FICKFEHLER [relato corto]
Fotografía de Stephany Lorena en Unsplash
FICKFEHLER
SÁBADO
Él está explayado en el viejo sillón de siempre. La franela blanca llena de manchas amarillentas y agujeros hechos por polillas hambrientas. Una barba de cuatro días le cubre la mandíbula y la papada flácida. En la mano derecha aferra una lata de cerveza, y unas cuantas más esperan en la mesita de al lado. El televisor transmite un partido de fútbol: Bayern de Múnich contra Wolfsburgo, en mudo.
—¡Maldito insecto! ¡Tenías a Lewandowski libre a tu derecha! —grita con furia en alemán. Se niega a hablar español, la lengua de los sudacas. Solo lo habla cuando tiene que salir a comprar el rutinario pack de cerveza, ya que yo me niego a hacerlo por él.
Lo primero —y único— que me pidió que le enseñara al llegar a Venezuela fue cómo decir «un pack de cervezas» y «no hablo español». Suficiente para él. Pero yo sé que puede hablarlo decentemente. Si no, cómo pudo seducir a mi madre durante aquellas vacaciones en Berlín.
—¿Eres retrasado? —ruge, provocando que la papada y la enorme barriga le tiemblen—. ¿En serio crees que alguien lastimado puede rodar de esa forma por el césped? ¡Trantüte!
Lo miro con asombro desde la encimera de la cocina.
«¿En serio se atreve a llamar a alguien mucho más delgado que él "bolsa llena de grasa de ballena"?»
Él suelta una tos seca y atronadora que parece emerger de las profundidades de su pecho. Suena como si doliera. Una parte de mí espera que así sea.
—Trantüte —repito en voz baja—. Debería poder traducirse en una palabra, ¿no crees? Podríamos inventarle una —sonrío para mis adentros.
Él me oye, pero me ignora. Como siempre. Lo traje a vivir conmigo después de que lo desalojaran de su mugrosa habitación en Múnich. No debí hacerlo, no tenía por qué. Yo soy un error, un fickfehler, como él no para de repetirme. Pero igual lo hice. Después de todo, es mi padre. Alguna patética carencia infantil me hace querer ayudarlo y tenerlo cerca, por muy desagradable y humillante que sea.
Al no tener trabajo y un lugar donde vivir, era muy probable que terminara muerto en un vertedero. Aunque quizá eso era lo que él deseaba. Quizá por eso me castiga. Según él, es preferible que la pobreza sea sórdida y no mediocre, como la mía. Pero él ya se está encargando de hundirme en la sordidez. Para empezar, su filosofía de vida no le impide devorar como un cerdo todo lo que pongo en la despensa. Ha aumentado unos quince kilos desde que llegó. Yo he bajado siete.
Permanezco allí, sentada, viéndolo gritarle al televisor. Esperando... Esperando ¿qué? ¿Qué mierda espero? ¿Que me pregunte cómo ha sido mi día? ¿Que me pida dinero? ¿Que me mire?
Me levanto del taburete y me acerco a la salita con decisión; él ni se inmuta. La estancia apesta a vómito rancio, cigarrillos, alcohol y sudor. Es su lugar ahora, se ha adueñado de él. Cojo el pesado cenicero con forma de flor que hay sobre la mesita.
—¡Tirala a Júpiter, pedazo de mierda! —grita a algún impasible jugador.
Me quedo de pie a su lado. Lo observo con el cenicero sacudiéndose en mi mano. Tres segundos después, regreso a la cocina y vacío los restos de cigarro en la basura. Vuelvo a dejar el cenicero en su lugar. Luego de lanzarle una última mirada resentida, subo a mi habitación.
Sueño. Él me grita pero yo no puedo escucharlo; solo oigo un pitido persistente. Su rostro está desfigurado por la ira, su boca gesticula sin parar y muestra una dentadura amarillenta a la que le falta el colmillo izquierdo. Pequeñas gotas de saliva salen disparadas hacia mí sin alcanzarme. No puedo desviar la mirada, no puedo moverme. Lo observo paralizada.
DOMINGO
Él sigue explayado en el viejo sillón de siempre. La franela amarillenta cubierta de agujeros. Barba de cinco días. En la mano aferra una lata de cerveza, y unas pocas más esperan en la mesita de al lado. El televisor transmite un partido de fútbol: Hertha Berlín contra Stuttgart, en mudo.
—¡Hijo de puta! —brama—. A ese no le sacas amarilla, ¿verdad? —Lo noto más demacrado y ojeroso que ayer. ¿Habrá comido algo? ¿Habrá dormido? No puedo recordarlo. Joder, ni siquiera puedo recordar cuándo fue la última vez que yo comí.
Me aclaro la garganta.
—Me prepararé un sándwich, ¿quieres uno? —pregunto sin mucho entusiasmo mientras me inspecciono las uñas. Las tengo muy largas y me molestan, tendré que cortármelas—. ¿No? Como digas.
