¡Dulce brisa!

I
Tú que entras por mi ventana
sin avisar y
acaricias mi rostro
sin darme cuenta.
Que te levantas empinada
por las montañas y
te haces helada por
los rebaños de las colinas.
Tu eres como imponente
en las noches frías.

II
Trato de mirarte y no puedo.
Te escondes entre las hojas
de las gigantescas ramas de los árboles.
Los pinos enormes
se mesen con tu fuerza y
en tus agitadas alas
haces caer las flores
de las plantas.

III
De mañana refrescas los anchos
bosques y
de tarde te haces rebelde
por las sabanas.
Las ciudades se adornan
de tu frío y
las calles se hacen dulce
en tu compañía.
Eres como refrigerio
cuando llegas a la
última vigilia de la noche.

IV
¡Dulce brisa y
refrescante de amor tu
viento frío !
De madrugada correteas por
mi jardín y
no te importa que derribes
los pétalos de mis rosas.
Te haces traviesa cuando
jugueteas entre mis manzanos.

V
Cuando te enfureces
te vuelves un remolino y
levantas todo lo que encuentres a tu paso.
Allí, en tu furor
es cuando puedo ver tu rostro
como polvo que sacude el barro.
En tu fuerza, pierdes la dulzura y
cuando te calmas,
te vuelves una radiante paloma de paz.

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