes de ir a casa, decidí dar un paseo. He pasado por una floristería y me ha llamado poderosamente la atención un enjuto cactus dispuesto sobre la repisa. He dado unos cuantos billetes y me lo he llevado a casa. Después de todo, ha resultado ser muy bonito y yo no podría hacer cosa distinta que escribir y estar al tanto de él. Al abrir la puerta del piso me he dado cuenta (nuevamente) que no estabas. El aire supurante se mezcla con las pequeñas fibras de las cosas. Unos cuantos mobiliarios son parte de la habitación, tanto, que nunca se han movido desde el mismo sitio donde los colocaron en una primera vez. Y yo, naturalmente, tampoco pienso hacerlo. Olga ha tocado la puerta, me ha preguntado si he querido ir al cine con el del piso 3 y la del piso 4. Aunque no sé quien es del piso 3 ni la del piso 4 le he contestado que sí, por no dejar. Me he arreglado lo más veloz que he podido y he salido al piso a fumar un cigarro a esperar por Olga, a quien oigo cantar en la ducha desde los primeros rellanos de la escalera. Ha tardado una barbarida, pero al fin ha salido hermosa.

 

La del piso 4 ha resultado llamarse Carol. Toca el Contrabajo: primer atril. Estudia botánica. Aficionada a los paseos nocturnos. Comida preferida: tailandesa. Hemos esperado un rato al del piso 3. Al llegar, sin presentaciones me ha saludado efusivamente y luego ha pasado a darle un beso a su querida Carol. Se ve que es un buen tipo. Está un poco más que ebrio. Inesperadamente, al salir, Olga, me ha tomado del brazo...

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