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Desde sus primeras obras se observa una íntima seguridad un camino, el camino suyo, que no es el arte público de aquella hora, el muralismo mexicano con mensaje político- social. Tamayo también pinto murales, e incluso de los mejores creados en México, pero mientras aquel muralismo veía al hombre en medio de sus condiciones sociales y políticas y dirigía desde las obras un mensaje ideologíco.

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Tamayo se enfrento a su destino humano y a acongojado, otras enfrentándose a su destino humano y a los poderes cósmicos. El hombre hombre en su irremediable soledad, a veces acongojados, otras embriagado de alegría. Tamayo expresa todo el drama que se desarrolla dentro del hombre. Aunque su arte es esencialmente dramático está impregnando de un lirismo de altos vuelos, de fascinante belleza.

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La pintura de Tamayo, libre de arcaísmo, de lo pintoresco y de tendencias folkloristas, tiene hondas raíces en ese pasado remoto que es el México. En este sentido si se le considera un gran colorista, es porque con una imaginación pictórica sin par, logra inventar matices, maravillosas combinaciones cromáticas e infinidad de subtonos de un solo color.

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Cada obra de arte representa un retornar a los orígenes del hombre o realiza y de la colectividad de que forma parte oriundo de Oaxaca, cuyo centro religioso fue Mote Albán. Es de origen zapoteca, dato que no deja de ser interesante para la comprensión de su pintura.

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El arte de Tamayo es un arte dramático. Un arte saturado de conflictos y tensiones, de constantes choques entre fuerzas destructoras. Fue criticado en época por no hacer un arte académico como los muralistas, pero lo que no sabían era que estaba adelantado a su época, nuevas propuestas pictóricas estaban llegando, un arte renovador y puro.

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