El Examen - Capítulo 3

Un señor de estatura mediana, con poco más de 40 años, de ojos color café, de piel blanca, una barba y cabello negro, bastante pulcro y bien peinado, en su bata no solo relucía su nombre como en la mía sino unas cuantas insignias y botones de mérito. Arreglo un momento su estetoscopio en su corto y grueso cuello donde reposaba su bata planchada y sin ningún detalle y luego de mirar su reloj táctil de última generación miró desde la silla donde estaba frente a todo el auditorio para decir:

• “Bienvenidos a todos, para los que no me conocen yo soy el Dr. Guerra. médico internista y especialista en la unidad de cuidados críticos, jefe del área de emergencia, miembro de diferentes asociaciones nacionales e internacionales, estricto catedrático, amante de la academia y para aquellos que tengan el privilegio de formar parte de este hospital coordinador general de los médicos internos, es decir. De lo que buscan ustedes optar el día de hoy.”

Apenas concluyó de decir esas palabras con su voz gruesa y clara pude sentir como se me erizaron los pelos y se me puso la piel de gallina. Recordé que durante mis pasantías por obstetricia para calmar los nervios y ansiedad de las mujeres que estaban en trabajo de parto le decíamos que inspiraran profundo por la nariz y exhalaran por la boca. Así que de una forma casi inadvertida lo estaba haciendo mientras verificaba que mi lápiz tuviese punta y el borrador limpio.

• “Tendrán 20 minutos para realizarlo”. Continuaba diciendo, mientras colocaba una especie de reloj de arena en la mesa… “Al momento de terminar el tiempo todos deben colocar el lápiz a un lado de su mesa, luego mis ayudantes pasarán a recoger cada examen. Esperarán otros 20 minutos afuera y de las 15 mayores notas serán descartados 3 en la entrevista donde solo 12 pertenecerán a nuestro equipo de trabajo”

En ese momento todos nos miramos las caras, no había palabras, pero no eran necesarias para comprender la tensión y el miedo, algunos se veían incluso despreocupados tal vez para intimidar a los demás… como tal vez no.

Pasaron por cada fila entregando los exámenes boca abajo, nadie debía voltearlos hasta la señal del Dr. Guerra, quien con su mirada afilada detallaba uno por uno de los que estábamos sentados ahí. Y cuando los confirmó haber entregado a todos…

• “¡Comiencen! 20 minutos mis estimados colegas…” Y la arena empezó a caer de un lado al otro como una bomba de tiempo.

Una corriente eléctrica sentí en mi cuerpo cuando una cascada de conocimientos se colapsaba sobre mi mano intentando resolver rápidamente el cuestionario, habían preguntas que no dudaba para nada, pero otras que me hacían ver varias veces el reloj de arena con odio y ganas de detener el tiempo. Mi concentración evitó desviarse y cuando estaba casi finalizando…

• “¡Listo! Coloquen el lápiz al lado de la mesa”.

Pasaron por cada uno de ellos y al terminar salimos casi al mismo orden de como entramos. Al momento que estaba en la puerta, el Dr. Guerra desde su escritorio central me mira con algo de curiosidad cuando pienso para mí mismo mientras mis ojos se abren como saltando:

• “¡Mi Bata!” Había olvidado por completo la mancha de café y no tenía como cubrirla. Lo único que pude hacer fue cerrar los ojos mientras terminaba de salir del salón, vencido y ya sin ganas de ocultármela.

Afuera, aquellos 20 minutos se hicieron eternos. Había quienes hablaban de las respuestas y que colocaron en la 6 o en la 18, había quienes hacían pronósticos de quienes quedaban y quienes no, había quienes caminaban en círculos, llamaban por teléfono se agarraban la frente e incluso uno de esos personajes que se encontraba despreocupado antes del examen estaba en una esquina escuchando música parecía que Rock como si hubiese acabado de salir de un encuentro de videojuegos. Yo por otro lado sólo los miraba y hablaba limitadamente, pues me estresaba escuchar las respuestas de los demás.

Se abrió la puerta del salón y una hoja con una lista en las manos del Dr. Guerra fueron el atractivo principal de aquella escena. Tenía la mirada más afilada aún, podía sentir el silencio mientras se aclaraba la garganta…