Nunca me he creído una buena escritora. Nunca he sentido que mis escritos sean lo suficientemente buenos. De hecho, tiendo a odiar (sí, odiar) lo que escribo. Una vez lo publico no vuelvo a visitarlo o releerlo a menos que sea sumamente necesario.

¿Por qué los odio? Pues quizá sea porque son parte de mí y, al odiarme a mí misma, odio cualquier cosa que engendre. También es probable que al volcar en mis relatos y poemas toda mi porquería interna, no quiera echarle un ojo a algo tan tóxico y dañino, y simplemente prefiera enterrarlo.

Sin embargo, Steemit me obliga a hacerle frente. Y lo que es más importante, me obliga a aceptar halagos, me obliga a recibir ayuda.

No ignoro los comentarios que les hacen a mis posts. Respondo incluso a esa persona que se nota a leguas que no leyó nada. Así que tengo que prestar atención cuando me hacen saber que no soy tan mala como pienso.

La cantidad de comentarios significativos sobre mis escritos que encuentro aquí no lo encontraré en ningún otro lado. De eso estoy segura. Obviamente, también hay comentarios bastante banales, pero esos se olvidan fácil. He recibido apreciaciones tan lindas y maravillosas que pueden alegrarme un día entero incluso si no consigo un voto grande.

Porque para mí, Steemit es mucho más que un método para ganar dinero. Tener un lugar en el que volcar toda mi basura, mis miedos y mis padecimientos, conocer a personas que atraviesan o que atravesaron lo mismo, personas a las que les preocupas y con las que conectas de forma tan maravillosa que se puede transformar en una amistad más allá de Steemit o Discord, no puede valorarse en SBD.