Algo para recordar...
Conviene desnudarse para sentir. No hablo sólo de sexo. Renunciar al abrigo de los prejuicios te pone en el sitio. Un malagueño sentado en la acera con tu maleta de mano agarrada con una mano, en la otra las llaves de un apartamento turístico que hay en la sevillana calle Santander, por ejemplo, a la una de la madrugada, mirando la torre del oro, la noche antes al Día de Andalucía…
Escribes el día después. Ya es marzo. Recuerdas los versos de Machado que leíste en un programa de televisión hace más de veinte años para no decir adiós. Los recuperas para dar las gracias a un amigo y a la vida, 20 años después. “Sabe esperar, aguarda que la marea fluya -así en la costa un barco- sin que al partir te inquiete. Todo el que aguarda sabe que la victoria es suya; porque la vida es larga y el arte es un juguete. Y si la vida es corta y no llega la mar a tu galera, aguarda sin partir y siempre espera, que el arte es largo y, además, no importa” El profesor Juan de Mairena habría dicho que su propio creador y alter ego fue un hombre machadianamente bueno, en el buen sentido de la palabra bueno. Ese hombre hecho de tinta y verso sabía mucho del vivir y yo le aprendo cotidianamente, aunque rechine aquí el adverbio y repita el sufijo mente. También en estos tiempos de ruido y descerrajada jauría la mente es un sufijo.
No sabes por qué, pero los destellos en la orilla de la dársena del Guadalquivir, que parecen de más postal que de verdad, te traen recuerdos de aquellos días en La Habana, cuando escribías en la libreta de anillas para dictar el artículo por teléfono, línea a línea por la frágil línea de Cubatel. Recuerdas las mudanzas, más de diez, dos de ellas sin ascensor. Aquellas del piso en Conde de Xiquena, tan cerca del Supremo donde ahora se dirime la sí o no violencia del procés; y la de cuando te fuiste del cuarto piso de la calle Silva, junto a Callao, en un edificio donde nunca funcionó el viejo montacargas, en aquel Madrid que viviste ensoñando el modo pantalla de este oficio. Yo a las cabañas bajé, yo a los palacios subí; yo los claustros escalé; y en todas partes dejé memoria amarga de mí. Que te perdonen el espíritu de Zorrilla y los lectores, que siempre te perdonan, pero por qué el recuerdo ahora de esos versos hoy políticamente inconvenientes del Tenorio…
El apartamento es bonito. Tiene una terracita desde la que se ven los tejados de las casas cercanas, abigarradas en la arquitectura abarrocada de Sevilla. Pero no puedes disfrutarla, tu estancia ahí es un mero trámite del día de mañana. Cuando tu día es sólo el día antes de algo no es un día del todo. Despiertas temprano, apenas duermes. Recuerdas que cuando anoche estabas sentado en la acera con la maleta en la mano te acordaste también de que hubo un tiempo en que dormías del tirón más de ocho horas seguidas. El teléfono no ha parado de sonar y de hacer zumbiditos que advierten la entrada de mensajes. Le dices a la policía que hay en la esquina del impresionante teatro de la Maestranza que te deje entrar. Te indica por donde están entrando “los artistas”. Sabes que entre la marea de nervios con nombre y apellidos que te rodea te conviene encontrar al regidor. Regidora, en este caso. La persona verdaderamente fundamental para que cuando te subas al escenario, la marea fluya…
Galardonados Día de Andalucía
El acto de imposición de medallas y reconocimiento de hijos predilectos del Día de Andalucía no se celebra en sede parlamentaria. Lo que nunca fue una gala, a pesar de celebrarse sobre un escenario de teatro, esta vez debe ser fresco, vivo, entretenido al fin y tener muy en cuenta que es un programa de televisión en directo. La institucionalidad del “espectáculo” ya está preservada por las altas representaciones parlamentarias que ocupan la mesa presidencial y la altura profesional y personal de los galardonados. No te termina de gustar que estos salgan del patio de butacas, como se innovó en la gala del año pasado, pero cabalgas con los versos de Machado y piensas en quienes ya no están porque, pase lo que pase, es un orgullo pisar esas tablas por primera vez sin estar vencido aún por todas las tablas que ya llevas a la espalda. Por eso, cuando recuerdas aquel disco de Pastora Soler, que cantará el Himno con esos graves que hacen de su voz una voz distinta; aquel disco dedicado a las madres, casi no puedes continuar, con la punzada de que verte allí habría sido un regalo para la tuya, pero ya no está.
La escaleta, el guion del acto, era atrevida y rompía la cuarta pared. Había que defenderla como si Sevilla, siempre hermosa pero tan rocosa, aunque llana, fuera Flandes. La cansada pero no gastada mirada del coplero Antonio Martín, puro Cádiz, sirvieron para encender la mecha. Su socarrona sonrisa y su comparsa sonando a carnaval, de pronto escrito con mayúscula, sobre el escenario del Maestranza. Algo más para recordar
(c) Domi del Postigo / www.domidelpostigo.es
Gracias!!!