Me acerco a la despensa. El pan está tieso, y una pequeña mancha verdosa comienza a extenderse por la corteza. Suspiro y vuelvo a dejarlo en su lugar.
—Fickfehler —gruñe él—. Si no te venden en este mercado de invierno yo me encargaré de visitarte, romperte los ligamentos y dejarte fuera el resto de la temporada.
Lo miro fijamente y me acerco con decisión. La estancia apesta a vómito, alcohol, sudor y algún animal muerto (una rata, con toda seguridad). Cojo el cenicero con forma de flor que hay sobre la mesita.
—¡La puta que te parió! —vuelve a gritar con ímpetu al televisor a la vez que se golpea la frente con el puño.
Permanezco de pie a su lado con el cenicero sacudiéndose en mi mano. Lo dejo caer. Él se tensa. La papada le tiembla sin parar, pero su vista sigue fija en el partido de fútbol.
Respiro profundo y el hedor me inunda los pulmones. Con la nariz arrugada, doy la vuelta y empiezo a subir las escaleras.
—¿A dónde mierda crees que vas? —Me paro en seco—. Tienes a cuatro al frente, maricón. ¡Pásasela a Kalou!
Trago saliva. Sigo subiendo.
Sueño. Él grita pero yo solo puedo escuchar un pitido. Tiene los ojos desorbitados, y la enorme vena que le sobresale de la frente parece que va a explotar en cualquier momento. Lo observo desde abajo, aturdida. Algo frío se desliza desde mi oreja hasta el cuello. Acerco la mano, el pitido se hace más intenso, y al retirarla veo sangre.
LUNES
Él permanece sentado en el viejo sillón de siempre. La arrugada franela cubierta de agujeros. Barba de seis días. En la mano aferra una lata de cerveza, y una más espera en la mesita de al lado. Pronto tendrá que salir a comprar. El televisor transmite las noticias del Deutsche Welle. El teléfono empieza a sonar.
Antes de que me dé tiempo a responder, él se levanta con un gruñido, se acerca y arranca el cable de la línea.
—¿Por qué hiciste eso? —le increpo mientras lo veo regresar al sillón—. Estaba a punto de contestar, maldita sea. Podría haber sido... —Me callo. Maldigo al darme cuenta de que no fui a trabajar. ¿Qué carajos me pasa? ¡Ya son más de las diez! Me levanto, pero luego titubeo y me vuelvo a sentar—. A la mierda con eso. Ahora llamo a Bianca y le invento algo. Tengo un puto dolor de cabeza desde esta mañana.
Hablo en voz alta aunque nadie me responda, y aunque a nadie le importe. Lo he tomado por costumbre desde que él se mudó. Me hace sentir menos sola. Sé que él me oye.
—Mejor me acuesto —decido. Me levanto, pero justo cuando poso el pie sobre el primer escalón, vacilo y me giro hacia la salita.
La estancia apesta a vómito, orina y putrefacción. «Tengo que encontrar a esa maldita rata», pienso mientras me agacho y cojo el cenicero con forma de flor que yace volcado sobre la alfombra. Él masculla algo incomprensible y eructa.
Me incorporo. Permanezco a su lado con el cenicero agitándose en mi mano. Lo arrojo con fuerza a su regazo.
Doy un respingo. ¿QUÉ HICE? Él emite un gemido ahogado y se encoge agarrándose la entrepierna. La mirada de rabia y estupor que me lanza parece atravesarme. Me voy corriendo a mi habitación como una niñita asustada y tranco la puerta.
Sueño. Él grita pero yo solo veo sangre. Un fugaz destello pasa frente a mí y, al levantar la vista, veo que está sujetando un bate de béisbol. No tiene sentido; él odia el béisbol. Empieza a alzarlo muy lentamente y el terror me invade. Muevo la mano ensangrentada para detenerlo, pero tengo las extremidades torpes y pesadas. Él me mira con los dientes apretados... y deja caer el bate sobre mí.
Crujido. Destello. Oscuridad.
MARTES
La jaqueca es insoportable. Él está encogido en el viejo sillón de siempre. La franela amarilla llena de agujeros. Barba de una semana. En la mano temblorosa aferra el control remoto. El televisor salta de un canal a otro sin detenerse. Un hombre de color entrevista a una mujer rubia, un beisbolista corre a primera, una diminuta criatura gris discute con otra criatura rosa, un gran felino salta ágilmente las ramas de un árbol con un animal muerto entre las fauces...
Me llevo las manos a la cabeza y cierro los ojos.
—¿Puedes dejar un canal, por favor? —farfullo—. El que sea, me estás volviendo loca. —Sé que hoy tengo que hacer algo, lo sé, pero no puedo recordar qué.
El televisor se apaga. Abro los ojos al mismo tiempo en que él cierra los suyos y deja caer la cabeza sobre el respaldo del sofá. Bajo del taburete sin poder evitarlo; su pestilencia ya llega hasta la cocina. Me acerco. El cenicero vacío vuelve a estar sobre la mesita. Alargo la mano. Él abre los ojos repentinamente. Me detengo en el acto con la respiración contenida. Su mirada se clava en mí, una mirada que no puedo descifrar, y se levanta con asombrosa rapidez. De inmediato retrocedo hacia las escaleras.
