a criatura era bestialmente enorme, tenía un rostro similar al de un humano, no obstante, muy fuera de esos estándares que podamos llamar normales. El iris de sus ojos era completamente azul y tan profundamente hechizantes como el océano; su nariz era chata al ras con sus pómulos, era como apreciar la nariz de un esqueleto; su boca idéntica a la de un humano, daba destello de ocultar algunos colmillos muy bien afilados.

Sus orejas se parecían mucho al de aquellos personajes de ficción llamados elfos, es decir, alargadas y puntiagudas. Poseía dos cuernos, similar a los de un alce adulto, pero no tan desproporcionado al tamaño de su cabeza, la piel de su rostro era rígida, comparada con el acero, no le veía diferencia, su color, se mezclaba con los pigmentos del barro. Lo que más captaba mi atención era la fisionomía de su cuerpo, todo su dorso estaba cubierto como por unas extrañas escamas gigantes, visualmente era como si llevara puesta una armadura de acero de color grisáceo. Sus patas gigantes vestidas de un pelaje color amarillo que se movía sin la necesidad de viento alguno, equivalente a las patas de un león, rastrillaban la tierra del lugar. La cola era larga y estaba envuelta con la armadura de escamas; y en la punta de esta, una mata de pelo del mismo color del de las patas; y para completar la perfección de esta criatura, un par de alas con pliegues muy afines con los de los murciégalos, tan grandes que, al abrirlas podrían oscurecer el campamento entero. Al parecer estaba en presencia de lo que muchos conocen como un dragón.