Reflexiones de mi vida como médico

El 10 de Marzo se celebra el día del Médico en Venezuela, además recientemente cumplí 15 años de vida profesional y por eso quise hacer este post donde les relataré el camino que recorrí y que sigo recorriendo como médico.

La pregunta recurrente ¿ por qué estudié medicina?. Bueno debo decir que uno prepara muchas respuestas a esta pregunta, pues siempre la realizan en las entrevistas para cursar especializaciones (cuando ya estamos graduados de médicos). Recoger las razones por las cuales elegí esta profesión no es tarea fácil, ya que decidí que me gustaba la medicina a los 14-15 años, nadie en mi familia es médico, pero sentía una inclinación muy fuerte hacia el área de la salud, tenía la firme convicción de que podría servir a mis semejantes de esta manera, quería “salvar vidas”, por lo que ser médico se convirtió en mi sueño.

No pocos se acercaron para hacerme dudar de mi decisión, me decían: “sabes que tienes que tener muy buenas calificaciones para ingresar” (no era un problema, las tenía y de todas formas también ingresé por la prueba interna de la Escuela de Medicina), “sabes que tienes que estudiar mucho, pero mucho” (sí, lo sabía, no representaba un problema pues siempre fui estudiosa), “Es la carrera más larga, dura 6 años y medio y luego tienes que estudiar alguna especialidad” (tenía 17 años al ingresar, no me parecía mal terminar mis estudios a los 24 años y luego cursar alguna especialidad), “La formación del médico nunca se termina, siempre hay que estar actualizándose” (como dije siempre fui aplicada en los estudios, no veía mayor problema), “Tendrás poco tiempo para compartir con los amigos y la familia, para descansar, deberás sacrificar muchas cosas” (bueno, debo confesar que esto sí me preocupaba)

Me preguntaba.. tendré la voluntad, la perseverancia, el carácter, la entrega para ser un buen médico? Aún con algunas dudas seguí adelante.

No quiero pecar de vanidosa pero en realidad logré ingresar sin problemas a la Universidad Central de Venezuela en Caracas en el año 1.996, allí inicié mis primeros pasos.

El primer año de la carrera fue muy duro, muchos cambios, muchas cosas a las que adaptarme. Experimenté inquietud, incertidumbre. Quise abandonar mucha veces (lo confieso) pero al final decidí quedarme. Las calificaciones no eran las mismas que las que obtenía en el colegio y eso me frustraba. Además enfrentamos una suspensión académica (en Venezuela lo llamamos paro) de aproximadamente 3 meses, lo que lo hizo aún más difícil. También debo decir que hice muchos amigos.

El segundo año fue un poco más sosegado, con muchas asignaturas teóricas y de ciencias básicas igual que en el primero, pero mucho más calmado.

En el tercer año la cosa cambia y cambia mucho, además de continuar las asignaturas de ciencias básicas comienza la práctica hospitalaria, se siente la cercanía a la enfermedad y al enfermo, se combinan las clases magistrales con la asistencia en la sala de hospitalización. Ese primer contacto con los pacientes es inolvidable y comenzar a utilizar hasta un simple estetoscopio es motivo de gran emoción. Por siempre recordaré a mi primer paciente (el primer caso que me asignaron evolucionar en sala), un paciente con SIDA que lamentablemente murió durante su hospitalización.

Durante los años cuarto, quinto y sexto (este último no es un año completo sino medio año) aunque seguimos aprendiendo conocimientos teóricos el contacto con el hospital y el paciente es cada vez más marcado. Cambia un poco la visión que tenía de la medicina, comienzo a entender de que se trata el acto médico, nace un deseo profundo de ayudar, de aliviar, de acompañar, de entender, mucho más cuando sabes que no siempre puedes “curar o salvar”.

Los últimos doce meses de carrera fueron totalmente de pasantías dentro del Hospital, se reafirma mi vocación, se completa esa visión “más real” de la medicina, aprendo una disciplina y metodología de trabajo. Un año inolvidable también porque sin duda estudiando medicina se sufre pero también se goza.

