Sobre "Cosmos, mundos posibles" (2020)

En estos días tan excepcionales que vivimos, series como estas nos devuelven la perspectiva más amplia sobre nosotros y nuestra vida en el planeta y en el universo.

Adaptada por la misma Ann Druyan (viuda de Carl Sagan) y quien la dirige, Branon Braga, y conducida por Neil DeGrasse Tyson, esta tercera temporada conserva la fantástica fotografía que hace de estas series todo un espectáculo visual de grandes proporciones.

Me encanta ese paseo por científicos y aventureros del pasado que nos han dejado grandes hallazgos, que han sido valientes, para quienes la ciencia ha sido su vida, su pasión, por encima de cualquier obstáculo o prejuicio.

Dirigiendo su mirada hacia el pasado, la serie nos habla de científicos valientes y enfocándose en el futuro nos presenta la exploración del espacio como el camino natural para que la humanidad pueda continuar en otro lugar luego que nuestro sol muera.

Basada en el libro homónimo de Ann Druyan, “Cosmos, mundos posibles” (2020) fue estrenada en marzo de este año, y comienza hablándonos de la primera ciudad de agricultores del mundo, ubicada en Turquía y gracias a la que hacemos un asombroso viaje al pasado de la humanidad.

Branon Braga dirige esta tercera temporada de la mítica serie, siempre conmovedora, siempre advirtiendo que hay que tomar medidas y acciones si queremos que el planeta siga siendo para los humanos y todo lo que habita en él, un hogar,

pero también nos habla de los antiguos polinesios, como ese pueblo arriesgado y valiente que decide salir de su lugar, de las fronteras de lo conocido, para ir a explorar otros sitios, a través de la navegación, garantizando a sus descendientes nuevos espacios para la vida.

Como apunta la serie que nos toca hacer a nosotros los humanos, adentrarnos en el espacio para buscar nuevos lugares donde continuar la vida, cuando en la tierra se vuelva imposible.

Sobrecoge imaginar a los polinesios en esas naves primitivas enfrentados a mares cambiantes y desconocidos, usando la observación científica y el conocimiento de los astros para orientarse.

Especialmente impactante me resultó la historia del gran genetista ruso Vavílov, quien realiza la proeza de reunir las primeras semillas de todo el mundo, con la ilusión de poner la ciencia al servicio del hombre y salvar al mundo del hambre que desde siempre la ha azotado, su banco de semillas todavía nos permite comer a nosotros, aunque él haya muerto de hambre por la ignorancia y la envidia del gobierno ruso de turno.

En definitiva una serie maravillosa, de esas que te reconcilian con la humanidad, con la ciencia, con tanto bueno que podemos ser y hacer los seres humanos. Las fotos las tomé con mi cámara de los sitios de internet donde se promociona el libro y la serie. En la página de National Geographic está disponible toda la información.