Odio el ensordecedor ruido de los gritos… Juro que suena igual que cuando estaba en el campo de batalla… Odio la guerra… ¡Pero amo la libertad!

Estos son los gritos de un pueblo libre, un pueblo que me vio nacer, y que entre todos, ayudaremos a reconstruir… Mi pueblo amado… ¡Mi pueblo libre!

Yo soy Francisco Escobar, Capitán.

Recuerdo cuando de niño mi abuelo solía contarme historias de su juventud, las guerras, dificultades, las cosas que tuvo que ver y pasar durante la guerra de independencia, amigos perdidos en batalla, sangre derramada en búsqueda de un sueño, también me contó sobre un hombre, uno que al igual que él, al igual que mi padre y al igual que yo, amaba la libertad… Su héroe, un hombre llamado Simón Bolívar… Héroe de mis héroes, héroe de mi abuelo y héroe de mi padre…

Desde los 6 años, cada noche mi abuelo me contaba sus historias, y yo las disfrutaba pues me hacían recordar a mi padre; un capitán del ejército, murió en batalla poco antes de mi cumpleaños número 6… Murió defendiendo sus ideales, recibió un disparo justo en el corazón mientras protegía a un soldado de su escuadrón al que habían derribado por un balazo en la pierna; el soldado sobrevivió, pero mi padre… Murió segundos después de recibir aquel cruel disparo… Nunca dejó a un soldado atrás, incluso si eso le podía costar la vida…

Después de todo "El que muere por la vida… No puede llamarse muerto — Alí Primera"

Mi madre murió cuando yo tenía solamente 3 años de edad, durante el embarazo le fue detectado cáncer de mamas, luchó como nadie lo habría hecho, pero al final no lo pudo soportar más y murió… Puedo recordarla como si la fuese tenido toda mi vida. De ellos conservo siempre conmigo un recuerdo, una foto de mi cumpleaños número 3, en el patio de nuestra casa, se veían realmente felices, y yo… Atesoraré por siempre esa fotografía…

Cada día de la madre, o del padre en la escuela, iba con mi abuelo, él contaba la historia de mis padres, y yo mostraba siempre mi fotografía… No lo hacía con tristeza, aunque no podía evitar llorar, me sentía feliz por el hombre que me tocó como padre, por lo fuerte que fue mi madre, aunque triste por la pérdida de ambos…

En la preparatoria no soportaba a los bravucones, odiaba que intentasen someter a otros, aprovecharse de los demás, golpear o humillar al más débil, así que me volví el defensor de estos… Tuve peleas por montones, muchas las gané, pero también muchas las perdí. Nunca me importó recibir un golpe por alguien más, me sentía a gusto, sentía que honraba el recuerdo de mi padre…

Cuando cumplí la mayoría de edad al fin pude alistar en el ejército, siempre supe que este era mi camino, luchar por la libertad tal y como mis héroes lo habían hecho…

Con mucho esfuerzo llegué a ser sargento, mi meta era alcanzar el puesto de mi padre, siempre demostrando lealtad y disciplina ante mis superiores.

Y tiempo después, lo logré, Capitán Escobar. Sentí el abrazo de mi padre sobre mí, casi podía ver su rostro de orgullo…

Una triste madrugada nos enviaron a una misión de ataque a un pueblo de la zona, el cual se encontraba creando múltiples disturbios, explosiones y disparos, o al menos eso decía el expediente…

Cuando nuestro escuadrón llegó, lo que vimos fue totalmente decepcionante…

Soldados armados disparando a civiles… No podía ver… Eran mis compañeros haciendo justamente eso contra lo que yo luchaba… Sometiendo así a un pueblo que gritaba libertad, cantando al unísono el himno mientras uno a uno caían, una imagen que en mi vida jamás podría olvidar…

En ese momento decidí mi destino, di un paso sin retorno… Ahí comprendí los ideales que mi padre siguió hasta el final, entendí cada frase que había leído durante toda mi vida… Supe en un segundo que los malos… Quizás eramos nosotros…

Ordené a mi escuadrón entrar al blindado nuevamente, y una vez dentro, viendo la cara de indignación que ellos tenían, casi como un reflejo de mi propio gesto, les dije…

— ¡Esto no es correcto y debemos hacer algo! ¿Están conmigo? — Les pregunté mientras extendí mi mano abierta al frente, esperando a quienes se unieran a mí en la que sería quizás la más dura batalla de nuestras vidas.

— ¡Sí señor! — Contestó mi escuadrón de forma unánime.

Ordené a mi segundo que condujera el blindado a través de las llamas para cubrir a los civiles, esa era ahora nuestra nueva misión.

Rápidamente nos pusimos en posición todos, desplegando todo el armamento y las municiones que traíamos en el blindado. Miré la cara de decisión que tenía mi escuadrón y miré a los civiles detrás de mí. Su cara estaba llena de esperanza al vernos defendiéndolos, aunque aún dudando de si realmente era cierto, después de todo, para ellos, nosotros eramos sus enemigos.

Los miré, y asentí como diciendo "Si, es real".

Tomé una granada y la arrojé a donde estaban los soldados enemigos, mientras que dos de mis soldados hicieron lo mismo con bombas de humo.

Todos subimos al blindado y les pedí a los civiles que se retirasen con nosotros a un lugar seguro.

Subieron al blindado y nos dijeron donde se ocultaban las personas heridas.

Al llegar, de inmediato ordené a mi equipo médico hacerse cargo de los heridos mientras que los demás montamos guardia en la zona, con la orden de defender el punto de control a toda costa.

Repartimos armas a algunos civiles que estaban en condiciones de luchar y dimos inicio a la operación de liberación.

Continuará...