Pasiones Prohibidas — Capítulo VII — Mujer Inmortal
Pasiones Prohibidas
Capítulo VII
Mujer Inmortal
Despierto a 10 de la mañana del día viernes, siento los efectos del desvelo sobre mí, mis ojos no desean abrir, casi puedo escucharlos rogándome que siguiera durmiendo… Se escucha algo más a la distancia, es mi celular…
Es ella…
— Si… ¿Diga? — Apenas y puedo hablar, necesito café y comida.
— ¿La bella durmiente se quedó dormida? Hacen ya tres horas que debiste estar en la oficina y aún no te veo por aquí, ¿Te sientes bien? — Me pregunta en tono burlón, al parecer hemos logrado una gran confianza después de lo recientemente ocurrido…
— Me duele la cabeza, no logro abrir los ojos por más de dos segundos, creo que moriré… — Sé que soy dramático, pero… En serio me sentía horrible.
— Ven a la oficina así como estás, suponía que estarías así, tengo una medicina perfecta para todos tus males justo aquí, bañate, vístete y ven así como estás, prometeme que no vas a tomar ni siquiera un café. — Esta mujer me quiere matar, pensé.
— Eh… Vale… Salgo para allá…
Tomé una ducha fría, necesitaba despertar, me vestí rápidamente y salí a la oficina… Si no fuese yo el jefe, quizás me fuese despedido yo mismo…
Son casi las once de la mañana cuando al fin llego a la empresa, subo por el elevador hasta el último piso y entro hasta mi oficina, donde ella me esperaba sentada en mi silla… Todo el camino, mis empleados me veían de forma extraña, jamás había llegado a estas horas, y mucho menos en estas condiciones…
Se veía fresca, radiante, como si fuese descansado toda la noche, no comprendía como podía ella estar como nueva, si yo me sentía muriendo…
— Buenos días jefe… ¿Le puedo ayudar en algo? — Cada vez se escuchaba más sarcástica.
— Me ofreciste una medicina… Creo que me caería bastante bien justo ahora… — Ya me encuentro un poco más consciente de mi mismo.
— ¡Con mucho gustó! — Se acerca hasta donde estoy, y me da un beso…
— Eh… No es la medicina que me esperaba, pero no puedo quejarme de ella… Es realmente satisfactoria. — Sigo confundido, pero me llegó a la mente el beso de la noche anterior.
— Esa no era la medicina, eso fue… Un agradecimiento por una noche como ninguna otra… Gracias por hacerla inolvidable… Esta es tu verdadera medicina. — Tomó un vaso de agua natural y vertió en él una tableta efervescente, me dio un tazón humeante con un caldo que olía realmente bien y me dio otro beso…
Salió de mi oficina, me guiñó un ojo y me dejó para que comiera tranquilo.
Lo primero que pensé fue "Esta mujer tiene que ser inmortal", bebí mi caldo y tomé la bebida burbujeante que estaba frente a mí, inmediatamente comencé a sentir el alivio en mi cuerpo y nuevas fuerzas.
Al terminar ella llama a mi puerta, le concedo que pase y viene con un café caliente en sus dulces manos…
— Aquí tienes, con esto deberías ya sentirte perfecto. — Pone el café sobre mi mesa y da la vuelta para marcharse.
— ¡Detente! — Exclamé.
— ¿Se le ofrece algo? — Me pregunta.
— ¿A que hora llegaste? — Pregunté aún consternado por su frescura.
— A las 7:00, como siempre, ¿Por qué? ¿Algún inconveniente? — Pregunta, ignorando completamente lo sorprendido que eso me tenía.
— ¿Como lo hiciste? ¿Como pudiste despertar como si nada?
— Eso no es algo que una empleada deba contarle a su jefe… — Se acercó, me besó y me guiñó el ojo de forma pícara.