Cuenta la leyenda que en un museo un tanto peculiar, cuadros iban y venían, pero solo una obra se mantenía desde siempre y para siempre, se decía que era una escultura que todos podían ver, pero pocos apreciar, así que un día me pospuse a aquel museo visitar.

Ya dentro de este palacio del arte veo muchas cosas interesantes, pero ninguna logra atraparme, así que me dirijo a dónde supuestamente se encuentra la razón de mi viaje, era una habitación dedicada solo para ella, se hacían filas solo para verla, pero no soportaba la hipocresía de tantos que fingían apreciar el arte que en esa habitación espera por un ojo que supiera apreciarle.

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Luego de una larga fila, a través de las puertas me di paso a lo que parecía otro mundo, la atmósfera sufrió un cambio imponente y ahí estaba, justo frente a mí, en todo su esplendor, una escultura de glorioso pudor, cada detalle era perfecto, quedé en silencio para no perturbar tan asombroso momento, era una mujer tallada en el mármol más fino de toda Grecia, era una diosa griega, no era perfecta, tenía algunas grietas, ha de ser por todas sus experiencias, gajes del oficio, otro paso más a la perfección, no todo es lo que parece, un rostro dulce, en los demás sembraba duda, la luna sale a caminar siguiendo sus pupilas, con tal belleza las constelaciones se ponían inseguras, el sol tarda en salir esperando que el brillo de sus ojos se extinga, pero solo hasta el próximo día, era el centro de mi universo, y ahora con estos versos, doy por hecho que aquella escultura mi mundo estremeció, cuento los segundos restantes para nuestro próximo encuentro, nervios, es todo lo que siento, mi vida antes de esa habitación no recuerdo, ella fue el ayer eres el hoy y serás el mañana, bendito aquel día que te vi, espero que otros puedan apreciar lo que yo vi, ella no lo sabe, pero mientras estuve viéndola, al paraíso fui, déjame volver porque si tú estás de ahí no quiero salir.