El Día de mi Cirugía –Parte 1 ¿Cómo se siente?

No hace mucho tiempo tuve la curiosidad de preguntarle a un paciente gran amigo que me pudiera narrar desde su perspectiva la historia de cuando fue llevado a quirófano. Aproveché el momento mientras yo mismo lo examinaba y le quitaba la venda de la muñeca que pudimos exitosamente operar; y al terminar de realizar la cura, pude sentarme en una silla cómoda al lado y mientras recostaba mi espalda con agrado, escuchar aquellas palabras:

Esa mañana me levanté con un miedo y una emoción que se confundían tanto que no lograba que hacer con mis pensamientos, recuerdo que escuché a la enfermera entrar a la habitación y mientras observaba el nombre de un analgésico me decía: ¿Está preparado Sr. Gómez?, en mi mente solo se me ocurría pensar “probablemente sí”, así que solo pude hacer un gesto de risa seguido de una sonrisa nerviosa.

Luego de asegurarse de que el suero fisiológico estuviese adecuadamente puesto y rotulado, y de haberme preguntado una mini entrevista sobre mis síntomas, me dio una bata corta con un gorro y dos cubrepiés, los cuales me puse de una forma tan lenta que mi madre tuvo que ayudarme.

A las 6:45 am (última vez que recuerdo ver la hora) dos camilleros entran mientras se contaban sus últimas anécdotas del fin de semana familiar con parrilla, al mismo tiempo que halaban de mi cama con ruedas luego de quitarle los frenos. Apenas habían dicho buenos días al mismo tiempo cuando el resto del recorrido prácticamente no me dirigieron la vista y seguían en su conversación apasionante.

Mientras tanto luego de bajar en un ascensor especial de traslado de pacientes, sentí como un escalofrío me recorría el cuerpo luego de ver el letrero de “Quirófano”. Dos enfermeras me recibieron con gusto mientras el anestesiólogo me reinterrogaba sobre todas mis posibles enfermedades y tratamiento recibido. Se sentó a mi lado y me dosifico una buena cantidad de sedantes. Justo después entraste tú y me saludaste luego de saludar a tus colegas, me preguntaste ¿Cómo me sentía? Y yo con duda y un ligero sueño inducido te miré y te dije: “Bien…”.

Cuando me estaban pasando por el pasillo al pabellón donde definitivamente iba a ser operado, me pregunté que debería pensar en ese momento… ¿Tenía que ver mi vida como una película desde mi infancia? ¿Me tenía que preguntar porque decidí operarme? ¿Dónde estaba metido yo que me pasó esto? ¿Había alguna forma de arrepentirse e irse? ¿Por qué hacia tanto frío?... En fin, ya estaba dentro, no pensé en nada específico y luego una silla en la cabecera de la camilla giró dejando al descubierto a mi anestesiólogo con una gran jeringa en la mano y diciendo mientras deslizaba su tapabocas estéril: “¡Pásenlo!”