La plaza Baralt de Maracaibo
Maracaibo tiene muchas cosas en común con cualquier ciudad que se funda a orillas de una costa. La hace única entre muchas como ciudad puerto. El intercambio cultural que experimentó fue a tal magnitud, que la convirtió en una de las metrópolis caribeñas mas modernas a finales del siglo XIX y comienzos del siglo XX.
Maracaibo fue la pionera de Venezuela y el continente ya que contó con el primer tendido telefónico y electrico a través de cables, mientras que otras ciudades se abastecían de combustible para el alumbrado. Modernizó el transporte de mulas introduciendo tranvías por el crecimiento vertiginoso de la población producto de la explotación petrolera que termina de catapultar la región.
Todo, absolutamente todo, lo que llegaba por aguas del lago a Maracaibo desembarcaban en su malecón y de inmediato estaba el bulevar comercial para exponer la mercancía. Luego con la llegada de los automoviles y la desaparición del tranvía la zona se convirtió en la calle Colón por los años 30, para luego convertirse en Plaza Baralt en la década de 1970.
Un evento significativo por el cual esta calle se convirtió en plaza con un bulevar peatonal fue el evento denominado "la piqueta", así llamado por los vecinos de la barriada El Saladillo y defensores de la tradición. El centro de Maracaibo sería prácticamente derrumbado para darle continuidad al progreso mediante un proyecto urbanístico nacido del gobierno centralista del presidente Rafael Caldera en su primer gobierno (1969 - 1974). Hoy en día solo obras inconclusas dejó y un gran sector de la población desarraigada de su gentilicio.
El progreso que tanto se vitoreó por ser el gran estado petrolero y que traería bienestar y calidad de vida a todos los maracaiberos, se quedó en promesas que hasta el sol de hoy siguen quizás escondidas en las paredes que se levantaron de alguno de los edificios modernos que hoy en día desentonan con aquel Saladillo lleno de casas de colores, gente cantando la gaita zuliana en sus zaguanes y la algarabía de sus parroquianos que hacían de estos lugares un patio rebosante de alegría y bondad.
