Un día de pesca entre amigos.

Siempre la pesca ha sido una de mis pasiones, el simple hecho de llevar un pescado fresco a la mesa no tiene precio, más aún si es sacado por ti es muy placentero, representa una victoria y un regalo de la naturaleza.

Mi amigo Alexander, siempre con su espíritu aventurero, un día decide ir con nosotros en el bote en una maniobra diferente; normalmente siempre lo hacía conmigo en el muelle con nylon y anzuelo, pero quería experimentar la pesca en aguas profundas donde los expertos a chinchorro y atarraya simplemente a pulmón se lanzaban al mar sacando los deliciosos mariscos en técnicas de buceo, era una práctica rutinaria en mi entorno, pero era algo nuevo para él, la adrenalina, el viento, la aventura, todo eso, lo llevan a querer experimentar en esta ocasión con nosotros, él sabía nadar pero en un descuido cae al mar... yo no me preocupe seriamente, de momento era un joven que su padre lo llevaba a natación y conocía diferentes estilos del arte, pero esta vez era diferente, no era una piscina con rescatistas e instructores, era mar adentro; sus técnicas no le funcionaron del todo bien, luego de unas fracciones de tiempo veo que estaba en peligro hice a un lado la jugarreta de muchacho, tuve que lanzarme al agua en su auxilio para sacarlo del aprieto, luego de la preocupación, ya estando a salvo comenzamos a reírnos de nuevo. El decía que tenía todo controlado, pero no era así, aún después del tiempo siempre recordamos el momento, aún me dice ya mayores que su técnica de nado es mejor que la mía, yo no sé la discuto, tal vez en una piscina el sea muy bueno y rápido, pero en el momento no le resultó.

Eran diferentes las formas de aprendizaje, mi padre y mis tíos desde muy niño me enfrentaron a esas situaciones, simplemente me lanzaron al mar, como dije antes aprendí primero a nadar que a caminar.

El pescado llegó a nuestra casa, la cocina de mi madre le dio el sazón para disfrutar de las delicias del mar; la aventura gracias a Dios no pasó de un susto y quedó en el recuerdo de dos jóvenes en crecimiento, que hoy hombres aún compartes sus viejos cuentos.

Aquellos recuerdos de siempre...

Me despido dándole las gracias por aceptarme como uno de ustedes y esto es solo un abre boca de tantas cosas y anécdotas que les pudiera contar de mis días, hay quien dice que si me pusiera a contar mi vida pudiera escribir un libro que tengo más historias que condorito, jejeje….

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