Parece que va a llover

in #spanish7 years ago

¡Hola a todos! 

Les confieso que me encanta crear historias a partir de imágenes, personas o palabras que escucho por allí... Pero suelo ser muy tímida para contarlas a los demás. Digamos que no me considero lo suficientemente buena aún para merecer un público. 

Sin embargo, un buen amigo me reprochó, de la manera bonita, esta posición. (Si, hay una manera bonita de reprochar). Me dijo:  « ¿por qué la pena?, no vale la pena enterrar algo que puedes y te gusta hacer solo por pena. » 

Entendí que quizás tenga mucho por aprender, pero nunca sabré si estoy lista para merecer un público sin un público que me lo haga saber. 

Por ello, esta mañana comparto una pequeño ejercicio de escritura, llamado Parece que va a llover.

  —Parece que va a llover. Comentó Aníbal al bajar del auto en un miserable intento de dialogar con su molesta esposa. Ella en cambio ni se inmutó, siguió caminando a la entrada del Banco. 

—Por Dios Estela,  ¡No es para tanto! 

—80 minutos Aníbal, 80 minutos esperé por ti para venir acá. Te recuerdo que tú también deberías estar interesado en el préstamo para la casa. ¡Más que en tu fulano partido de fútbol!, reclamó la dama alzando los brazos, en la entrada del edificio. 

—Lo sé, lo sé, tienes razón. Pero el atlético estaba dando un partidazo. Lo siento. —Más te vale que nos atiendan hoy Aníbal. Sentenció la mujer al entrar al sitio.   

Aníbal y Estela acudían por tercera vez al Providence, a solicitar el préstamo que tanto necesitaban para las remodelaciones de la casa. Pues estaban a la espera de un tercer miembro para el hogar y el pequeño espacio de cables sueltos y paredes filtradas, no era considerado “apto” para tal bienvenida. Siendo amables.   Para su suerte el lugar estaba casi vacío, a excepción de dos jóvenes que se acercaban al lugar, los habitantes de La Carlota suelen huir a los climas húmedos. Así que se dirigieron directamente hacia la becaria que se encargaría de recaudar sus documentos. 

 Hasta que alguien gritó.   

— ¡Al suelo todo el mundo!, fueron las palabras de uno de los dos jóvenes armados que acababan de entrar. Todo sucedió muy rápido para Aníbal, en cuestión de segundos estaba en el suelo agachando la cabeza y la de su esposa.  Al parecer la única en no acatar la orden fue la becaria, quien en estado de shock se quedó paralizada con la carpeta del Sr y la Sra. Rodríguez en las manos. 

— ¡Hey, puta! ¡He dicho al suelo!    La pobre estaba paralizada, incapaz de seguir aquellas simples instrucciones. Mientras el asaltante se acercaba con revolver en mano hacia la chica. Derrapando cólera por los poros.   

—Oiga, oiga. Todos obedeceremos ¿de acuerdo? Déjeme ayudarla a agacharse. Vociferó Aníbal sin atreverse a levantar la vista al sujeto. 

—Más te vale que no intentes nada extraño. 

—Ok. —El Sr. Rodríguez se acercó un poco a la joven de tez pálida y la tomó del hombro— Todo estará bien, respira. Solo tenemos que mantener la calma. ¿Ok? 

— Ok. La joven descendió al suelo con las manos en la cabeza, junto a él.    

Aníbal notó que el segundo asaltante los observaba expectante, pero no comprendía que buscaba en ellos. O más bien, en ella.   

— ¿Paula?, dijo por fin el más joven de los asaltantes.   La becaria levantó la cabeza al reconocer la voz. ¡Oh no!, esto no podía ser bueno, pensó Aníbal. 

—¡Francisco!, ¡¿Qué demonios haces?! Exhaló la becaria. 

—Sí, Francisco, ¡¿Qué coño haces?, vociferó el segundo asaltante. 

—Debemos irnos, exclamó el tal Francisco. 

— ¿Irnos? ¿Eres imbécil o qué? Esa tía te conoce, y si abre la boca… 

— No abrirá la boca —Respondió Francisco alzando la voz. — Es del barrio, el barrio es familia. La familia no se toca.

 — ¡Gallina es lo que eres!   

Le disparó a la cara.   

Un agudo grito demostró que los nervios atacaron nuevamente a Paula. Mientras sonaba la ensordecedora alarma, que quien sabe quién la encendió. El asaltante número uno —con su peculiar destello de furor—, apuntaba con el revolver aún humeante hacia la becaria.   

Aníbal es de aquellos personajes que cuando ve una película de acción se une a los que piensan: sobrevivirían si se lanzaran al suelo y fingieran un colapso.   Sin embargo, todo fue muy rápido. Y no fue precisamente al suelo a donde se arrojó, sino más bien entre el revólver y la dama, o para ser más específicos entre el revólver y la bala.   

Así que para cuando terminó la película; la alarma aún sonaba mientras su protagonista estaba en medio de la sala, con una becaria bañada en sangre y su esposa llorando arrodillada.  


Sort:  

Excelente historia!... se me puso la piel de gallina cuando leí el final! T_T

Muy bueno. Debió quedarse en el suelo jaja

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