LA HORMIGUITA MERLINDA Y LAS URRACAS Por: Irma Pulido

in #spanish6 years ago


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Merlinda era una hormiguita muy trabajadora. No cesaba de ir y venir en busca de alimentos día y noche preparándose para el frío del invierno.
En uno de esos vaivenes le salieron al paso dos urracas, Chucho y Tomás, quienes siempre la molestaban. Al verla comenzaron a burlarse de ella:

-¡Ja, ja, ja! –Se reía una - ¡Qué hormiga tan tonta! ¿Verdad, Chucho?

  • Sí, Tomás – Le respondió la otra - ¡Cómo trabaja! ¿No? ¿Por qué no la ayudamos?
    ¡Buena idea! – Exclamó Tomás.

Pero no era cierto. Ellas no tenían la intención de ayudar a Merlinda, quien por su parte siguió con su carga a cuestas sin hacerles el menor caso.

Pero las malvadas urracs se le atravesaron en el camino.

  • ¿Quieres que te ayudemos, Merlinda? – Le dijo Tomás.

Merlinda no le respondió sino que continuó. En ese momento Chucho atravesó una de sus patas haciéndola caer con la pesada carga que traía. Las urracas, viéndola tirada en el suelo, soltaron la carcajada:

  • ¡Cuá, cuá, cuá! ¿Cómo pudiste caer de esa manera? – Se mofaban, revolcándose de la risa.

La hormiguita, como pudo, se incorporó, montándose de nuevo su carga.

-¡Cuánto lo sentimos, Merlinda! – Expresó Chucho sin disimular su burla.

  • ¡Cuá, cuá, cuá! – Continuaba riéndose Tomás.

Mientras tanto Merlinda emprendió de nuevo su camino ignorándolas por completo. Debía darse prisa ya que se acercaba el invierno, así que prosiguió la faena por muchos días y noches más. Las urracas siguieron molestándola ya que no se ocupaban de otra cosa que no fuera perturbar la paz de los animales más pequeños.

Un día, encontrándose en su agujero, Merlinda escuchó que la llamaban insistentemente:

  • ¡Merlindaaaaa! ¡Yujuuuuu! ¡Merlinda! – Repetían su nombre una y otra vez. Cuando fue a asomarse pudo ver las urracas tratando de tapar la entrada.

  • ¿Qué tratan de hacer? – Les preguntó enojada - ¿Acaso piensan destruir mi hogar? ¿ Qué les he hecho para que me molesten siempre?

  • ¿Nosotros? – Dijo una de ellas-

  • Nosotros no estamos haciendo nada – Aseguró la otra aparentando inocencia – Si quieres asómate para que veas que no pasa nada.

En el momento en que Merlinda lo iba a hacer oyó unos chillidos, vio que las urracas se elevaban de repente soltando plumas y todo se oscureció. Salió aprisa del agujero y descubrió la enorme figura de su amigo el oso Juancho


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quien sostenía a las aves por los pescuezos y las sacudía con fuerza.

  • ¡Ah, sí! ¿Con que molestando a mi amiga Merlinda de nuevo? – Les hablaba con su penetrante voz sin dejar de sacudirlas – Pídanle disculpas – les exigió. Ellas seguían chillando.

  • ¿Po…por…qué tenemos…que…disculparnos?

  • No…hemos hecho nada…malo…- Decían con dificultad ya que Juancho las estaba apretando.

  • ¡Háganlo! – Gritó haciéndolas estremecerse – De lo contrario, acabaré desplumándolas a ambas. Aquí está ella, discúlpense.

  • E…está…bien…

  • Nos disculparemos…perdónanos, Merlinda…

  • Sí…perdónanos…te prometemos que no…te molestaremos…más.

  • Así es…seremos buenitos…pero dile a este…grandulón que…nos suelte, que nos…está haciendo daño…

  • ¡Qué bien! – Intervino Merlinda burlándose de ellos – Por mí que las despezcuecen ¿Acaso ustedes tuvieron piedad conmigo o con mis amigos cuando nos acosaban con sus maldades? Merecen una lección.

  • Estoy de acuerdo contigo, Merlinda – Dijo Juancho y ella lo miró.

  • Discúlpame por no haberte saludado, Juancho, pero es que este par de avechuchos me tenía atormentada.

  • No te preocupes, amiga mía, jamás volverán a molestarte ¿Verdad que es así? – Increpó a las asustadas urracas.

  • Sí…sí…

  • Sí…así es…no nos verás más por aquí…

Juancho las soltó y ellas huyeron despavoridas, sin poder volar ya que apenas les quedaron plumas. Así fue como las molestas urracas encontraron a alguien que les diera su merecido.


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Poco tiempo después llegó el invierno al bosque. Los pajaritos se habían refugiado en sus nidos, los pequeños roedores se encontraban en sus cuevas, los osos ya hibernaban y cada uno de los animales del bosque estaban resguardados de la inclemencia del tiempo como nuestra amiga Merlinda, quien disfrutaba en su agujero de su merecido descanso bien abastecida de alimento.

No muy lejos de allí y no con la misma suerte, las urracas tiritaban de frío, ya que no tenían un hogar para refugiarse, ni nada con que abrigarse. En ese momento, se dieron cuenta del valor que tiene el trabajo y que por querer hacerle daño a los demás, ignoraban que el daño se lo estaban haciendo a sí mismas.

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Una interesante transformación de la hormiga y el saltamonte, recibes lo que cosechas, buena publicación, saludos.

Gracias por tu grata visita a mis letras @nakary, y por tu apreciación.

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