Llegó el día anhelado: la graduación…Ese 7 de marzo del 2.003 fue sin duda uno de los días más felices de mi vida. No tengo palabras para describir todas las emociones de ese día, el recorrido de toda la promoción en toga y birrete por el interior del hospital, piso por piso, la emoción de encontrarme en el Aula Magna bajo las nubes de Calder (un Ucevista me entenderá), oír el himno de mi amada UCV de la voz del Orfeón Universitario, jurar un ideal de comportamiento médico (Juramento Hipocrático) y finalmente recibir mi título de manos del Rector. Indescriptible.

Comienza mi año de ejercicio rural y empiezo a poner en práctica todo lo aprendido. Aciertos, desaciertos, mayor aprendizaje. Luego realizo un año de residencia asistencial en Medicina Interna (ya sabía que ésta iba a ser mi primera especialidad, por lo cual quería conocerla aún más).

Llega el momento de estudiar para presentar el examen de concurso de la especialidad, me dediqué en cuerpo y alma a esto (en ese entonces aún concursábamos muchos para unas pocas plazas, lo cual no sucede hoy en día lamentablemente). Además yo quería una sede hospitalaria en específico (muy solicitada) por lo que sabía que me tenía que ir muy bien en el examen. Presenté la prueba y logré ingresar a la sede que yo quería, el Hospital principal del Seguro Social en Caracas: el “Hospital Dr. Miguel Pérez Carreño”. Fueron 6 los años que allí pasé (3 para la especialidad de Medicina Interna y 3 para la de Endocrinología (otro concurso que luego presenté), años muy duros, de muchísimo trabajo, de guardias interminables, de mucho estudio, pero también de grandes (yo diría que enormes) satisfacciones.

Al egresar el Seguro Social me ofreció un cargo en otro Hospital (como adjunto de Endocrinología) el cual acepté y allí conocí otra parte hermosa de la profesión que hasta ese momento no había conocido: la docencia. Creo que lo que más extraño del Hospital (ya no trabajo en él) es la docencia, preparar las generaciones de relevo es una experiencia más que gratificante, para mi cada residente era visto como un hijo, espero haber dejado aunque sea una huella pequeñita en cada uno (sé de algunos que aprendieron el amor por la Endocrinología gracias a mis clases). La verdad, no sólo ellos aprendieron, yo también aprendí mucho; no sólo ellos se llevaron algo de mí, yo también me llevé algo de cada uno. Llevo a mis alumnos en mi corazón y espero algún día regresar a la docencia.

Aunque ya no estoy en el hospital soy médico en ejercicio. La medicina se ha vuelto una parte importante de mi vida, es lo que quiero hacer por el resto de mis días. La Medicina es tan viva, tan emocionante, aún con sus retos, frustraciones, limitaciones… Te hace vivir con pasión. Quizás sea difícil de entender para quienes no hayan sido seducidos por ella.

Ser médico me ha enseñado a ser cada día más comprensiva, más generosa, más paciente, más honesta, más comprometida, más solidaria…. He aprendido también a pensar desde el caos, a actuar en medio de la confusión, a desenvolverme entre el llanto y los gritos. He llegado a identificarme con el dolor ajeno y a conmoverme hasta las lágrimas. Ser médico ha significado ser la esperanza de muchos, la sonrisa en la cara de muchos. He recibido vidas y también he ido verse unas cuantas (más de las que quisiera). He debido tomar decisiones, buscando como único fin el bienestar del paciente. A veces he sido un poco como el sacerdote que oye confesión, otras veces como el psicólogo al que le cuentan sus problemas, a veces una simple conversación vale más que una receta médica. Aunque a veces no pueda curar sí que puedo consolar, aliviar el sufrimiento, aconsejar, escuchar, enseñar a convivir con la enfermedad. Si bien detrás de mi bata blanca sólo soy un ser humano con virtudes y defectos me agrada pensar que puedo llegar a mejorar la vida de los demás.

Creo que no hay final para este camino que elegí, hasta ahora son 15 años, haciendo lo que me apasiona, sinceramente no me puedo quejar. Ser médico es lo mejor que me pudo pasar, es una de las cosas que me hace sentir viva. Sigo enamorada de mi profesión y seguiré trabajando día a día incansablemente y no les miento si les digo que si volviera a nacer, volvería a ser médico…