Valor para cortarse
Hay que tener valor para extirparse una parte del cuerpo sin remordimientos, miedos o dudas. Y quizá, un poco de locura también.
Primeramente, debemos atrevernos a pintar nuestro autorretrato, una y otra vez, incansablemente, tal como hizo Vincent. Para ello hay que trazar cada detalle de nuestras facciones, resaltar tonos oscuros y claros, crear contrastes y atenuar, sutilmente, esas partes que parecen imposibles de plasmar en cualquier tipo de arte. Todo esto, claro está, sin dejar de tachar aquí y allá nuestros defectos, pues a la primera erraremos por no ser expertos en tan vergonzosa empresa.
Luego de varios intentos, debemos aceptar nuestra inconformidad y resignarnos a dejar, en nuestra obra, aquello de lo cual no nos orgullecemos; pues de lo que sí estamos orgullosos, tenemos la certeza, al menos, que servirá para satisfacer nuestras vanidades.
Y cuando creamos que hemos acabado, lo mejor será apagar las luces del estudio y salir a tomar una cerveza. Entonces nos queda fluir a través de minutos y horas hasta que se conviertan en días. Para luego volver, tras ese lapso de tiempo indefinido, a contemplar lo retratado.
Llegados a este punto, hay que decidir si exhibir o no lo pintado. En todo caso, si surge una negativa, nada pasará y podremos empezar desde cero cuando lo queramos. En cambio, si nos envalentamos y preferimos mostrar nuestra novatada, quizá después debamos actuar del mismo modo que Vincent: cercenar alguna parte del cuerpo o alma, envolverla y obsequiársela a la vida, la cual tal vez se quede atónita antes de salir a trabajar para el burdel.
La imagen utilizada pertenece a Wei Ding, fotógrafo de Unsplash.com.
Esta obra está bajo una licencia de Creative Commons.
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En efecto, la verdad no es una silla aterciopelada en la que apetezca sentarse.
Gracias por la visita. Saludos.
Seguro la balanza se inclina hacia el lado de las inconfornidades porque prevalece lo exterior opacando lo interior.
Como siempre, un trabajo digno de ese gran autor. Saludos, gusto en leerte nuevamente.
Quién sabe... Lo mejor es averiguarlo por cuenta propia.
Gracias por pasar. Saludos.
Puede que haya cierta locura al avergonzarse de esos defectos que nos hacen diferentes. Una de las pocas cosas que he encontrado muy convincente es que la humildad es quizá lo único que puede acercarnos a la verdad.
Lo que me gusta de las supuestas "novatadas" es la entrega del que lo intenta... al final, ese esfuerzo vale más que cualquier resultado.
Un abrazo ;-)
Exacto, lo más relevante del caso es arriesgarse y dejarse la piel en ello. Saludos.