Tiempo después, lluvias llegaron en un atardecer, iba con mucha prisa, no quería empaparme, me detuve un instante para contemplar, que a pesar de la lluvia, había un sol grande en el horizonte y te recordé una vez más, triste que ni tu nombre lo llegué a saber, solo sé que mis recuerdos te apodaron "ayer" y quedé con las ganas de sentir el calor de tu cuerpo, querer tenerte de nuevo cerca, sentir tu aliento. Olvidé la prisa que tenía...

Por minutos estuve fantaseando tu recuerdo, quizá en un intento inútil de hacer contacto contigo en pensamientos.

Bajo la llovizna, de pronto me reí, me sentí ridícula pensando en ti.

De pronto, alguien se acercó a mí y dijo:- Señorita...

Esa voz, era él, mi cuerpo se estremeció, no quería voltear la mirada, si no era él no quería desilusionarme, temblaba y no podía distinguir si era de frío o era de nervios, mi mente repetía,¡es él!, ¡es él!...

Como no atendía al llamado del joven, este tiende su mano a mi rostro y dice:- ¿No pierdes la costumbre de salir sin abrigo?.- Se quitó el suyo y lo colocó sobre mí, yo siento que morí, era él.

No emití palabra alguna, tan solo me recosté a su lado y sentí su cálido abrazo, - Mi nombre es Gabriel.- Dijo.- lo miré, y me sonrojé.

Silencios que llenaron mi vida en unos momentos, la vida me había regalado otro mágico encuentro, Gabriel...

Me armé de valor y le contesté, mi nombre es Isabel, ¿gustarías acompañarme a tomar un café?. Él responde: -Pensé que no me lo dirías nunca.

Aquella tarde del ayer, no podré olvidar, por segunda vez vi a Gabriel, todo quedó en un café y un beso, un grato recuerdo, que regresa a mí con cada lluvia, con cada atardecer, renovando mis ganas, de volverte a ver...