Mientras subo, trastabillo y me golpeo la rodilla. Me incorporo y miro hacia atrás. Él me sigue.
Llego a la habitación con el corazón latiéndome frenéticamente y corro el pestillo. Al instante me arrepiento. El hedor es asfixiante. Un millón de moscas zumban a mí alrededor y se posan fastidiosas sobre mi piel. Giro buscando el origen de aquel incordio, y mis ojos se topan con la visión de un cadáver desfigurado y cubierto de sangre que yace sobre la alfombra.
Me quedo inmóvil. Un torrente de pensamientos y emociones irrumpe violentamente en mi cerebro para luego abandonarlo con la misma rapidez, dejándome aturdida y embobada. La puerta se abre de golpe; trocitos de astilla vuelan en todas direcciones. Me giro para enfrentarlo pero él pasa a mi lado sin siquiera mirarme. Va directo al cadáver y lo toma por los tobillos. Empieza a arrastrarlo hacia las escaleras.
Abro la boca, pero solo consigo emitir un débil gemido. Entonces me fijo en la ropa del muerto. Confundida, bajo la vista hacia mi cuerpo y veo la misma ropa cubriéndome. También está ensangrentada. Desvío la mirada rápidamente hacia el espejo del tocador, y en lugar de mi rostro, una grotesca máscara escarlata me devuelve la mirada. A lo lejos se oye el ruido que hace la cabeza del cadáver al rebotar contra los escalones. Parpadeo, la máscara tiembla; luego la habitación se desvanece.
MIÉRCOLES
Abro los ojos, y de inmediato los cierro. La deslumbrante luz que traspasa el cristal de la ventana me da de lleno en la cara. Me he vuelto a quedar dormida sobre la alfombra al pie de la cama; aunque no puedo recordar cómo he llegado hasta aquí. Abandono la habitación. Comienzo a bajar las escaleras con un palpitante dolor de cabeza que se intensifica a cada paso que doy. Me dirijo hacia la cocina.
—¡Penal! Eso era penal, maldi...
Él está explayado en el viejo sillón de siempre.
© 2018, Elena Lobos
Muy bien logrado relato que lleva a un final doloroso, tétrico y anunciado con el cadáver que lleva la misma ropa de la personaje narradora. El uso de las repeticiones me parece genial para la creación de la atmósfera.
En fin, muy buen trabajo.
Gracias, mi amiga queridaa! Me alegra saber que lo disfrutaste <3
Una genialidad!
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Eres una diosa <3 muchos sentimientos irrumpieron mientras leía, valió la pena la espera.
Tan lindo. Gracias, David ^_^
Internamente ambos se odiaban; pero se soportaban producto de dos errores: 1. por ser ella un error y 2. porque ella lo llevó a vivir a su estancia. Para que pudieran soportarse: él mata y ella muere; pero en el sueño. Si malinterpreté, perdóname. Usted escribe muy bien, es excelente en el arte de escribir.
Me encanta leer estos comentarios después de que subo un relato; en especial un relato de 2000 palabras jejej. Que te tomes el tiempo de leerlo, analizarlo y apreciarlo es invaluable para mí, @delvapin. Abrazos :)
Amiga, @elelobos, cada vez que me paseo por tus letras aprendo algo. Sin querer usted es mi maestra.
^_^
Lo amo, ya tenía mis hipótesis antes de que terminara, y una de ellas fue la correcta. Me encantó.
Ea! Si ya sospechabas significa que las pistas que dejé estaban bien jejej
Besos <3
Sigo procesando todo... ¡Me encantó! Esta simplemente increíble.
jajajaj Gracias, amiga! :D
Sinceramente no sé que adjetivo darle fenomenal, espectacular, excelentísimo!!!... Mejor los dejo todos... Me has dejado sin aliento, tremenda historia amiga... ojalá mi poder de voto fuese mucho mas alto para poder premiarte como te lo mereces... un fuerte abrazo
Tu comentario es demasiaaado halagador, amigo <3 Me vas a hacer sonrojar jajajaja Gracias, gracias y gracias ^_^
No digas eso... creo que pronto deberíamos tomarnos un café y hablar de letras, yo invito
jejeje, estamos igual, sorprende por la calidad y la técnica narrativa y uno no sabe que adjetivos colocarle.
Bueno... A mi no me sorprende, esta chica tiene rato demostrando mucha calidad... Y me encanta que cada vez lo haga mejor... Gran abrazo
:-)
Me encanta cuando el final resulta ser algo que no esperaba. Lo disfruté de principio a fin.
Eso me emociona muchísimo. El poder sorprenderte. Gracias, Niklaus ^_^
Deberías unirte a Whaleshares. Tus escritos serían más que bien recibidos.
Qué genial ese videoooo!!!!
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